Martes, 24 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Que no se vayan los Jesuitas de Toledo (1558 - 2011)


Siento una profundísima tristeza y emoción, me acabo de enterar que nuestros queridos Jesuitas de Toledo se marchan, nos dejan, no por voluntad propia.

por Paloma Girona Hernández

Opinión

Mis lágrimas no son de cocodrilo. Siento una profundísima tristeza y emoción, me acabo de enterar que nuestros queridos Jesuitas de Toledo se marchan, nos dejan, no por voluntad propia. Una vez más y en los últimos años de su vida, la Providencia les pide obediencia y como buenos jesuitas la cumplirán.

En cierto modo, a los fieles que acostumbramos a ir a “los jesuitas” -como llamamos aquí en Toledo a la Iglesia de San Ildefonso-también se nos pide obediencia. Resignación cristiana de la buena, porque créanme que supone una pérdida tremenda. Es más, no queremos que se vayan. Hoy he vuelto a estar en misa en los jesuitas, sacerdotes, fieles, muchísima gente de Toledo está consternada.

La orden de los jesuitas, sin duda tendrá sus motivos y no creo que una decisión así se haya tomado a la ligera, “la escasez de vocaciones” se oye por ahí. Pues sí, será eso, pero nuestros jesuitas de aquí siempre han sido mayores. Infatigables en su entrega a Cristo, en el cuidado de la vida parroquial, en la disponibilidad al arzobispado, en mantener las tradiciones, particularmente la devoción al Sagrado Corazón. La iglesia de los jesuitas es el santuario del Sagrado Corazón de la diócesis y esperamos que así deba seguir.

Confiamos que la Orden de los jesuitas pueda reconsiderar este cambio tan inesperado, como innecesario (desde la óptica de los fieles). Capellanía de conventos de clausura, direcciones espirituales, atención a inmigrantes (particularmente hindúes católicos que vienen a la ciudad), contínuas confesiones. Confiamos también que nuestro Obispo Braulio atienda al Santuario del Sagrado Corazón y siga como hasta ahora, si Dios lo quiere de la mano de nuestros jesuitas.

Si Dios quiere no se irán, nos dicen que se irán en julio, confiamos que la cosa cambie. Una petición a nuestro obispo Braulio: “envíanos, Señor,  sacerdotes como estos que no queremos que nos dejen, según Tu Corazón”.

Cualquier toledano practicante y asiduo a los sacramentos, sabe que siempre encontrará un confesor en los jesuitas, por las mañanas temprano, a media tarde y la última misa de domingo en la ciudad, es la de los jesuitas, siempre con 4 confesionarios disponibles.
Ir a misa a los jesuitas siempre ha sido para mí encontrar la paz de Dios, la veneración a la Eucaristía, el amor a la Iglesia, la solemnidad sin ceremonias, el cuidado de la liturgia, el sacerdote en su sitio y el seglar en el suyo, seglares comprometidos y ayudando en su labor pastoral, jóvenes en torno a estos tres mayores sacerdotes jesuitas, es encontrar la alta espiritualidad que poco se lleva en nuestros días en su predicación, un evangelio sin fisuras, ni componendas, maestros que enseñan vida espiritual de la buena.

Sacerdotes mayores con solera y olvidados de su primera lozanía sacerdotal. Siempre puntuales, sin estridencias, conservando las tradiciones y siendo los primeros en prodigar las auténticas y buenas devociones. Los primeros viernes de mes hay adoración y exposición del Santísimo, un espectáculo de amor y sencilla devoción arraigada en la fe, con meditación incluida. El rezo diario del rosario aunque haya 3 personas en la enorme iglesia, ahí va lentamente uno de los padres a poner la grabación de los misterios del día.
En el mes de junio, el Sagrado Corazón, sale en procesión por las calles del casco histórico.

El altar mayor y la iglesia dedicada al patrón de Toledo, San Ildefonso, aquel de quien la tradición narra el milagro que la mismísima Virgen María se le apareció - ella le regaló una casulla para usar en fiestas marianas, diciéndole: “Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería.”

Una iglesia grande, con una capilla barroca interior impresionante dedicada a la Virgen María. Cristo en el centro de la iglesia, presidiendo la cruz y ambos lados unas estatuas preciosas del Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María, y los jesuitas se han preocupado, siempre hay flores, decoro, orden, limpieza, cuidado de las imágenes. Podrían haber puesto en alguna capilla lateral estas dos preciosas estatuas, pero no, nuestros jesuitas han querido que nos miren y nos sintamos atraídos por ellos nada más entrar en la iglesia.
  
La llegada de los jesuitas a Toledo se produjo tras la muerte del cardenal Siliceo, que se había negado a que se establecieran en la ciudad. Su sucesor, el arzobispo Carranza, les concedió el permiso necesario y entre octubre y diciembre de 1558 estuvieron alojados en el Colegio de Infantes. En 1561 compraron una casa en la colación de Santo Tomé, que era más capaz para una comunidad que crecía: 12 sacerdotes, 3 estudiantes y 7 hermanos coadjutores. En 1583 abrieron un colegio, el de San Eugenio, regentado por 17 sacerdotes y hermanos coadjutores, en una casa alquilada en la calle hoy San Miguel de los Ángeles. Cuando iniciaron las clases, los alumnos eran 700. El 1 de abril de 1767 los jesuitas son expulsados de los territorios de la Monarquía (España y las Indias) y sus bienes incautados. La biblioteca pasará a la arzobispal y por un tiempo los locales del Colegio de San Eugenio serán ocupados por la Universidad de Toledo.

El regreso de los jesuitas a Toledo se realizó en 1903 con el Beato cardenal Sancha, que les permitió recuperar la iglesia de San Ildefonso y abrir una residencia en el lugar que todavía ocupan.

Si Dios quiere no se irán, nos dicen que se irán en julio, confiamos que la cosa cambie. Una petición a nuestro obispo Braulio: “envíanos, Señor,  sacerdotes como estos que no queremos que nos dejen, según Tu Corazón”.

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