iglesia perseguida borrador
«Ayuda a la Iglesia Necesitada» visitó a cristianos iraquíes en Ammán. Los jesuitas quieren preparar a los refugiados para que puedan emigrar a Occidente por «A Irak no volveré nunca más».
Como Lina (todos los nombres han sido modificados por deseo de los afectados), católica caldea de Bagdad de 34 años, probablemente piense la mayoría de los refugiados iraquíes en Jordania, pues muchos de ellos han sufrido allí cosas terribles. «Por muy poco, en octubre de 2010 casi me matan también a mí»: había salido de la catedral sirio-católica de Bagdad justo antes de que irrumpieran en el templo terroristas islámicos, quienes mataron a 52 personas. Un sobrino de Lina se encontraba entre los que perdieron la vida. Hoy en día, esta secretaria de 34 años vive, con su marido, en la capital de Jordania, Ammán. «Ayuda a la Iglesia Necesitada» se encuentra con ella en Ammán-Este, el barrio pobre de la ciudad millonaria, donde se han establecido numerosos cristianos iraquíes.
Para decenas de miles de iraquíes —muchos de ellos, son cristianos; pero, sobre todo, musulmanes que han quedado entre los frentes islámicos—, el vecino reino de Jordania se ha convertido, desde la invasión norteamericana de 2003, en un puerto seguro. La mayoría vino después de 2006, cuando explotó la violencia terrorista. Según datos oficiales, actualmente viven en Jordania 450.000 iraquíes. Sin embargo, el país tiene un interés especial en que esas cifras sean lo más elevadas posible, para mejorar su prestigio internacional como país humanitario. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) duda de esas cifras y parte de la base de que son aproximadamente 150.000. Según cálculos del Director regional de la Pontifical Mission de Ammán, Raed Bahou, unos 20.000 son cristianos. A «Ayuda a la Iglesia Necesitada», subraya que no existen cifras exactas. En el momento en que la ola de refugiados alcanzó su punto culminante, antes de 2008, huyeron al país vecino, según sus cálculos, unos 60-80.000 cristianos; en cualquier caso se trata de cifras enormes para un país de 6,4 millones de habitantes.
Independientemente de las intenciones políticas, la aceptación de los refugiados en Jordania se debe a la solidaridad árabe y a la tradicional hospitalidad. No obstante, no poseen ningún estatus jurídico. El Reino de Jordania no ha firmado la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas de 1951, por lo que considera a los refugiados como «huéspedes», lo cual tiene consecuencias: «Me gustaría trabajar —dice Lina—. Se nos están terminando los ahorros». Los refugiados suelen vivir de lo que han traído consigo. Como muchos cristianos iraquíes pertenecían a la clase media alta y trabajaban como médicos, ingenieros, abogados o empresarios, no era poco, en muchos casos. Debido a ellos, en Ammán han aumentado drásticamente los precios de los terrenos. Sin embargo, después de años en el exilio se les acaba el dinero; además, no todos los refugiados tenían una posición acomodada. Por ello, muchos viven del trabajo ilegal o de lo que les envían sus familiares desde Occidente. El Estado no les proporciona ayuda y las Naciones Unidas han reducido las pensiones alimenticias. Por este motivo, Lina está convencida: «Me iré a cualquier sitio, a América, Australia o Europa; lo importante es salir de aquí. En Jordania no hay ningún futuro».
Y los más jóvenes lo ven, por supuesto, todavía más claro. Fadi, cristiano caldeo de Bagdad de 24 años, abandonó Irak en diciembre de 2011. «En 2009 fui incluso secuestrado en una ocasión —expone—. A plena luz del día, un BMW se dirigió de repente hacia mí, en mi propio barrio. Se paró a mi lado y unos barbudos me introdujeron en el automóvil. Nos dirigimos a una mezquita. Allí me advirtieron: si no dejas de llevar el pelo largo y no te vistes como es debido, te pasará algo». Después, los vigilantes islamistas de las costumbres le dejaron ir. Fadi se cortó el pelo. Sin embargo, el joven de orientación occidental no veía ningún futuro en Irak, por mucho que le duela la pérdida de su patria: «Quiero ir a Estados Unidos, a estudiar Informática» (Su amigo Emanuel, de 23 años, también desea emigrar a la tierra prometida norteamericana: «aquí, en Jordania, no tenemos nada que hacer; pero a mí me gustaría estudiar Farmacia y labrarme la vida»).
Para facilitar a los refugiados la integración en el Occidente, sobre todo en Estados Unidos, el país preferido, el servicio de refugiados de los jesuitas —Jesuit Refugee Service— de Ammán organiza clases privadas de inglés. 14 profesores voluntarios dan cursos gratuitos de idioma y de informática; unas 2.000 personas se apuntan anualmente. Autobuses organizados por los jesuitas se ocupan del transporte a la escuela de la comunidad greco-católica de Ammán-Este. En las clases hay mucha vida: «Big!», exclaman los niños y levantan la mano. La generación de los refugiados iraquíes que en su mayoría ha nacido en Jordania, aprende inglés ya desde el pre-escolar. Pero a la escuela acuden también jóvenes y adultos. Conscientemente, los jesuitas aceptan en sus programas a todos los refugiados, con independencia de su religión o su raza. Desde que acuden muchos sirios, los musulmanes son mayoría en la escuela; pero la imagen está marcada también por refugiados de Somalia y de Sudán. A partir de este año, los jesuitas van a ofrecer también estudios online; de este modo, los jóvenes refugiados podrán adquirir un título de la Universidad Regis de los jesuitas en Denver (Colorado), como preparación para una nueva vida lejos de su vieja patria, Irak.
Fotografías
Niños cristianos iraquíes jugando al fútbol
Como Lina (todos los nombres han sido modificados por deseo de los afectados), católica caldea de Bagdad de 34 años, probablemente piense la mayoría de los refugiados iraquíes en Jordania, pues muchos de ellos han sufrido allí cosas terribles. «Por muy poco, en octubre de 2010 casi me matan también a mí»: había salido de la catedral sirio-católica de Bagdad justo antes de que irrumpieran en el templo terroristas islámicos, quienes mataron a 52 personas. Un sobrino de Lina se encontraba entre los que perdieron la vida. Hoy en día, esta secretaria de 34 años vive, con su marido, en la capital de Jordania, Ammán. «Ayuda a la Iglesia Necesitada» se encuentra con ella en Ammán-Este, el barrio pobre de la ciudad millonaria, donde se han establecido numerosos cristianos iraquíes.
Para decenas de miles de iraquíes —muchos de ellos, son cristianos; pero, sobre todo, musulmanes que han quedado entre los frentes islámicos—, el vecino reino de Jordania se ha convertido, desde la invasión norteamericana de 2003, en un puerto seguro. La mayoría vino después de 2006, cuando explotó la violencia terrorista. Según datos oficiales, actualmente viven en Jordania 450.000 iraquíes. Sin embargo, el país tiene un interés especial en que esas cifras sean lo más elevadas posible, para mejorar su prestigio internacional como país humanitario. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) duda de esas cifras y parte de la base de que son aproximadamente 150.000. Según cálculos del Director regional de la Pontifical Mission de Ammán, Raed Bahou, unos 20.000 son cristianos. A «Ayuda a la Iglesia Necesitada», subraya que no existen cifras exactas. En el momento en que la ola de refugiados alcanzó su punto culminante, antes de 2008, huyeron al país vecino, según sus cálculos, unos 60-80.000 cristianos; en cualquier caso se trata de cifras enormes para un país de 6,4 millones de habitantes.
Independientemente de las intenciones políticas, la aceptación de los refugiados en Jordania se debe a la solidaridad árabe y a la tradicional hospitalidad. No obstante, no poseen ningún estatus jurídico. El Reino de Jordania no ha firmado la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas de 1951, por lo que considera a los refugiados como «huéspedes», lo cual tiene consecuencias: «Me gustaría trabajar —dice Lina—. Se nos están terminando los ahorros». Los refugiados suelen vivir de lo que han traído consigo. Como muchos cristianos iraquíes pertenecían a la clase media alta y trabajaban como médicos, ingenieros, abogados o empresarios, no era poco, en muchos casos. Debido a ellos, en Ammán han aumentado drásticamente los precios de los terrenos. Sin embargo, después de años en el exilio se les acaba el dinero; además, no todos los refugiados tenían una posición acomodada. Por ello, muchos viven del trabajo ilegal o de lo que les envían sus familiares desde Occidente. El Estado no les proporciona ayuda y las Naciones Unidas han reducido las pensiones alimenticias. Por este motivo, Lina está convencida: «Me iré a cualquier sitio, a América, Australia o Europa; lo importante es salir de aquí. En Jordania no hay ningún futuro».
Y los más jóvenes lo ven, por supuesto, todavía más claro. Fadi, cristiano caldeo de Bagdad de 24 años, abandonó Irak en diciembre de 2011. «En 2009 fui incluso secuestrado en una ocasión —expone—. A plena luz del día, un BMW se dirigió de repente hacia mí, en mi propio barrio. Se paró a mi lado y unos barbudos me introdujeron en el automóvil. Nos dirigimos a una mezquita. Allí me advirtieron: si no dejas de llevar el pelo largo y no te vistes como es debido, te pasará algo». Después, los vigilantes islamistas de las costumbres le dejaron ir. Fadi se cortó el pelo. Sin embargo, el joven de orientación occidental no veía ningún futuro en Irak, por mucho que le duela la pérdida de su patria: «Quiero ir a Estados Unidos, a estudiar Informática» (Su amigo Emanuel, de 23 años, también desea emigrar a la tierra prometida norteamericana: «aquí, en Jordania, no tenemos nada que hacer; pero a mí me gustaría estudiar Farmacia y labrarme la vida»).
Para facilitar a los refugiados la integración en el Occidente, sobre todo en Estados Unidos, el país preferido, el servicio de refugiados de los jesuitas —Jesuit Refugee Service— de Ammán organiza clases privadas de inglés. 14 profesores voluntarios dan cursos gratuitos de idioma y de informática; unas 2.000 personas se apuntan anualmente. Autobuses organizados por los jesuitas se ocupan del transporte a la escuela de la comunidad greco-católica de Ammán-Este. En las clases hay mucha vida: «Big!», exclaman los niños y levantan la mano. La generación de los refugiados iraquíes que en su mayoría ha nacido en Jordania, aprende inglés ya desde el pre-escolar. Pero a la escuela acuden también jóvenes y adultos. Conscientemente, los jesuitas aceptan en sus programas a todos los refugiados, con independencia de su religión o su raza. Desde que acuden muchos sirios, los musulmanes son mayoría en la escuela; pero la imagen está marcada también por refugiados de Somalia y de Sudán. A partir de este año, los jesuitas van a ofrecer también estudios online; de este modo, los jóvenes refugiados podrán adquirir un título de la Universidad Regis de los jesuitas en Denver (Colorado), como preparación para una nueva vida lejos de su vieja patria, Irak.
Fotografías
Niños cristianos iraquíes jugando al fútbol
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