¿Derecho al aborto?
Si el aborto es un fracaso, ¿por qué subirlo a la categoría de derecho y difundirlo a los cuatro vientos?.
por José F. Vaquero
En estos días hemos conocido, casi de casualidad, el nuevo Código Deontológico de la Organización Médica Colegial (OMC) española. Casi de casualidad, porque ha sido elaborado, tramitado y publicado con tal celeridad que pocos, de los 225,000 médicos a quienes va dirigido, han sabido de él. ¿Por qué tanta prisa? De partida, me inclino a pensar que por algo sospechoso.
¿Tiene sentido hoy en día hablar de código deontológico? ¿qué es eso de la deontología? El diccionario la define como “la ciencia de los deberes”; quizás por ello no esté de moda. Vivimos en la sociedad del “derecho a”, olvidando que también el otro tiene “derecho a”, y que a todo derecho le corresponde un deber, como al alto le corresponde un bajo o al grande un pequeño, o al hijo unos padres. Este nuevo código deontológico, ¿acierta en sus criterios? ¿Tiene sentido y base argumentativa? ¿Es lógico, o sea, se basa en la parte racional, intelectual del ser humano? Juzguen por sí mismos.
Entre sus artículos se pueden leer afirmaciones interesantes, que suscribiría cualquier “homo rationalis”. “El ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte”; “el médico está obligado, en cualquiera de sus actuaciones, a salvaguardar la dignidad e integridad de las personas bajo sus cuidados”. Gran reconocimiento a la dignidad de la persona, desde la concepción (no desde el nacimiento) hasta el final de la vida. Y la concepción, concepto médico, se produce cuando se fusionan los núcleos del óvulo y el esperma, apareciendo “algo nuevo”, mejor, “alguien nuevo”. Pues de las personas nacen personas, como de los perros perritos o de los gatos gatitos.
A la vez, el capítulo sobre reproducción humana reconoce que “el que una mujer decida interrumpir voluntariamente su embarazo, no exime al médico del deber de informarle sobre las prestaciones sociales a las que tendría derecho, caso de proseguir el embarazo, y sobre los riesgos somáticos y psíquicos que razonablemente se puedan derivar de su decisión”. Aunque quieras abortar, debería decir el médico, debes saber la seriedad de ese hecho y de sus consecuencias.
El código parece bien orientado. Sin embargo, sobre estos cimientos, claros aunque con sus agujeritos, el código continúa dando sus criterios de acción; en este caso sí está permitido; cuando es la Iglesia la que habla, aportar criterios para evaluar una acción equivale a intolerancia. Me preocupa, hablando de cimientos, el fundamento del derecho. El médico debe informar del derecho que el estado concede. ¿Implica esto que el Estado es autónomo, Dios Creador, para otorgar derechos? ¿Y si se le ocurre, como a Hitler, otorgar el derecho a la vida sólo a los arios, sustrayéndolo del resto de las razas?. El fundamento del derecho no es tan fácil como el Estado da, el Estado quita; debe haber algo más, una base ética, racional, según la cual se reconoce (no se otorga) el decho a la vida. Primer problema, que no alcanzo a entender cómo han derivado del hombre como fin en sí mismo. ¿Me habré perdido esa clase de matemáticas?
Otra afirmación conflictiva: el médico “está obligado a informar a sus pacientes, acerca de todas las prestaciones a las que tenga derecho en materia de procreación y embarazo”. Pero a la vez debe ofrecer claramente “el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo”. ¿Es éste un derecho, derecho a interrumpir (finalizar, acabar) un embarazo, una concepción humana? Creo que no se integra fácilmente la dignidad de las personas bajo su cuidado. ¿Será que también me perdí esta clase de matemáticas?
“No es ética -afirma- la manipulación genética que no tenga una finalidad terapéutica, así como la manipulación sobre el embrión o feto, que no tenga una clara finalidad diagnóstica o terapéutica y que no redunde en un beneficio para él”. Es decir, que un hecho tan serio, como la manipulación genética, depende única y exclusivamente de si el fin es bueno o malo.
Un código deontolçógico que no es claro en sus criterios adolece del síntoma “castillo de naipes”. Por una parte habla de la dignidad del ser humano, de la vida en todas las fases biológicas, y por otra afirma claramente el derecho al aborto (supresión del embarazo), las restricciones en la libertad de conciencia y la arbitrariedad total de los derechos.
Apostar por la vida, en situaciones difíciles y comprometidas no es fácil. La tendencia natural ante una dificultad es hacerla desaparecer, cuanto antes mejor, pero la vida no se hace desaparecer gratuitamente. ¿La solución? Por una parte defender claramente la grandeza de la vida, lo positivo de una nueva vida que viene al mundo (y muy pocas madres dudan de ello). Y a la vez, ante situaciones difíciles, abrir los ojos ante la cantidad de opciones que defienden la vida, que ayudan a las madres con problemas. Si el aborto es un fracaso, ¿por qué subirlo a la categoría de derecho y difundirlo a los cuatro vientos?
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