Jueves, 03 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Franz Schmidberger

El primer sucesor de Lefebvre, escéptico con la vuelta a Roma

«Si Roma nos pide que acatemos el Concilio incondicionalmente, no veo ninguna posibilidad de reconciliación».

Hace pocos días, el obispo Bernard Fellay, superior de la Fraternidad San Pío X, declaró, en una homilía que pronunció durante un viaje a los Estados Unidos, que los lefebvrianos no podían suscribir el “Preámbulo doctrinal” propuesto por la Santa Sede tal y como está redactado. Esta afirmación, que no clausuraba la posibilidad del diálogo con la Santa Sede, ahora es retomada y matizada por el abad Franz Schmidberger, que fue el primer sucesor de Marcel Lefebvre y que ha sido uno de los puentes de contacto entre la Fraternidad y el Vaticano. El abad concedió una larga entrevista al vaticanista Paul Badde, publicada el 13 de febrero en “Die Welt”, en la que confirmó que los lefebvrianos no están dispuestos a reconciliarse con el papa «cueste lo que cueste», como resume el periódico alemán.

Schmidberger cuenta que «el 14 de septiembre de 2011, el cardenal Levada presentó a monseñor Fellay un “Preámbulo doctrinal”, cuya aceptación es la condición para un reconocimiento canónico de la Fraternidad. Hemos discutido mucho sobre este texto y hemos llegado a la conclusión de que no es aceptable». El abad añade que envió personalmente a Roma, el primero de diciembre, la respuesta de Fellay, y (por petición de las autoridades vaticanas) que hizo llegar también una aclaración con respecto a la primera respuesta. «Ahora estamos esperando con gran ansia la respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe».

Al responder sobre las embarazantes declaraciones del obispo lefebvriano Richard Williamson, Schmidber afirmó que : «no soy un profeta, pero creo que durante la discusión sobre la estructura canónica para la Fraternidad, que no se dará, seguramente, en una sola sesión, los que participen hablarán del obispo Williamson. Lo que se puede esperar es que él obedezca las instrucciones del superior general».

El primer sucesor de Lefebvre también afirmó que el mismo fundador de la Fraternidad tenía muy claro que «el actual ecumenismo bajo el signo del relativismo religioso, la libertad religiosa, cuyo fruto es el secularismo de nuestros días, y la colegialidad, que paraliza completamente la vida de la Iglesia, para nosotros son inaceptables». Y estos problemas siguen vigentes todavía.

Con respecto al tema crucial de la libertad religiosa, Schmidberger dijo que: «La libertad religiosa no es, sobre todo, una cuestión de práctica, sino de doctrina. La condena de la libertad religiosa por parte de los papas nunca ha implicado la voluntad de obligar a que los demás acepten la religión católica, sino que ha implicado que un estado, en el que la mayor parte de la población es católica, debe reconocer que la religión católica es la que fue revelada por Dios. Al mismo tiempo, puede muy bien tolerar otras religiones y confesiones, e incluso establecer esta tolerancia en las leyes civiles». Pero, añadió: «el error no tiene nunca un derecho natural».

El abad, al responder a una pregunta sobre los riesgos de una separación permanente de Roma, declaró: «Un caso de emergencia es un caso de emergencia, es anormal y aspira a la normalización. Pero, ¿cómo podemos llegar a un acuerdo con encuentros como el de Asís, que, implícitamente (¡y no explícitamente!) sostienen que todas las religiones son vías de salvación? Claro, nosotros sufrimos por nuestra situación actual, pero sufrimos infinitamente más por esta indiferencia religiosa que provoca un número incalculable de almas perdidas».

En cuanto al disenso y a las protestas que están marcando la vida de las Iglesias del norte de Europa, Schmidberger añadió: «La Fraternidad representará un enorme apoyo para el Papa cuando se trate de subsanar el cisma latente que está presente en cualquier parte de Europa, causado por fuerzas centrífugas, como lo que sucede en Austria». El problema de la Iglesia «no es la Fraternidad, sino los teólogos modernistas y el colapso de la vida de la Iglesia que comenzó con el Concilio».

¿Cuáles condiciones, pues, aceptarían los lefebvrianos para llegar a un acuerdo con la Santa Sede? «Si las autoridades romanas, para el reconocimiento canónico de la Fraternidad, no nos piden algo que vaya en contra de la enseñanzas tradicionales y de la praxis de la Iglesia, no habrá grandes dificultades para la regularización. Si, en cambio, Roma nos pidiera que aceptáramos todo el Concilio incondicionalmente, no veo ninguna posibilidad de reconciliación».

Entonces, se puede suponer que la formulación del “Preámbulo” que presentó el Vaticano a la Fraternidad, y que todavía no ha sido publicado, contiene pasajes que tienen que ver con el Concilio que los lefebvrianos no consideran oportuno suscribir, aún manifestando el deseo de llegar a una regularización canónica y a la plena comunión con el Papa. Ahora es la Santa Sede la que debe decidir la respuesta que dará a la negativa con respecto al texto que les entregaron el 14 de septiembre de 2011.
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