Las bombas destruyen una casa junto a la parroquia de Gaza: quedan el párroco, monjas, enfermos...
En Gaza vivían unos 1.200 cristianos, la mayoría ortodoxos, con algunas docenas de familias católicas que se congregan en la única parroquia latina de la ciudad, dedicada a la Sagrada Familia y pastoreada por un párroco argentino que se llama Jorge Fernández. Es una minoría diminuta en una franja superpoblada por 1,6 millones de habitantes.
Durante la tregua de 5 horas pactada entre Hamás y el ejército israelí, muchos de ellos salen de la ciudad, pero no todos pueden hacerlo.
Las tres religiosas del Instituto del Verbo Encarnado - todas extranjeras - que operan en la parroquia católica sí se van. “Ayer por la tarde, pasadas las cinco”, informa a la Agencia Fides la Hermana Laudis “tres misiles destruyeron una casa muy cerca de la parroquia. Unas horas antes nos habían llegado también a nosotros llamadas telefónicas desde Israel con la indicación de dejar nuestras casas. Hace unos días, las Hermanas de la Madre Teresa con 28 niños discapacitados y nueve mujeres mayores bajo su cuidado se han trasladado a la parroquia porque la consideraban un lugar más seguro. Y todas ellos permanecerán en Gaza, junto con el párroco, el p. Jorge Hernández”.
En la parroquia de Gaza, informa el Patriarcado Latino, con o sin bombas, se está realizando una adoración eucarística permanente. En la misa se implora “el perdón para todos, la justicia y la paz”.
“Lo que es cierto”, escribe el p. Jorge “es que los crímenes están aumentando. Los niños pequeños comienzan a enfermarse por el miedo, el estrés, las ondas de choque, el ruido continuo. Los padres hacen todo lo posible para distraerlos para que esta cruda violencia no les abrume, cómo jugar y saltar cada vez que se escuchan explosiones, bailar, o simplemente abrazarles tapando sus oídos”.
A fecha de 17 de julio el número de muertos por la operación militar israelí contra la Franja de Gaza es ya de 227 muertes entre los palestinos, la mayoría civiles.
Muchos recuerdan el gran ataque israelí del 27 de diciembre de 2008, la operación «Plomo fundido», que se llevó por delante a una decena de cristianos, entre ellos a Cristina Wadi al-Turk, de 14 años, que murió, dicen, directamente de miedo por los bombardeos.
El año anterior alguien secuestró y mató a uno de los feligreses, Rami Kadher Ayyad: ninguna autoridad lo investigó. Incluso hace poco, el 26 de febrero de 2014, alguien colocó un artefacto explosivo casero en la parroquia: el párroco despertó con la explosión y apagó el fuego que crecía cerca de su coche.
La parroquia intenta educar en la convivencia, acosados por los fundamentalistas de Hamás y por los bloqueos israelíes que no les dejan ni ir a Belén en Navidades o a Jerusalén en Pascua.
La parroquia mantiene dos escuelas: en ellas, niños cristianos y musulmanes estudian juntos, aprenden a apreciarse. La caridad, hasta donde alcanza, se reparte también entre familias cristianas y musulmanas.
Allí trabajan tres congregaciones religiosas: las Hermanas del Rosario, las Misioneras de la Caridad y las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, la rama femenina del IVE.
Durante la tregua de 5 horas pactada entre Hamás y el ejército israelí, muchos de ellos salen de la ciudad, pero no todos pueden hacerlo.
Las tres religiosas del Instituto del Verbo Encarnado - todas extranjeras - que operan en la parroquia católica sí se van. “Ayer por la tarde, pasadas las cinco”, informa a la Agencia Fides la Hermana Laudis “tres misiles destruyeron una casa muy cerca de la parroquia. Unas horas antes nos habían llegado también a nosotros llamadas telefónicas desde Israel con la indicación de dejar nuestras casas. Hace unos días, las Hermanas de la Madre Teresa con 28 niños discapacitados y nueve mujeres mayores bajo su cuidado se han trasladado a la parroquia porque la consideraban un lugar más seguro. Y todas ellos permanecerán en Gaza, junto con el párroco, el p. Jorge Hernández”.
En la parroquia de Gaza, informa el Patriarcado Latino, con o sin bombas, se está realizando una adoración eucarística permanente. En la misa se implora “el perdón para todos, la justicia y la paz”.
“Lo que es cierto”, escribe el p. Jorge “es que los crímenes están aumentando. Los niños pequeños comienzan a enfermarse por el miedo, el estrés, las ondas de choque, el ruido continuo. Los padres hacen todo lo posible para distraerlos para que esta cruda violencia no les abrume, cómo jugar y saltar cada vez que se escuchan explosiones, bailar, o simplemente abrazarles tapando sus oídos”.
A fecha de 17 de julio el número de muertos por la operación militar israelí contra la Franja de Gaza es ya de 227 muertes entre los palestinos, la mayoría civiles.
Muchos recuerdan el gran ataque israelí del 27 de diciembre de 2008, la operación «Plomo fundido», que se llevó por delante a una decena de cristianos, entre ellos a Cristina Wadi al-Turk, de 14 años, que murió, dicen, directamente de miedo por los bombardeos.
El año anterior alguien secuestró y mató a uno de los feligreses, Rami Kadher Ayyad: ninguna autoridad lo investigó. Incluso hace poco, el 26 de febrero de 2014, alguien colocó un artefacto explosivo casero en la parroquia: el párroco despertó con la explosión y apagó el fuego que crecía cerca de su coche.
La parroquia intenta educar en la convivencia, acosados por los fundamentalistas de Hamás y por los bloqueos israelíes que no les dejan ni ir a Belén en Navidades o a Jerusalén en Pascua.
La parroquia mantiene dos escuelas: en ellas, niños cristianos y musulmanes estudian juntos, aprenden a apreciarse. La caridad, hasta donde alcanza, se reparte también entre familias cristianas y musulmanas.
Allí trabajan tres congregaciones religiosas: las Hermanas del Rosario, las Misioneras de la Caridad y las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, la rama femenina del IVE.
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