Seguimos siendo privilegiados
por José Luis Restán
La sensación de pánico y vulnerabilidad a la que nos ha conducido la vertiginosa difusión del coronavirus es comprensible. Las sociedades europeas se han acostumbrado a un grado de bienestar y seguridad en todos los órdenes inimaginable en cualquier época anterior de la historia, y este zarpazo tira por los aires el tablero en el que nos hemos acostumbrado a jugar. Pero la inquietud que razonablemente nos embarga no debería bloquearnos ni oscurecer la razón.
Estamos inmersos en una crisis global y, en medio de ella, los españoles seguimos siendo unos privilegiados, porque disponemos de enormes recursos sanitarios y económicos para afrontarla, algo de lo que están muy alejados otros puntos del planeta que también están siendo golpeados. Disponemos, además, de un sistema de derechos y libertades que ofrece un marco inmejorable para actuar, incluso si se trata de medidas extraordinarias, que en otros lugares conllevarán injusticia y arbitrariedad.
Se ha dicho con razón que esta crisis, con su carga de sufrimiento y desasosiego, puede ser una oportunidad de recuperar las mejores virtudes de nuestro pueblo: generosidad, entrega, sentido de una gran aventura compartida… Es posible, aunque no será automático. Otra de las posibilidades que se nos abren es levantar nuestra mirada al ancho mundo en el que vivimos, donde mucha gente padece enormes injusticias y carencias que claman al cielo. El Papa pedía estos días no quedar atrapados en el agujero de nuestro lógico malestar, y recordar que hay muchos para los que esta epidemia será como un huracán arrasador frente al que apenas puedan defenderse.
De esta conciencia nace una gratitud y una responsabilidad. Gratitud por el patrimonio común que debemos custodiar y acrecentar con la aportación de todos. Y responsabilidad de cara a un mundo herido que no nos puede ser ajeno. Eso nos ayudará a cortar la espiral malsana de nuestro miedo y a luchar más alegremente este combate.
Publicado en ABC.