El muro israelí de Cremisán y la oleada de violencia fuerzan a una Navidad más triste en Belén
El árbol, una estructura piramidal de plástico verde con la bandera palestina en lo más alto, y el portal presiden la plaza del Pesebre. En las calles ya se han colgado las estrellas de luces de colores que anuncian la llegada de la Navidad a Belén, la ciudad donde nació Jesús hace 2.000 años.
«No olvidamos la grave situación que vivimos estos días, pero las celebraciones religiosas se mantienen. Desde Belén lanzamos al mundo un mensaje de paz y un mensaje de condena a una ocupación que avanza y en breve separará Belén de Jerusalén cuando acaben de levantar el muro en el valle de Cremisán, en el municipio de Beit Yala», denuncia la alcaldesa, Vera Babún, que tiene unas palabras de recuerdo especiales «para los jóvenes mártires que han perdido su vida por el fuego de Israel en las protestas de las últimas semanas». Protestas en las que el Ejército tiene luz verde para usar munición real contra los manifestantes.
En señal de solidaridad con los caídos, este año las celebraciones en las calles serán «más calladas» que en anteriores navidades, según las autoridades, pero las procesiones se mantienen en el programa.
Campanas en vez de fuegos artificiales
En Belén se han colgado menos luces de lo habitual y el día del alumbrado del árbol en la plaza del Pesebre, acto al que asistió el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abás, los fuegos artificiales fueron sustituidos por el repicar de las campanas.
El conflicto entre israelíes y palestinos vive su enésima oleada de violencia desde que a comienzos de octubre estallaran algaradas y comenzaran ataques de lobos solitarios palestinos armados con cuchillos a causa de las provocaciones de radicales judíos en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. Este es un lugar santo para musulmanes, pero también para judíos, que le llaman Monte del Templo.
[Allí estaba el Templo que construyó Herodes el Grande, el que visitó Jesús, y el Sancta Sanctorum donde sólo podía entrar el Sumo Sacerdote. Nota de ReL]
Los sectores ultranacionalistas judíos exigen al Gobierno cambiar el actual ´statu quo´ para poder rezar allí, algo reservado a los musulmanes. En los últimos tres meses más de un centenar de palestinos han muerto, muchos de ellos abatidos por las fuerzas de seguridad tras cometer o intentar cometer ataques, y 19 israelíes han perdido la vida.
Belén no es ajena a la situación de inestabilidad y, como en las intifadas de 1987 y 2000, villancicos y plegarias convivirán con funerales, disparos, pedradas y botes de humo.
"Los turistas nunca han tenido problemas"
La ministra de Turismo, Rula Maaya, recuerda que «pese a las décadas de ocupación y de choques con el Ejército los turistas nunca han tenido problemas de seguridad en territorio palestino, por lo que este año también esperamos que se animen a celebrar con nosotros estas fechas tan importantes».
Este ejercicio se espera alcanzar la cifra de 2,2 millones visitantes, un 10% menos que en 2014. Maaya apuesta por una pronta mejora de la situación de seguridad para evitar una «catástrofe económica» que aumente el paro, que ya ronda el 27%, según las cifras de las autoridades palestinas.
El muro de Cremisán
Mientras cristianos de todo el mundo miran a Belén para celebrar el nacimiento de Jesús, desde allí observan angustiados el valle de Cremisán, donde Israel avanza en las obras de un muro que por primera vez en la historia le separará de Jerusalén.
La historia de la enorme tapia en el municipio de Beit Yala, perteneciente a la gobernación de Belén, es la de una larga lucha ante la Justicia israelí con el objetivo de que el ministerio de Defensa busque un recorrido alternativo para que la pared no parta en dos los terrenos del monasterio de Cremisán.
Las monjas y la escuela infantil quedarán de un lado del muro. Los monjes y el edificio principal del monasterio, del otro.
Además, parte de las tierras de medio centenar de familias cristianas palestinas caerán también del lado israelí de la barrera y sus propietarios perderán el libre acceso a los terrenos de cultivo.
La presión internacional y la intermediación del Papa Francisco lograron frenar la construcción del muro durante un tiempo y en abril el Tribunal Supremo israelí decidió que el ministerio de Defensa debía buscar un recorrido alternativo.
La alegría, sin embargo, apenas duró unos meses, ya que en julio, una semana después de que el Vaticano reconociera el Estado palestino, el mismo tribunal cambió de opinión y se retomaron las obras.
«Se trata de una medida política, de un castigo por el reconocimiento del Vaticano», sentencia Xavier Abu Eid, portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Olivos centenarios han sido arrancados de cuajo y los cimientos de la pared ya atraviesan como una gran cicatriz el último valle que le faltaba por cerrar a Israel para aislar a una Belén rodeada por los asentamientos ilegales como Gilo, que dominan las colinas vecinas.
El Tribunal Penal Internacional (TPI) declaró en 2004 «ilegal» la construcción y pidió, junto con la Asamblea General de la ONU, su desmantelamiento. Pero Israel, al igual que hace con los asentamientos, sigue adelante . Cuando la barrera esté finalizada cubrirá una distancia estimada de 720 kilómetros.
Jóvenes sin esperanza
En Cremisán es novedad, pero en otras zonas de Belén, como el campo de refugiados de Aida, llevan más de una década conviviendo con un paredón que se ha convertido en el epicentro de las protestas, que se repiten en Jerusalén Este, Gaza y Cisjordania desde comienzos de octubre.
«No llamamos a nuestros jóvenes a salir con cuchillos a las calles, pero no podemos frenar a la resistencia popular. No empezamos nosotros, es Israel quien con su política nos ha forzado a esta situación y los más jóvenes han perdido toda la esperanza», piensa el doctor Mohamed Shtayyeh, ministro de Obras Públicas y miembro del equipo negociador palestino desde la Conferencia de Madrid de 1991.
El alto dirigente de la Autoridad Nacional Palestina acusa a los israelíes de «querer destruir cualquier posibilidad de establecer un Estado palestino a través de la judaización de los barrios árabes de Jerusalén, la anexión total del valle del Jordán, la expansión de los asentamientos (la cifra de colonos supera los 680.000) y el bloqueo en Gaza».
«Llevamos aquí 2.000 años y queremos seguir muchos más», señala el padre Yamal Jader, rector del seminario del Patriarcado Latino, a pocos metros de una pared de cemento en cuya parte superior las cámaras de seguridad captan todos los movimientos.
El padre no se atreve a dar una cifra del número de cristianos que quedan en Tierra Santa, menos del 2% de la población de Israel y Palestina, e insiste en que «importa la calidad de nuestra presencia, no tanto la cantidad, importa el papel que tenemos en esta sociedad. Sufrimos como el resto de palestinos y desde el establecimiento del Estado de Israel la emigración es muy fuerte».
El padre Jader califica el Belén del siglo XXI de «cárcel al aire libre, al igual que el resto de ciudades palestinas que los israelíes rodean con el muro para distanciar a las familias y favorecer la ocupación. Pero pese a todo, debemos enviar un mensaje de esperanza porque las navidades son símbolo de nueva vida».
«No olvidamos la grave situación que vivimos estos días, pero las celebraciones religiosas se mantienen. Desde Belén lanzamos al mundo un mensaje de paz y un mensaje de condena a una ocupación que avanza y en breve separará Belén de Jerusalén cuando acaben de levantar el muro en el valle de Cremisán, en el municipio de Beit Yala», denuncia la alcaldesa, Vera Babún, que tiene unas palabras de recuerdo especiales «para los jóvenes mártires que han perdido su vida por el fuego de Israel en las protestas de las últimas semanas». Protestas en las que el Ejército tiene luz verde para usar munición real contra los manifestantes.
En señal de solidaridad con los caídos, este año las celebraciones en las calles serán «más calladas» que en anteriores navidades, según las autoridades, pero las procesiones se mantienen en el programa.
Campanas en vez de fuegos artificiales
En Belén se han colgado menos luces de lo habitual y el día del alumbrado del árbol en la plaza del Pesebre, acto al que asistió el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abás, los fuegos artificiales fueron sustituidos por el repicar de las campanas.
El conflicto entre israelíes y palestinos vive su enésima oleada de violencia desde que a comienzos de octubre estallaran algaradas y comenzaran ataques de lobos solitarios palestinos armados con cuchillos a causa de las provocaciones de radicales judíos en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. Este es un lugar santo para musulmanes, pero también para judíos, que le llaman Monte del Templo.
[Allí estaba el Templo que construyó Herodes el Grande, el que visitó Jesús, y el Sancta Sanctorum donde sólo podía entrar el Sumo Sacerdote. Nota de ReL]
Los sectores ultranacionalistas judíos exigen al Gobierno cambiar el actual ´statu quo´ para poder rezar allí, algo reservado a los musulmanes. En los últimos tres meses más de un centenar de palestinos han muerto, muchos de ellos abatidos por las fuerzas de seguridad tras cometer o intentar cometer ataques, y 19 israelíes han perdido la vida.
Belén no es ajena a la situación de inestabilidad y, como en las intifadas de 1987 y 2000, villancicos y plegarias convivirán con funerales, disparos, pedradas y botes de humo.
"Los turistas nunca han tenido problemas"
La ministra de Turismo, Rula Maaya, recuerda que «pese a las décadas de ocupación y de choques con el Ejército los turistas nunca han tenido problemas de seguridad en territorio palestino, por lo que este año también esperamos que se animen a celebrar con nosotros estas fechas tan importantes».
Este ejercicio se espera alcanzar la cifra de 2,2 millones visitantes, un 10% menos que en 2014. Maaya apuesta por una pronta mejora de la situación de seguridad para evitar una «catástrofe económica» que aumente el paro, que ya ronda el 27%, según las cifras de las autoridades palestinas.
El muro de Cremisán
Mientras cristianos de todo el mundo miran a Belén para celebrar el nacimiento de Jesús, desde allí observan angustiados el valle de Cremisán, donde Israel avanza en las obras de un muro que por primera vez en la historia le separará de Jerusalén.
La historia de la enorme tapia en el municipio de Beit Yala, perteneciente a la gobernación de Belén, es la de una larga lucha ante la Justicia israelí con el objetivo de que el ministerio de Defensa busque un recorrido alternativo para que la pared no parta en dos los terrenos del monasterio de Cremisán.
Las monjas y la escuela infantil quedarán de un lado del muro. Los monjes y el edificio principal del monasterio, del otro.
Además, parte de las tierras de medio centenar de familias cristianas palestinas caerán también del lado israelí de la barrera y sus propietarios perderán el libre acceso a los terrenos de cultivo.
La presión internacional y la intermediación del Papa Francisco lograron frenar la construcción del muro durante un tiempo y en abril el Tribunal Supremo israelí decidió que el ministerio de Defensa debía buscar un recorrido alternativo.
La alegría, sin embargo, apenas duró unos meses, ya que en julio, una semana después de que el Vaticano reconociera el Estado palestino, el mismo tribunal cambió de opinión y se retomaron las obras.
«Se trata de una medida política, de un castigo por el reconocimiento del Vaticano», sentencia Xavier Abu Eid, portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Olivos centenarios han sido arrancados de cuajo y los cimientos de la pared ya atraviesan como una gran cicatriz el último valle que le faltaba por cerrar a Israel para aislar a una Belén rodeada por los asentamientos ilegales como Gilo, que dominan las colinas vecinas.
El Tribunal Penal Internacional (TPI) declaró en 2004 «ilegal» la construcción y pidió, junto con la Asamblea General de la ONU, su desmantelamiento. Pero Israel, al igual que hace con los asentamientos, sigue adelante . Cuando la barrera esté finalizada cubrirá una distancia estimada de 720 kilómetros.
Jóvenes sin esperanza
En Cremisán es novedad, pero en otras zonas de Belén, como el campo de refugiados de Aida, llevan más de una década conviviendo con un paredón que se ha convertido en el epicentro de las protestas, que se repiten en Jerusalén Este, Gaza y Cisjordania desde comienzos de octubre.
«No llamamos a nuestros jóvenes a salir con cuchillos a las calles, pero no podemos frenar a la resistencia popular. No empezamos nosotros, es Israel quien con su política nos ha forzado a esta situación y los más jóvenes han perdido toda la esperanza», piensa el doctor Mohamed Shtayyeh, ministro de Obras Públicas y miembro del equipo negociador palestino desde la Conferencia de Madrid de 1991.
El alto dirigente de la Autoridad Nacional Palestina acusa a los israelíes de «querer destruir cualquier posibilidad de establecer un Estado palestino a través de la judaización de los barrios árabes de Jerusalén, la anexión total del valle del Jordán, la expansión de los asentamientos (la cifra de colonos supera los 680.000) y el bloqueo en Gaza».
«Llevamos aquí 2.000 años y queremos seguir muchos más», señala el padre Yamal Jader, rector del seminario del Patriarcado Latino, a pocos metros de una pared de cemento en cuya parte superior las cámaras de seguridad captan todos los movimientos.
El padre no se atreve a dar una cifra del número de cristianos que quedan en Tierra Santa, menos del 2% de la población de Israel y Palestina, e insiste en que «importa la calidad de nuestra presencia, no tanto la cantidad, importa el papel que tenemos en esta sociedad. Sufrimos como el resto de palestinos y desde el establecimiento del Estado de Israel la emigración es muy fuerte».
El padre Jader califica el Belén del siglo XXI de «cárcel al aire libre, al igual que el resto de ciudades palestinas que los israelíes rodean con el muro para distanciar a las familias y favorecer la ocupación. Pero pese a todo, debemos enviar un mensaje de esperanza porque las navidades son símbolo de nueva vida».
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