Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

¿La era de la comunicación?


Hay una común unidad que posee mucha información. Que se esté comunicando algo, sí, pero de ahí a una comunicación humana, recíproca y personal, hay una distancia. Esta comunicación humana implica un `yo comunico algo a alguien´.

por José F. Vaquero

Opinión

En el mundo de internet, cada vez más presente en nuestras vidas, un verbo está ganando terreno sobre todos los demás: “Compartir”. En los artículos que leemos, vídeos que reproducimos en la red, enlaces que nos envían, boletines a los que nos suscribimos (o nos suscriben) este verbo ocupa un lugar de honor. Un clic, y el artículo, el vídeo o la página se comparte en facebook o twitter, se envía a un amigo como “enlace recomendado”. Compartir, hacer amigos, enviar información y hasta expresar gustos o disgustos, todo al alcance de un clic. Y un botón, además, que casi nos grita “púlsame, no cuesta nada”.

Vivimos en la era digital, bautizada por muchos como era de la comunicación. Aunque yo abrigo mis serias dudas. ¿Nos encontramos en la era de la comunicación o de la descomunicación? Está claro que vuvunis en la era de la maxi - información; podemos encontrar casi todo de casi todos. Como ejemplo, basta pensar en google (miles de resultados de una búsqueda en décimas de segundo) y en el verbo “googlear” (o guglear), que algún día tendrá que admitir la RAE. Acción de buscar en la web qué se dice sobre una persona.

La información abunda, en un sitio común, pero ello no significa necesariamente que nos estemos comunicando. Hay una común unidad que posee mucha información. Que se esté comunicando algo, sí, pero de ahí a una comunicación humana, recíproca y personal, hay una distancia. Esta comunicación humana implica un “yo comunico algo a alguien”. Si ese yo es una máquina, un conjunto de letras (nick o e-mail), y ese alguien no existe, la comunicación humana pasa a ser puesta en común de una información.

A estas reflexiones tecnológicas he llegado después de escuchar a un buen hombre de pueblo, avanzado en años y experiencia, y con la sabiduría de las canas que le aporta los años vividos y una aguda observación y sentido común. Salió en la conversación el tema de las parejas y los matrimonios, y como quien comenta algo evidente, afirmó: en la pareja y en el matrimonio hay que hablar de todo: hablar de moral, hablar de economía (doméstica, se entiende), hablar de sexo y un larguísimo etcétera. Si durante los largos años de noviazgo, incluso de vida bajo el mismo techo en muchas “parejas modernas” (¿modernas?) no se habla de estos temas, entonces ¿de qué se habla? Luego pasa lo que pasa.

Aquí puede radicar uno de los grandes problemas de los matrimonios actuales. Todo divorcio, más allá de lo que cualquier religión pueda decir, es un fracaso: dos personas se trazaron un plan de vida común, se prometieron amor eterno, duradero (un amor con condiciones de la otra persona creo que no convence a nadie, a menos que sea un matrimonio de conveniencia – herencia o algo parecido). Este compromiso, tan hermoso durante el enamoramiento, se rompe, cambia. Desaparece esa eternidad del amor. Y se rompe el matrimonio. No condeno toda separación, por el hecho de serlo; la casuística es amplia, variable, y concreta. Se puede comprender, incluso, una separación temporal, un periodo de separación que ayude a madurar esa unión. Pero un plato roto siempre serán dos mitades rotas, y no un bello plato.

Creo que el “hablar de todo”, el comunicarse humana y recíprocamente, disminuiría el número de familias rotas, de hijos que no encuentran un modelo de familia en parte de la sociedad que les rodea. La abundancia de platos rotos no justificará que pongamos platos rotos a los invitados a una boda, o a una cena de gala. Tantos medios para comunicarnos puede que estén logrando lo contrario: comunicar mucho pero comunicamos mucho menos. El medio externo no provoca, per se, el transfer implícito que hay en la comunicación humana, en ese yo que comunica algo a alguien. No expreso mi rechazo a los modernos medios de comunicación, pero sí un reclamo a la humanización de dichos medios, un retomar nuestra Jérica de valores: primero las personas, con sus nombres y apellidos, sus circunstancias concretas, y luego cualquier medio que ayude, no sustituya, esta comunicación humana, recíproca, personal. Es el reto de humanizar la era digital.
 

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