Los misioneros españoles, en alerta ante el coronavirus: «Se agudiza la pobreza, no hay para comer»
El coronavirus no conoce de fronteras y está haciendo mucho daño en numerosos países de los cinco continentes. Y el miedo es muy grande en estados pobres a tenor de lo que está pasando en Europa, con ejemplos como Italia o España, cuyos sistemas sanitarios están colapsados por los efectos del virus.
Por este motivo, Obras Misionales Pontificias se ha puesto en contacto con algunos misioneros que están en algunos de estos países y que viven con inquietud esta pandemia, y redoblando su trabajo y su oración. Además de la extensión de la enfermedad en sí, les preocupan las consecuencias que tendrá en tantas personas pobres que viven en la calle, y que comen de lo que trabajan cada día.
“Con esta situación creada por el coronavirus se agudizó la pobreza, no hay para comer”, explica el misionero Domingo García Hospital, sacerdote de la OCSHA, desde Perú. En Piura, donde él vive, la inmensa mayoría de la población sobrevive con el trabajo informal al día. En la parroquia tienen funcionando cinco comedores (ollas comunes), en las que se apoya con algunos alimentos a mujeres organizadas, que cocinan para todas las familias que conforman la organización.
“En este momento, en la soledad de la casa le doy vueltas y vueltas para ver cómo ampliar la organización y el servicio en otros asentamientos humanos, no es fácil, no veo posibilidades, tengo fe. Rezo”, concluye.
"Confiamos plenamente en la Providencia"
En Lurín, las Hermanitas de los Pobres acompaña a 35 ancianos pobres en un hogar de acogida. María Henar González es consciente de que son la población con más riesgo, están en aislamiento, siguiendo las instrucciones del gobierno. Desde allí pide la oración, ante la difícil situación en la que se encuentran. “Vivimos de limosna, las hermanitas suelen salir a pedir. Ahora que no podemos salir confiamos plenamente en la Providencia de Dios que no nos falte nada para nuestros anciano”.
El COVID-19 también llegó a Brasil. Allí en la diócesis de Bacabal, está un sacerdote diocesano de Getafe, el padre Alberto Íñigo Ruano. A través de las redes sociales se une en oración con la gente de su parroquia con una hora de adoración al Santísimo, el Rosario y la Misa. Pero su acción también es off-line. “Visito enfermos, hablo, animo, rezo con ellos... Además, cada semana salgo con la Custodia por las calles de la ciudad y por las comunidades. Las familias que quieren recibir la bendición salen a la puerta con una vela en la mano. Es impresionante.”
En Chile hay otro sacerdote español, el padre Álvaro Chordi. Misionero de ADSIS en Santiago de Chile, lleva varios días impulsando una campaña desde la parroquia San Saturnino para ayudar a los inmigrantes y personas sin techo en estos momentos de emergencia. La cuarentena que se ha decretado no parece frenarles, siempre cumpliendo con las instrucciones de las autoridades. “Antes de empezar la cuarentena, repartimos lotes de comida para varios días. Además, la parroquia está abierta 4 horas al día para que los indigentes puedan pasar a los baños de la parroquia”. Y por otro lado, según cuenta, está en conversaciones con el gobierno para poner a disposición un gran salón de la parroquia para acoger a los sin techo mientras dure esta situación.
Al norte de Chad, la tribu de los samburu conoce poco sobre el virus. Allí, el misionero de Yarumal de origen colombiano, Luis Carlos Fernández está visitando todas las comunidades para alertarles, y explicarles la importancia de lavarse las manos. “Las medidas contra el virus se están haciendo cada día más estrictas. Cerraron escuelas, y ahora cierran los mercados. El hambre, que es la que más mata gente en el mundo, será más mortal que el coronavirus”, explica.
Rezar por los misioneros
Desde Camerún, otro misionero javeriano, el navarro Ángel de la Victoria, escribe un blog con el día a día en la misión. Según cuenta, aunque las escuelas han cerrado, la gente sigue su vida con normalidad. Muchos de ellos porque ignoran o no se creen la gravedad del virus, pero otros tantos porque tienen que trabajar. “¿Cómo va a hacer muchísima gente que vive el día al día, qué harán miles de mujeres que temprano de madrugada están haciendo los buñuelos que luego venden en las calles?”, se pregunta. Con este panorama, ellos han suspendido las actividades y misas. ”Salimos lo menos posible y hemos querido convertir la parroquia en un lugar de oración por los demás, cercanos y lejanos, gente que sufre la enfermedad, cuidadores, personas solas, personas fallecidas...”.
Desde Mozambique, el misionero somasco Carlos Moratilla, ha aplicado las medias preventivas en el hogar que dirige para niños de la calle, y se ha unido a la oración de toda la Iglesia a la Virgen de Fátima. “Hemos hecho una procesión y un rosario con la Virgen de Fátima, y hemos rezado por todos los implicados y afectados por la enfermedad. Lo hemos hecho con separación de un metro como mínimo entre nosotros”.
Obras Misionales Pontificias invita a todos a unirse en este periodo de confinamiento en la oración por los misioneros que están en el mundo dando la vida. Por ello, ha creado en su web una sección específica para vivir este tiempo en clave misionera, con especial protagonismo de la oración del rosario misionero, y del ofrecimiento de los dolores de la enfermedad. Además, ofrece entretenimiento para niños y adultos, y meditaciones diarias en audio del director nacional de la institución, José María Calderón.