Anónimos constructores de la sociedad
Me ha resultado muy gratificante dedicarme a mi marido, a mis hijos, a mi tiempo, a mis amigas... He ganado el anonimato", el anonimato de disfrutar con la familia y las amistades.
por José F. Vaquero
Es frecuente, aunque a la vez no deja de ser una triste realidad, criticar y protestar por un gran número de políticos. “La casta política” de la que se viene hablando en los últimos años, para agrupar a una serie de profesionales de la política, o quizás profesionales en aprovecharse de la política para su propio beneficio. Pensamos con nostalgia en principios, que parecen cada vez más lejanos de la realidad, como vocación de servicio al país, búsqueda del bien común, el progreso del país y el bienestar de los ciudadanos.
El pasado fin de semana he tenido ocasión de escuchar una entrevista que muestra el perfil humano de una de estas personas, con resonancia autonómica y nacional. Por distintos motivos, sobre los que en su tiempo se habló mucho, dejó la política activa y pasó a ser una afiliada más. En estos días ha visto la luz su libro, “En la mitad de la vida”.
Hace tres años su autora, María San Gil, dejó la primera línea de la política, como presidente del Partido Popular autonómico del País Vasco. Y mantiene su decisión y status como una ciudaana más, una afiliada más. Los desacuerdos con su jefe, en aquellos momentos, la empujaron a esta decisión, y está contenta y satisfecha de ella, serena y sin odios o enfados hacia sus dirigentes. Tenía claros sus principios, quería defender aquello en lo que creía, la libertad y la democracia, y eso sigue haciendo. Aquí radica una de las principales raíces de su fuerza y convicción. Ella misma resume la fuente de su fuerza interior: “Defiendo aquello en lo que creo, y no está de moda defender aquello en lo que uno cree, porque somos capaces de cambiar de opinión en función de las necesidades puntuales y el momento. El relativismo moral, la nueva moda del siglo XXI. Todo vale, el fin justifica los medios, si tengo que cambiar determinadas opciones por las encuestas, las cambio”. Convicción, coherencia, constancia.
Esas son las bases humanas que construyen cualquier persona, y mediante ella se va construyendo la sociedad. Estos cimientos tienen sus aplicaciones concretas para un político, o para un juez, o para un obrero, o para un ingeniero, porque todos son personas, y aquí está el cimiento del ser humano.. El problema principal no es qué se hace, sino cómo y por qué.
Cuando hay esta fe en las propias convicciones, también la vida familiar avanza por el buen camino. Casada desde hace 18 años, sigue enamorada. ¿La clave? Un proyecto en común, entre dos personas que se quieren mucho, se respetan mucho y saben que es difícil. No niega que haya habido dificultades, los alfilerazos de todos los días y el hachazo de un cáncer. Esta dura prueba, de la que salió victoriosa, la considera como una experiencia más, una experiencia vencida. En unas situaciones y en otras ha sido la hija, la esposa, la madre, la amiga. Mientras estaba en política, resumía su vida en “la política y sus hijos”. Ahora disfruta como made que está muy presente en la vida de sus dos hijos adolescentes, haciendo los deberen con ellos, acompañándoles, cocinando para ellos... siendo su madre.
Este ser madre no se improvisa, ni le surgió como el sustituto a su torrente de actividad política. Un periodista cuenta que esta mujer le denegó una entrevista un domingo a primera hora de la mañana. Tiempo después, supo la razón: después de pasarse toda la semana defendiendo la democracia de los españoles en territorio hostil, sólo le quedaba ese tiempo para estar con sus dos hijos, sin ninguna preocupación más.
“Me ha resultado muy gratificante -resume los últimos tres años alejada de la presión política- dedicarme a mi marido, a mis hijos, a mi tiempo, a mis amigas... He ganado el anonimato”, el anonimato de disfrutar con la familia y las amistades, añadiría yo. Cuántos anónimos felices hay a nuestro alrededor, y cuántos de estos anónimos hacen que nuestra sociedad sea incluso mejor de lo que creemos. El mal salta a la vista, pero el bien abunda, aunque a veces creamos lo contrario.
Si nos preocupa tanto el bajo perfil de la clase política, en general, nos desanima incluso su negro, tal vez hipócrita vestido profesional, creo que es animante ver la dimensión humana, clara y constructiva, de esta mujer, María San Gil. Quizás por eso, pensarán algunos, abandonó la política. Pero mientras estuvo, la humanizó y fue referente para muchos. Y lo sigue siendo.
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