Adiós a la Antártida: por primera vez en 57 años, la Capilla de las Nieves no tendrá sacerdote
La Capilla de las Nieves de McMurdo Sound, en la Antártida, ha estado activa durante 57 años, pero según informa Radio New Zealend y recoge Christian Today, los recortes y el declive en la asistencia a los servicios religiosos obligan al último sacerdote católico que la ocupó a abandonar el puesto. La National Science Foundation ha pedido a la correspondiente diócesis neozelandesa el final del acuerdo de colaboración vigente.
Según el padre Dan Doyle, coordinador de la Iglesia católica en la Antártida, "hay un decrecimiento gradual en la religiosidad, así como un menor número de personas que trabajan en la Estación de McMurdo y un recorte en el presupuesto". De las dos mil personas que trabajaban allí de octubre a febrero (verano austral) hace diez años se ha pasado a sólo 1200.
Para el padre Doyle, cuando se ordenó sacerdote su sueño era ir a la Antártida: "Ha sido una magnífica experiencia ejercer mi ministerio en los confines de la tierra. Solíamos volar hasta el Polo Sur para un día o dos, salíamos a recorrer las estaciones exteriores, y buscábamos glaciares y refugios históricos. Cuando trabajaban las excavadoras yo podía ser su referencia permaneciendo de pie sobre el hielo. Y en multitud de ocasiones he tenido que contar pinguinos". Como los que pueden verse adornando la entrada de la capilla.
Doyle no puede evitar una "sensación de tristeza". Llegó por primera vez a la Antártida en los años 70, y recuerda cómo la radio, un instrumento capital para mantener el contacto con el mundo exterior, ha sido sustituida por internet. Ahora la gente ya no se siente tan aislada y precisa menos el servicio de acompañamiento y consejo que prestaban los sacerdotes diocesanos además de su labor sacramental.
A pesar de la marcha del padre Doyle, en la Antártida seguirá habiendo capillas atendidas, como la de la base argentina Belgrano II, hecha totalmente de hielo, o la que se planea construir en la estación italiana Mario Zucchelli.
Según el padre Dan Doyle, coordinador de la Iglesia católica en la Antártida, "hay un decrecimiento gradual en la religiosidad, así como un menor número de personas que trabajan en la Estación de McMurdo y un recorte en el presupuesto". De las dos mil personas que trabajaban allí de octubre a febrero (verano austral) hace diez años se ha pasado a sólo 1200.
Para el padre Doyle, cuando se ordenó sacerdote su sueño era ir a la Antártida: "Ha sido una magnífica experiencia ejercer mi ministerio en los confines de la tierra. Solíamos volar hasta el Polo Sur para un día o dos, salíamos a recorrer las estaciones exteriores, y buscábamos glaciares y refugios históricos. Cuando trabajaban las excavadoras yo podía ser su referencia permaneciendo de pie sobre el hielo. Y en multitud de ocasiones he tenido que contar pinguinos". Como los que pueden verse adornando la entrada de la capilla.
Doyle no puede evitar una "sensación de tristeza". Llegó por primera vez a la Antártida en los años 70, y recuerda cómo la radio, un instrumento capital para mantener el contacto con el mundo exterior, ha sido sustituida por internet. Ahora la gente ya no se siente tan aislada y precisa menos el servicio de acompañamiento y consejo que prestaban los sacerdotes diocesanos además de su labor sacramental.
A pesar de la marcha del padre Doyle, en la Antártida seguirá habiendo capillas atendidas, como la de la base argentina Belgrano II, hecha totalmente de hielo, o la que se planea construir en la estación italiana Mario Zucchelli.
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