20 meses fuera de su hogar: Semana Santa en Erbil
Los refugiados cristianos en Kurdistán se esfuerzan por no perder las ganas de celebrar la Pascua
"Ay si perdemos el fervor y el deseo de celebrar", previene el sacerdote católico caldeo Paul Thabit Mekko, a cargo del campo de refugiados "Ojos de Erbil", en las afueras de la capital del Kurdistán iraquí.
Son ya 20 meses desde que los cristianos de Mosul y la llanura de Nínive huyeron con lo puesto, de la noche a la mañana, cuando Estado Islámico ocupó sus tierras y casas. En Kurdistán tienen seguridad, pero no hay trabajo, las estrecheces son muchas y el desánimo tiende a apoderarse de ellos. También la cultura es distinta: los refugiados son de lengua árabe, mientras que en Kurdistán se habla el kurdo, una lengua que no se parece en nada.
Por eso, para estos cristianos celebrar la Semana Santa y la Pascua es un esfuerzo por avivar entre ellos la fe y la esperanza, y siempre a través de la caridad.
Las familias se organizan para embellecer las iglesias con adornos y guirnaldas. También dan de lo poco que tienen para una colecta que ayude a los más necesitados, incluyendo también a musulmanes especialmente pobres.
140 familias en un campo
En este campamento de refugiados viven 700 personas: son 140 familias en 46 mini-apartamentos, junto a un área de almacén, una guardería, una escuela infantil y una secundaria.
El padre Paul les quiere animar a tener esperanza y "permanecer firmes en la fe". "Su más profundo deseo es volver algún día a sus hogares", explica a la agencia AsiaNews.
"Esperamos que esta Pascua sea realmente la última en esta condición de refugiados. Esperamos estar de vuelta en nuestros hogares, en nuestros pueblos, y que esta fiesta sea una oportunidad para recordar al mundo nuestra desgracia, nuestro dolor, nuestro sufrimiento", añade el sacerdote.
Mantener las tradiciones es difícil
Mientras tanto, los refugiados cristianos de Mosul y la planicie de Nínive se acercan a la Pascua haciendo "revivir las tradiciones y las canciones" como cuando la celebraban en los pueblos, antes de la llegada de las milicias del Estado Islámico (EI). Los fieles pretenden "recuperar lo que dejaron atrás".
Pero hay tradiciones que en el exilio no se pueden mantener. Por ejemplo, el padre Paul explica que "el Viernes Santo en mi pueblo se entonaba una canción local y la comunidad participaba con devoción". Hoy, sin embargo, las familias de la llanura de Nínive se encuentran dispersos en los diferentes centros de acogida en Erbil y Kurdistán, otros han huido al extranjero. "Aquí hay una gran mezcla entre los refugiados que vienen de diferentes lugares y tienen diferentes tradiciones. Ya no es una fiesta de pueblo e incluso si viven en Ankawa [el barrio cristiano de Erbil] están luchando para mantenerse en contacto entre sí. Incluso en este caso estamos viviendo una realidad en la diáspora".
El padre Paul se esfuerza por promover actividades que recuperen las tradiciones y unan a los refugiados.
"Con los fieles de Karemles, donde era párroco, para el Domingo de Ramos llevamos a cabo una pequeña procesión en el campo. Por supuesto, no fue una marcha impresionante como en los días de la localidad, pero cantamos canciones tradicionales. Una señora hizo un dibujo con una reproducción del gran cerro de Santa Bárbara, que domina al pueblo. Son pequeños signos de pertenencia, el intento de mantener un vínculo con la tierra que tuvieron que abandonar".
Regalos y huevos de Pascua
Entre otras iniciativas previstas en los próximos días está una reunión entre las familias del centro de recepción para el intercambio de saludos y regalos; y de nuevo, la distribución del huevo de Pascua para colorear una celebración de la comunidad en la plaza del campo de refugiados.
Por supuesto, será diferente a las celebraciones de antaño, cuando "se organizaban juegos, se llevaban a cabo bailes, cantos y danzas, se marchaba en una solemne procesión por las calles del pueblo. Sin embargo, la situación general es sombría, incluso aquí en Kurdistán hay dificultades y por esto no podemos sentirnos en ánimo de promover grandes actividades".
Puede ayudarse a los cristianos desplazados y refugiados de Irak, Siria y otros países aquí con Ayuda a la Iglesia Necesitada
Son ya 20 meses desde que los cristianos de Mosul y la llanura de Nínive huyeron con lo puesto, de la noche a la mañana, cuando Estado Islámico ocupó sus tierras y casas. En Kurdistán tienen seguridad, pero no hay trabajo, las estrecheces son muchas y el desánimo tiende a apoderarse de ellos. También la cultura es distinta: los refugiados son de lengua árabe, mientras que en Kurdistán se habla el kurdo, una lengua que no se parece en nada.
Por eso, para estos cristianos celebrar la Semana Santa y la Pascua es un esfuerzo por avivar entre ellos la fe y la esperanza, y siempre a través de la caridad.
Las familias se organizan para embellecer las iglesias con adornos y guirnaldas. También dan de lo poco que tienen para una colecta que ayude a los más necesitados, incluyendo también a musulmanes especialmente pobres.
140 familias en un campo
En este campamento de refugiados viven 700 personas: son 140 familias en 46 mini-apartamentos, junto a un área de almacén, una guardería, una escuela infantil y una secundaria.
El padre Paul les quiere animar a tener esperanza y "permanecer firmes en la fe". "Su más profundo deseo es volver algún día a sus hogares", explica a la agencia AsiaNews.
"Esperamos que esta Pascua sea realmente la última en esta condición de refugiados. Esperamos estar de vuelta en nuestros hogares, en nuestros pueblos, y que esta fiesta sea una oportunidad para recordar al mundo nuestra desgracia, nuestro dolor, nuestro sufrimiento", añade el sacerdote.
Mantener las tradiciones es difícil
Mientras tanto, los refugiados cristianos de Mosul y la planicie de Nínive se acercan a la Pascua haciendo "revivir las tradiciones y las canciones" como cuando la celebraban en los pueblos, antes de la llegada de las milicias del Estado Islámico (EI). Los fieles pretenden "recuperar lo que dejaron atrás".
Pero hay tradiciones que en el exilio no se pueden mantener. Por ejemplo, el padre Paul explica que "el Viernes Santo en mi pueblo se entonaba una canción local y la comunidad participaba con devoción". Hoy, sin embargo, las familias de la llanura de Nínive se encuentran dispersos en los diferentes centros de acogida en Erbil y Kurdistán, otros han huido al extranjero. "Aquí hay una gran mezcla entre los refugiados que vienen de diferentes lugares y tienen diferentes tradiciones. Ya no es una fiesta de pueblo e incluso si viven en Ankawa [el barrio cristiano de Erbil] están luchando para mantenerse en contacto entre sí. Incluso en este caso estamos viviendo una realidad en la diáspora".
El padre Paul se esfuerza por promover actividades que recuperen las tradiciones y unan a los refugiados.
"Con los fieles de Karemles, donde era párroco, para el Domingo de Ramos llevamos a cabo una pequeña procesión en el campo. Por supuesto, no fue una marcha impresionante como en los días de la localidad, pero cantamos canciones tradicionales. Una señora hizo un dibujo con una reproducción del gran cerro de Santa Bárbara, que domina al pueblo. Son pequeños signos de pertenencia, el intento de mantener un vínculo con la tierra que tuvieron que abandonar".
Regalos y huevos de Pascua
Entre otras iniciativas previstas en los próximos días está una reunión entre las familias del centro de recepción para el intercambio de saludos y regalos; y de nuevo, la distribución del huevo de Pascua para colorear una celebración de la comunidad en la plaza del campo de refugiados.
Por supuesto, será diferente a las celebraciones de antaño, cuando "se organizaban juegos, se llevaban a cabo bailes, cantos y danzas, se marchaba en una solemne procesión por las calles del pueblo. Sin embargo, la situación general es sombría, incluso aquí en Kurdistán hay dificultades y por esto no podemos sentirnos en ánimo de promover grandes actividades".
Puede ayudarse a los cristianos desplazados y refugiados de Irak, Siria y otros países aquí con Ayuda a la Iglesia Necesitada
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