Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La verdad se propone, no se impone


La Verdad que se propone, nunca se impone: la verdad de la entrega total, del amor total que siempre respeta la libertad de su creatura.

por José F. Vaquero

Opinión

Políticos de uno y otro signo llevan varios días posicionándose sobre la brutal agresión al consejero de cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz. Unos y otros, a la par que lamentan los acontecimientos, ofrecen su lectura política. Al fin y al cabo, ésa es su profesión, “hacer política interpretativa” interpretar los acontecimientos desde una óptica política; o al menos eso es lo que perciben numerosos ciudadanos. La agresión ha sido un acto de violencia, hasta ahí todos de acuerdo, y claramente disonante para una sociedad democrática y libre. Cada quien que lo juzgue con el tinte político que prefiera, o mejor aún, sin esas gafas que con tanta frecuencia deforman la realidad.

A mí me suscita una pregunta: ¿Cómo se protesta ante la ley? ¿Cómo se “impone” una ley, o lo opuesto a la ley? En una sociedad democrática, ¿cómo se imponen las decisiones políticas, la política? En esta pregunta ya habrán detectado el primer problema, y el primer error. Pretender “imponer” la política, pretender “imponer” una verdad política, es atentar contra la dignidad del hombre, y desemboca, tarde o temprano, en el autoritarismo y la dictadura. Podrá estar propugnada por las izquierdas, las derechas, los antisistema o el capitalismo salvaje; dictadura e imposición, a fin de cuentas. La verdad se propone, se muestra, se explica, pero jamás se puede imponer. Y si una ley civil y deberes. No se impone por decisión constituyente de la autoridad, sino por conveniencia en orden al bien común, y respetando siempre el bien moral.

Ni siquiera la Verdad suprema se nos impone. Jesucristo, la Palabra encarnada, que se definió a sí mismo como la Verdad, no se impuso, se propuso. Se propuso en la sencillez del Niño de Belén, que hemos recordado hace pocas semanas. Se propuso en la cotidianeidad de una vida oculta en Nazaret. Se propuso incluso cuando realizaba milagros, hechos por los que unos creyeron y otros le condenaron. Ésa es la verdad que se propone, nunca se impone, la verdad de la entrega total, del amor total que siempre respeta la libertad de su creatura.

Demos un paso adelante: ¿Cómo se decide la ley? ¿Cómo debe actuar la política, y sobre todo los políticos, en este itinerario de la decisión de la ley? La Iglesia, desde su experiencia, sabiduría y libertad, habla de un criterio base. El principio es la caridad (caritas in veritate), y se apoya en dos criterios: la justicia y el bien común. El primero lo entendemos fácilmente; el segundo, a veces no resulta tan evidente.

El bien común es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en la social.  Por bien común se entiende, nos dice el catecismo, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a los grupos y a cada uno de sus miembros, el logro de la propia perfección. No se trata de un principio cuantitativo  (cuantas más personas se benefician de esta decisión, mayor es su bien común). No, el bien común es cualitativo, se mide por la bondad íntegra que hay detrás de una actuación.

En ocasiones pensamos que las enseñanzas de la Iglesia tocan poco a la realidad concreta, diaria, de nuestro existir; o creemos que tienen sólo una dimensión espiritual (espiritualista, habría que matizar). La realidad es distinta, y si no, leamos este texto, con los consejos prácticos que la Iglesia nos transmite a través del Catecismo de la Iglesia:

¿Cómo participa el hombre en la realización del bien común? Todo hombre, según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, participa en la realización del bien común, respetando las leyes justas y haciéndose cargo de los sectores en los que tiene responsabilidad personal, como son el cuidado de la propia familia y el compromiso en el propio trabajo. Por otra parte, los ciudadanos deben tomar parte activa en la vida pública, en la medida en que les sea posible.

Respuestas concretas, con una aplicación directa para aquel que quiere construir la nueva civilización del amor.
 

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