El hombre en busca de sentido
La razón, la explicación intelectual, no satisface el corazón, y el centro del ser humano está aquí, en el corazón. Es necesaria "la experiencia humana".
por José F. Vaquero
Ha pasado más de medio siglo desde que Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco, publico este libro, con tan sugerente título. El autor nos transmite su experiencia de supervivencia en varios campos de concentración, en los que logró mantener su ilusión por la vida. ¿Dónde sacó fuerzas, más allá de las fuerzas físicas? El cuerpo tuvo que resistir mucho, pero el suyo no era el más fuerte para resistir; sin embargo, lo logró, encontró el sentido que estaba buscando.
Este martes hemos asistido a una película – documental, proyectada en el cine Palafox, que podría llevar el mismo título, y tiene los mismos valores e ideales. Con una ventaja sobre el libro de Viktor Frankl: los hechos que narra son mucho más cercanos a la experiencia diaria de este siglo XXI, los podemos ver cada día en la televisión, en los periódicos. Dos jóvenes estadounidenses, hermanos y procedentes de una familia que no podríamos considerar “modélica”, se deciden a responder a las preguntas más profundas del ser humano:¿Quién soy yo? ¿En qué consiste vivir? ¿Realmente vale la pena? ¿La vida tiene sentido, motivo para ser vivida y disfrutada?
“La experiencia humana”, título de esta producción cinematográfica, cuenta el viaje que emprendieron, y que les puso en contacto con la vida de gente que vive en las calles de Nueva York, huérfanos y niños discapacitados de Perú, y leprosos abandonados en los bosques de Ghana. ¿Qué encontraron aquí? Yo lo resumiría en una palabra: vida humana.
En estas situaciones difíciles, en medio del frío y abandono de las calles de Nueva York o de las enfermedades y discapacidades de un ser tan inocente como es un niño, encontraron la alegría de vivir, las ganas de seguir viviendo, de crecer, de amar. ¿De dónde sale este entusiasmo? ¿No nos dice la lógica humana que debería ser al revés, que a mayor sufrimiento, a mayor dolor, a mayor enfermedad, menos ilusión por la vida?
En nuestra sociedad tecnológica y racionalista, estos jóvenes no buscan una respuesta intelectual sino experiencial. La ciencia, y casi tendríamos que decir “la diosa ciencia” no responde a estas preguntas. Puede explicar por qué unos átomos de hidrógeno se transforman en helio, el proceso mediante el cual una proteína es asimilada por el organismo, pero no estas preguntas profundas. Por eso la diosa ciencia se queda tan lejos de nuestro corazón. La razón, la explicación intelectual, no satisface el corazón, y el centro del ser humano está aquí, en el corazón.
Preguntado uno de los protagonistas por su experiencia personal, y las claves para que todos los hombres vivamos, con este significado profundo que tiene esta palabra, dejó cuatro palabras clave: fe, amor, esperanza y familia. Y son palabras con un significado humano, además de religioso: fe en el hombre, en que no somos máquinas que interactuamos, sino seres humanos que nos relacionamos. Amor, acto principal de la voluntad y el corazón del hombre, eso que nos distingue del resto de animales. Esperanza, actitud que surge al constatar que en la vida hay algo más. Y familia, núcleo básico para construir la sociedad y cada uno de sus miembros.
Con estas raíces, el corazón del hombre puede dar fruto, puede hacer crecer la vida, y a la vez es capaz de descubrir la grandeza de este don. ¿Por qué hay seres humanos que tienen todo y viven aburridos, y otros que carecen de todo, incluso de aparentes motivos para ser felices, viven llenos de alegría? Creo que en estas cuatro palabras está la clave, cuatro palabras que se ven agrandadas cuando dejamos que Dios y la dimensión religiosa del hombre, inscrita en su naturaleza, ilumine nuestro corazón.
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