Echar a Jesús de la Navidad
Algunos han secuestrado la Navidad de su verdadero sentido, y los demás, bobalicones, somos los cómplices silenciosos de este robo mundial. Como los trileros en las ferias, nos han engañado como a chinos
por Álex Rosal
Con un puntapié, sin miramientos y a empujones estamos echando a Jesús de la Navidad. Él es el protagonista de esta fiesta… pero hace 2.000 años de eso y desde entonces mucho ha llovido.
Ahora la Navidad es turrón, cava catalán con permiso de Carod-Rovira, juerga, comilonas, reunión familiar, el coche de aquí para allá y muchos regalos. Ya ni sabemos qué celebramos, ni por qué nos reunimos o el por qué de los regalos. La Visa y la Mastercard echan humo, El Corte Inglés amplia horario y todos nos felicitamos «las fiestas».
Algunos han secuestrado la Navidad de su verdadero sentido, y los demás, bobalicones, somos los cómplices silenciosos de este robo mundial. Como los trileros en las ferias, nos han engañado como a chinos.
Celebramos la Navidad como si de una rica nuez se tratara, pero, ja, nos quedamos solo con la cáscara al no haber nada dentro. Pocos son los motivos ya para alegrarse por el nacimiento de Jesús. Lo hemos echado de la Navidad. Y con éstas, es lógico oír una retahíla de quejidos: que si «estas fiestas» traen tristeza, que si me viene la melancolía, que si estoy solo y me pongo a llorar. Normal. Vivir la Navidad sin su auténtico sentido hace que nos acordemos más de los familiares que se fueron y de nuestras propias miserias. Esto nos pasa a nosotros y al escandinavo de turno.
Ya comprendo que es difícil concentrarse estos días con tanto jolgorio y comilonas, y reflexionar que demonios celebramos el 25 de diciembre. Pero si logramos liberarnos de tanta tontería podremos pensar que es eso de la Navidad como para que desde hace 2.000 años se tire la casa por la ventana en casi todo el mundo.
Sobre todo, que con el nacimiento de ese niñito llamado Jesús se produjo en el mundo una verdadera revolución, no como la marxista, no, eso es plamplinas. Una revolución seria. Que Dios se hizo niño y se quedó para siempre con nosotros. ¿Y eso sirve para algo? Hombre, sobre todo para que seas más feliz. A partir de entonces ya nadie puede sentirse sólo: Jesús está a tú lado, es el amigo que no falla; el que sana las heridas del corazón; el que ayuda a perdonar las ofensas que recibimos; el que apaga el fuego del odio; el que anima en tiempos de depresión; el que empuja cuando la montaña se hace muy cuesta arriba; el que frena cuando la turbación pide mudanza; el que calla cuando nos olvidamos de Él; el que se alegra cuando aparecen los buenos momentos; el que… Por Él si vale la pena celebrar la Navidad.
Ahora la Navidad es turrón, cava catalán con permiso de Carod-Rovira, juerga, comilonas, reunión familiar, el coche de aquí para allá y muchos regalos. Ya ni sabemos qué celebramos, ni por qué nos reunimos o el por qué de los regalos. La Visa y la Mastercard echan humo, El Corte Inglés amplia horario y todos nos felicitamos «las fiestas».
Algunos han secuestrado la Navidad de su verdadero sentido, y los demás, bobalicones, somos los cómplices silenciosos de este robo mundial. Como los trileros en las ferias, nos han engañado como a chinos.
Celebramos la Navidad como si de una rica nuez se tratara, pero, ja, nos quedamos solo con la cáscara al no haber nada dentro. Pocos son los motivos ya para alegrarse por el nacimiento de Jesús. Lo hemos echado de la Navidad. Y con éstas, es lógico oír una retahíla de quejidos: que si «estas fiestas» traen tristeza, que si me viene la melancolía, que si estoy solo y me pongo a llorar. Normal. Vivir la Navidad sin su auténtico sentido hace que nos acordemos más de los familiares que se fueron y de nuestras propias miserias. Esto nos pasa a nosotros y al escandinavo de turno.
Ya comprendo que es difícil concentrarse estos días con tanto jolgorio y comilonas, y reflexionar que demonios celebramos el 25 de diciembre. Pero si logramos liberarnos de tanta tontería podremos pensar que es eso de la Navidad como para que desde hace 2.000 años se tire la casa por la ventana en casi todo el mundo.
Sobre todo, que con el nacimiento de ese niñito llamado Jesús se produjo en el mundo una verdadera revolución, no como la marxista, no, eso es plamplinas. Una revolución seria. Que Dios se hizo niño y se quedó para siempre con nosotros. ¿Y eso sirve para algo? Hombre, sobre todo para que seas más feliz. A partir de entonces ya nadie puede sentirse sólo: Jesús está a tú lado, es el amigo que no falla; el que sana las heridas del corazón; el que ayuda a perdonar las ofensas que recibimos; el que apaga el fuego del odio; el que anima en tiempos de depresión; el que empuja cuando la montaña se hace muy cuesta arriba; el que frena cuando la turbación pide mudanza; el que calla cuando nos olvidamos de Él; el que se alegra cuando aparecen los buenos momentos; el que… Por Él si vale la pena celebrar la Navidad.
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