¿Caminante o andarín? Responde Santiago
El caminante, el peregrino, tiene clara su meta: la plaza del Obradoiro, la cripta de Santiago; el andarín va curioseando las tiendas y calles, los menús de restaurantes y marisquerías.
por José F. Vaquero
Estamos arrancando un nuevo curso, y miramos a las pasadas vacaciones con nostalgia, a la vez que con un grato recuerdo. Hasta hace pocos días todo era descansar, disfrutar del ocio, la lectura, los buenos amigos, la naturaleza, la playa con sus chiringuitos… y de repente, el jefe, el ordenador, la oficina, la presión laboral. No olvidemos tan rápido las vacaciones, y echemos una mirada atrás.
«Este mundo es el camino / para el otro que es morada / sin pesar», escribió nuestro gran poeta Jorge Manrique. Todos hemos caminado durante estas vacaciones, y yo, como tantos otros, he caminado por el Camino, el Camino de Santiago. Hermosa experiencia, y muy actual, ya verán. Entre otras muchas lecciones, en Compostela aprendes a distinguir al caminante del andarín. Por las calles de Santiago se distingue a primera vista a uno y otro. Y no sólo por la mochila, las botas y el rostro sudoroso. El caminante, el peregrino, tiene clara su meta: la plaza del Obradoiro, la cripta de Santiago; el andarín va curioseando las tiendas y calles, los menús de restaurantes y marisquerías. El caminante tiene una meta, llega a un lugar; el andarín recorre las estrechas rúas, sacando fotos aquí y allá. Al final del día, el peregrino, agotado físicamente, se duerme satisfecho, con el corazón henchido de alegría; el andarín, después de una noche de fiesta, llega al hotel y piensa: a ver si mañana me divierto más.
El otro día escuché a una radioyente: «¡Qué pereza! De nuevo empieza el curso». Y aclaraba: qué pereza, de nuevo las corrupciones políticas, las mutuas acusaciones, las promesas nunca cumplidas y siempre repetidas. Qué pereza, la crisis económica y laboral, los traídos y llevados brotes verdes que no se ven (¿Será que la crisis económica les ha descolorido?). Qué pereza. ¿Hacia dónde vamos, si es que vamos a algún sitio? Nos parecemos al andarín, que va fotografiando curiosidades, saltando de tienda en tienda, brincando de entretenimiento en entretenimiento. ¿Camina la sociedad hacia algún lugar? ¿O simplemente anda, se desplaza, sin rumbo fijo?
Muchas voces públicas se empeñan en repetirnos que la situación actual está originada por una crisis económica mundial, globalizad. Tienen algo de razón, no lo discuto, pero es como decir que el coche no funciona porque las ruedas no giran. La crisis va más allá de la economía, de la simple ley de la oferta y la demanda: hay dinero, se vende; no hay dinero, no se vende. Si el hombre fuera sólo dinero, sólo bienes materiales, les daría la razón, pero sabemos que el hombre es algo más que un poco de material genético saltando de tienda en tienda, como nuestro andarín de Santiago.
La verdadera crisis está en el corazón del hombre, en la preocupación, o despreocupación, por llegar a los pies de Santiago Apóstol. ¿Hacia dónde vamos? ¿De dónde venimos? ¿Dónde están nuestras raíces? Al visitar el Campo de Gozo, aquel monte cercano a Santiago donde cientos de miles de jóvenes se encontraron con Juan Pablo II, hace ya veinte años, encontré esta frase: «Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: ¡Vuelve a encontrarte, sé tú misma, descubre tus orígenes, aviva tus raíces!» Y no se trata del catolicismo por el catolicismo, por una especie de prioridad arbitraria sobre otras religiones e instituciones; se trata de los principios del hombre, ese ser material y espiritual, cuerpo y alma que decía los clásicos, o ser que come y ama, en un lenguaje más coloquial.
¿Camina la sociedad hacia algún lugar?, me preguntaba antes. Creo que no, y me explico. La sociedad no existe, no al menos como un andarín o un peregrino caminante. Existimos las personas, los hombres y mujeres que componemos esa sociedad. Y cuando aquel hombre que tanto influyó en la vida humana, espiritual y social de finales del siglo XX habla a Europa, no habla a una sociedad; se dirige a las personas que la componen, a ti, a mí. Vuelve a encontrarte, sé tú mismo, descubre tus orígenes, aviva tus raíces. Por eso sigue siendo actual el Camino de Santiago, ese encuentro con uno mismo y con Dios. Y por eso también muchos “ateos” de nombre realizan este Camino. En nuestro mundo cada vez hay más dinero, más bienes, no siempre debidamente repartidos, pero también más insatisfacción, más ansias de amor, de espiritualidad, de religiosidad, de Dios.
Comentarios
Otros artículos del autor
- El misterio del bien y el mal, siempre presente
- Médicos humanos, para niños y mayores
- Buceando en el matrimonio, un iceberg con mucho fondo
- La fecundidad social del matrimonio
- Cuarenta años de la reproducción «in vitro» en España
- Una bola de nieve llamada Belén de la Cruz
- Hakuna, la Carta a Diogneto del siglo XXI
- El drama de los «likes»: ¿qué diría Juan Pablo II?
- Procesiones y profesiones
- ¿Qué pasa con la natalidad?