Hay que orar por los que nos persiguen, todo es Providencia, dice
El misionero español que rezaba por Mao: tiene 98 años -cien para los chinos- y lleva 70 en misiones
Andrés Díaz de Rábago nació el 3 de octubre de 1917. Tiene 98 años, pero según la costumbre china –cada niño nace ya con un año, y no se cumplen los 99, por superstición– es ya un hombre centenario.
La línea telefónica con Taipei (la capital de Taiwán) es nítida, como la voz de este jesuita que habla con el mismo espíritu misionero con el que salió de España hace 70 años.
- Padre, ¿cómo se vive con casi cien años a las espaldas?
- Pues amando a Dios y a los hombres, que es lo que he procurado hacer toda mi vida. A mí estos 98 años se me han pasado como una delicia, y eso que las pasé negras y moradas por todos los lados.
- Porque usted está muy viajado…
- He estado en cuatro continentes. Me fui a China en 1947, cuando tenía 30 años, y estuve en Pekín y Shangai. Y luego a Manila, y de allí a Timor portugués, y después a Taiwán. Toda mi vida en sitios tan diferentes. Soy un misionero muy extraño, porque de periferias tengo poco: he estado sobre todo en las capitales de estos países.
- ¿Es verdad eso de que en China rezaba por Mao Tse Tung?
- Si lo piensas bien, Mao fue también instrumento de la Providencia de Dios. Jesucristo lo dijo claro: «Amad a vuestros enemigos y rezad por ellos». Por eso rezaba yo por Mao. Está en la Biblia que Dios de todas las cosas saca el bien para los que le aman. Y san Agustín añade: «Hasta del pecado…» Dios saca siempre bien del mal. ¡Ha habido tantas cosas en mi vida que parecían malas y luego fueron estupendas! Gracias a que Mao nos expulsó de China yo pude hacer misión en Filipinas y Taiwán, y ver cosas maravillosas. Muchos chinos en el exilio no hubiesen nacido sin Mao, porque si él no hubiera expulsado a sus padres, no se habrían conocido y no habrían podido formar unos matrimonios magníficos. Tenemos que ver cómo Dios, en su Providencia, saca bienes siempre, si le amamos a él y a los demás.
El ministro de interior de Taiwán entrega un reconocimiento al veteranísimo misionero
- ¿Cómo ve desde Taiwán el pontificado del Papa Francisco?
- Lo estoy viviendo estupendamente. Hay un respiro del Concilio, lo cual no quita nada al Papa Benedicto XVI y al Papa Juan Pablo II. Son diferentes, simplemente. Si el Papa Ratzinger no hubiese renunciado, no tendríamos al Papa Francisco. Debemos ver en todo cómo Jesucristo ama a su Iglesia de una manera fantástica. La Providencia de Dios es fantástica, y la historia de la Iglesia también lo es, con todos sus altibajos.
- El Papa denuncia que ahora hay una tercera guerra mundial «por partes». Usted ya vivió tres guerras…
- Nuestra Guerra Civil y las dos guerras mundiales. Yo busco la Providencia de Dios: ¿Qué va sacar Dios de todo esto? ¿Cómo puedo yo cooperar con Él para su plan? Lo trágico es que ahora se mate en Su nombre. Matando no se arregla nada, tampoco matándolos a ellos. Hemos de implicar a los mismos musulmanes, porque ellos también están siendo asesinados. Con bombas paras hoy, pero la guerra continúa mañana. Hay que mirar dentro, lo que está en el odio. Hay que pedir a Dios que el mundo vea que otra guerra mundial no nos la podemos permitir. Colaboremos con Dios para el bien común. Con bombas, no. Con amor y oraciones, sí.
- ¿Qué le llega de la Iglesia en España?
- Pues querría que hubiera en cada uno más espíritu misionero. Está bien ir a las periferias, pero a veces las periferias son cómodas. La gente debe darse cuenta de la responsabilidad que cada uno tenemos de llevar la fe en Cristo a todo el mundo. No pasar de largo, vivir esa fe que nos dieron en el Bautismo, esa velita que nos dieron en el Bautismo, la luz de Cristo para anunciar el Evangelio a todo el mundo. ¡No podemos olvidarnos de la velita! Sin salir del país, ser misionero sin salir del país, con amor a los demás, pensando siempre en el otro antes que en ti.
- ¿No piensa en volver ya definitivamente?
- Estuve hace año y medio. Lo bonito era cuando salíamos, porque salíamos para no volver. Las despedidas de los misioneros eran una separación para siempre. Nuestras familias lo sabían muy bien. Pero las cosas han cambiado y sí veo bien que podamos volver de vez en cuando, coges más energía para predicar el Evangelio.
»Hoy estoy en la enfermería, me caí delante de cien personas en la iglesia, durante la Misa. Di un mal paso. Este viejo, de lo único que puede hablar es de la Providencia. Es increíble, va a más, cada vez es mejor, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Quiero que diga que Dios nos lleva siempre para nuestro bien, colaboremos amando siempre al prójimo y a Jesucristo, sacrificándonos por todos. ¡Misioneros aquí!
La línea telefónica con Taipei (la capital de Taiwán) es nítida, como la voz de este jesuita que habla con el mismo espíritu misionero con el que salió de España hace 70 años.
- Padre, ¿cómo se vive con casi cien años a las espaldas?
- Pues amando a Dios y a los hombres, que es lo que he procurado hacer toda mi vida. A mí estos 98 años se me han pasado como una delicia, y eso que las pasé negras y moradas por todos los lados.
- Porque usted está muy viajado…
- He estado en cuatro continentes. Me fui a China en 1947, cuando tenía 30 años, y estuve en Pekín y Shangai. Y luego a Manila, y de allí a Timor portugués, y después a Taiwán. Toda mi vida en sitios tan diferentes. Soy un misionero muy extraño, porque de periferias tengo poco: he estado sobre todo en las capitales de estos países.
- ¿Es verdad eso de que en China rezaba por Mao Tse Tung?
- Si lo piensas bien, Mao fue también instrumento de la Providencia de Dios. Jesucristo lo dijo claro: «Amad a vuestros enemigos y rezad por ellos». Por eso rezaba yo por Mao. Está en la Biblia que Dios de todas las cosas saca el bien para los que le aman. Y san Agustín añade: «Hasta del pecado…» Dios saca siempre bien del mal. ¡Ha habido tantas cosas en mi vida que parecían malas y luego fueron estupendas! Gracias a que Mao nos expulsó de China yo pude hacer misión en Filipinas y Taiwán, y ver cosas maravillosas. Muchos chinos en el exilio no hubiesen nacido sin Mao, porque si él no hubiera expulsado a sus padres, no se habrían conocido y no habrían podido formar unos matrimonios magníficos. Tenemos que ver cómo Dios, en su Providencia, saca bienes siempre, si le amamos a él y a los demás.
El ministro de interior de Taiwán entrega un reconocimiento al veteranísimo misionero
- ¿Cómo ve desde Taiwán el pontificado del Papa Francisco?
- Lo estoy viviendo estupendamente. Hay un respiro del Concilio, lo cual no quita nada al Papa Benedicto XVI y al Papa Juan Pablo II. Son diferentes, simplemente. Si el Papa Ratzinger no hubiese renunciado, no tendríamos al Papa Francisco. Debemos ver en todo cómo Jesucristo ama a su Iglesia de una manera fantástica. La Providencia de Dios es fantástica, y la historia de la Iglesia también lo es, con todos sus altibajos.
- El Papa denuncia que ahora hay una tercera guerra mundial «por partes». Usted ya vivió tres guerras…
- Nuestra Guerra Civil y las dos guerras mundiales. Yo busco la Providencia de Dios: ¿Qué va sacar Dios de todo esto? ¿Cómo puedo yo cooperar con Él para su plan? Lo trágico es que ahora se mate en Su nombre. Matando no se arregla nada, tampoco matándolos a ellos. Hemos de implicar a los mismos musulmanes, porque ellos también están siendo asesinados. Con bombas paras hoy, pero la guerra continúa mañana. Hay que mirar dentro, lo que está en el odio. Hay que pedir a Dios que el mundo vea que otra guerra mundial no nos la podemos permitir. Colaboremos con Dios para el bien común. Con bombas, no. Con amor y oraciones, sí.
- ¿Qué le llega de la Iglesia en España?
- Pues querría que hubiera en cada uno más espíritu misionero. Está bien ir a las periferias, pero a veces las periferias son cómodas. La gente debe darse cuenta de la responsabilidad que cada uno tenemos de llevar la fe en Cristo a todo el mundo. No pasar de largo, vivir esa fe que nos dieron en el Bautismo, esa velita que nos dieron en el Bautismo, la luz de Cristo para anunciar el Evangelio a todo el mundo. ¡No podemos olvidarnos de la velita! Sin salir del país, ser misionero sin salir del país, con amor a los demás, pensando siempre en el otro antes que en ti.
- ¿No piensa en volver ya definitivamente?
- Estuve hace año y medio. Lo bonito era cuando salíamos, porque salíamos para no volver. Las despedidas de los misioneros eran una separación para siempre. Nuestras familias lo sabían muy bien. Pero las cosas han cambiado y sí veo bien que podamos volver de vez en cuando, coges más energía para predicar el Evangelio.
»Hoy estoy en la enfermería, me caí delante de cien personas en la iglesia, durante la Misa. Di un mal paso. Este viejo, de lo único que puede hablar es de la Providencia. Es increíble, va a más, cada vez es mejor, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Quiero que diga que Dios nos lleva siempre para nuestro bien, colaboremos amando siempre al prójimo y a Jesucristo, sacrificándonos por todos. ¡Misioneros aquí!
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