Un granito de arena, y una lección
En el hospital he aprendido el respeto y la admiración de lo que el ser humano es capaz de poner en la vida": ganas de vivir, de salir adelante, de volcarse en favor de los demás.
por José F. Vaquero
Empieza un largo trimestre, la cuesta de enero (y la de febrero), además de ser subida va a ser un extenso camino. En los albores de este trimestre, y mientras niños y grandes nos preparábamos para el fatídico lunes, he tenido la ocasión de asomarme a una cátedra muy especial. Situada en Toledo, antigua capital del Reino, es para algunos la prueba evidente4 que justifica la eutanasia. Sin embargo para otros, y sobre todo para muchos de lo que están allí, se trata de todo lo contrario. Me refiero al hospital de tetrapléjicos de Toledo, centro de rehabilitación física, y sobre todo espiritual.
Conocí, por ejemplo, la historia de Diego Mula, enfermo en silla de ruedas desde hace 6 ó 7 meses. Un bulto de grasa, muy cercano a la médula, le provocó una parálisis parcial, y el “matrimonio forzado” con su silla de ruedas, y con mucha posibilidad hasta que la muerte los separe. A pesar de su situación física, y las realistas limitaciones que él mismo reconoce, es calificado por sus compañeros, sus “amigos” como ellos mismos se llaman, como una de las mejores sonrisas del hospital.
Y no se trata de la excepción. Muchos de los que allí, con sus enfermedades y deficiencias físicas, viven más felices, con más ilusión y entusiasmo, que los que tienen mucho. El hospital te enseña a no quejarte, a apreciar lo que tienes. El dolor humaniza, y aunque nos resistimos a aceptarlo, es un hecho que constatamos en muchos pacientes, “sufridores”, que nos rodean. Es duro sí, si no tendría el nombre de dolor; pero ellos mismos nos muestran la grandeza que de él brota, si se recibe y se afronta con amor.
Una persona avanzada en edad camina por ese hospital, sembrando y recibiendo amor. La Madre Carmen, monja desde los 18 años, no ha perdido sus ganas de vivir y aprender, eso que ya cuenta 74. Profesora, entre otras muchas cosas, define la vida como un aprender, y el que no aprende malvive. ¿Qué enseña, o mejor, qué aprender, en este Centro de Rehabilitación, casa de grandes males y enfermedades? “En el hospital, afirma, he aprendido el respeto y la admiración de lo que el ser humano es capaz de poner en la vida”: ganas de vivir, de salir adelante, de volcarse en favor de los demás.
Su labor, día a día, consiste en sonreír, amar, dar alegría y esperanza, ahí donde parece que todo está perdido, después de ese accidente de tráfico, ese salto mal dado, esa caída o esa inexplicable enfermedad. En cada jornada, la Madre Carmen se admira de la cantidad del amor que el hombre es capaz de dar y de recibir. Porque en esto resume la vida: dar mucho amor y recibir mucho amor. La vida es recibir y dar, dar y recibir.
Grandes lecciones, que nos ilusionan más que el tedio de ciertas noticias: disputas políticas o sindicales que no llevan a ningún sitio (salvo a seguir gastando o malgastando dinero); medio declaraciones de un grupo de terroristas que siguen justificando la violencia con tal de tener poder; maniobras de algunos empresarios para aparentar ajustes económicos (lo siento, tenemos que hacer un ERE), mientras siguen viviendo a cuerpo de rey. Y podríamos seguir, si no fuera porque es más útil ver las estrellas que llorar porque parece que el sol se aleja.
La vida es trabajo y esfuerzo, y Diego Mula, como tantos enfermos, son los primeros en afirmarlo. Pero eso no significa que no sea feliz, cuando en ella se recibe y se da amor, se da y se recibe amor. ¿Ejemplos? Si nos fijamos, encontraremos muchos. De nosotros depende ver la botella medio llena o medio vacía, de nosotros y de los que nos la enseñan.
En este modo de ver la botella no podemos olvidar el papel de los medios de comunicación, televisión, radio, prensa, Internet… Este acercamiento del hombre al corazón humano viene también, como en este caso, de la mano de un programa televisivo. Un programa que nos humaniza, y nos enseña que en la sociedad, junto a tantos males, hay también muchos bienes. Un programa de Intereconomía que, como su nombre indica, pretende ser “Un granito de arena” en la lluvia de roca en la que a veces parece que vivimos. Creo que está cumpliendo su objetivo, sintetizado en palabras de su presentador, Bertín Osborne: “dar cabida y dar voz a personas que ayudan a los demás sin recibir nada a cambio”. Habría que rectificar: reciben el ciento por uno, y en la otro mundo la vida eterna.
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