El enigma de la creación
«El corazón tiene razones que la razón no entiende», pero con frecuencia tiene mucha más razón.
por José F. Vaquero
Hace pocos días diversos medios afirmaban que el prestigioso astrónomo Stephen Hawking ha demostrado que Dios no existe (es innecesario), pues el cosmos se ha creado a partir de la nada. El Bing Bang, la gran explosión inicial que dio origen al universo, sería “una consecuencia inevitable” de las leyes de la física, con lo cual el cosmos “se creó de la nada”. Así lo afirma en su último libro, The Grand Design. Respetando a tales medios, y respetando igualmente a este astrónomo, creo que es de justicia redimensionar tal afirmación.
En la comunidad científica hay muchos que no se sienten a gusto ante este calificativo del señor Hawking. ¿Prestigioso? Si es por el número o prestigio de publicaciones científicas, el calificativo le queda grande; y si aludimos a la repercusión mediática de sus teorías, no es precisamente lo que más debe preocupar a un estudioso de la ciencia y la astronomía. No se trata, ciertamente, de un científico mediocre, pero tampoco del mayor investigador.
Con esto por delante, pensemos un poco con sentido común. Todo vendría del big bang, una tremenda y potente explosión de energía. Y ya nos encontramos con un problema: si hay energía, partículas en movimiento, y en mucho movimiento, de algún modo empezaron a existir dichas partículas. Y de algún modo se empezaron a mover. Los científicos hablan de creación como de “cambio de estado físico”; pero de ahí al paso del no ser al ser, hay una gran diferencia.
Científicamente es poco manejable la hipótesis del mundo eterno, y ya el premio nobel Christian de Duve descartó esta posibilidad. Afirmar que algo que se acaba (y estamos rodeados de cosas finitas)., no tuvo un principio, es aventurarse demasiado. Resulta más comprensible que “alguien” hizo “algo”.
Los amantes de la estadística barajan otra opción: alguien hizo algo, algo muy básico, y por azar y evolución llegamos al universo actual. Sin embargo, el azar, la pura casualidad, no explica nada; más aún, es rechazar la base de la ciencia, o sea, el estudio de la realidad a partir de sus causas. Un científico que defiende el azar como única explicación se parece a un forofo del Barça que, cuando este se enfrenta con el Real Madrid, apoya con gran entusiasmo al equipo merengue. Lo que los clásicos llamaban Contradictio in terminis.
Más aún, si se cumplió esa rarísima posibilidad, altamente hipotética incluso para la comunidad científica, de que un ser evolucionase tanto, ¿por qué siempre y casi de modo único ha evolucionado hacia la perfección y complejidad física?
Menudos problemas con la creación del mundo, el inicio del universo. A los creyentes nos parece evidente que Dios ha creado el mundo; a algunos ateos, pocos, les parece absurdo. No es científico negar lo sobrenatural, ni afirmarlo; lo científico es buscar las causas físicas, y reconocer que hay datos, como la creación de la nada, que la ciencia no puede explicar.
Y aquí entra la sana intuición del hombre: si la vida tiene un sentido, un camino hacia algo mejor, un sendero ascendente, ¿no será porque alguien lo ha pensado? Al hombre de siempre, y hoy con más razón, le convence más un Corazón que cuida a cada persona y se preocupa por ella que una inteligencia perfecta que lo explique todo. “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, pero con frecuencia tiene mucha más razón.
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