Cristianos perseguidos en Egipto
Cientos de cristianos coptos piden en El Cairo protección contra los ataques musulmanes
Los enfrentamientos religiosos en las últimas semanas obedece a una estrategia de confrontación de salafistas.
La rabia provocada por los ataques contra dos iglesias en El Cairo (que anoche dejaron un saldo de doce muertos y casi dos centenares de heridos, según fuentes del Ministerio de Salud) amenaza con quebrar la convivencia entre musulmanes y cristianos coptos en Egipto, donde estos últimos suponen en torno al 10 % de la población.
Unas relaciones que parecían gozar de un nuevo período de fraternidad tras la revolución popular que acabó con el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero, en la que participaron egipcios de todas las confesiones.
Pero hay a quien no le interesa dicha convivencia. En los últimos meses, se han producido al menos cinco incidentes de gravedad de carácter sectario. La pasada Nochevieja, un atentado contra una iglesia en Alejandría provocó una veintena de muertos y casi ochenta heridos. Dos semanas después, un agente de policía disparó contra seis cristianos coptos en la zona de Assiut, en el Alto Egipto, matando a uno de ellos e hiriendo al resto.
La revolución pareció ayudar por un momento a superar el enfrentamiento religioso. Cuando el Papa Shenuda III salió en defensa de Mubarak, poco después de iniciarse la revolución, muchos coptos decidieron desobedecerle. Desde entonces, son numerosos los movimientos cívicos que piden solidaridad entre egipcios más allá de las diferencias confesionales.
El pasado marzo, la situación volvió a tensarse peligrosamente después de que un grupo de exaltados destruyese una iglesia en la provincia de Helwan. Cuando unas decenas de jóvenes coptos decidieron cortar una carretera en El Cairo, a modo de protesta, grupos de islamistas asaltaron el barrio de Moqattam, de mayoría cristiana, provocando enfrentamientos en los que trece personas murieron y otras ciento cuarenta resultaron heridas.
Los enfrentamientos amenazan con desbordarse
No obstante, hasta en esos momentos de máxima confrontación, la mayoría de egipcios –incluyendo a la Hermandad Musulmana, la fuerza de oposición más importante del país- insistieron en el respeto interreligioso. Muchos creyeron ver la mano del antiguo régimen -y la colaboración del ejército- en el exacerbamiento interesado del conflicto, que demostraría la necesidad de un poder fuerte.
La revolución incluso ha encontrado culpables de la violencia sectaria dentro del anterior gobierno. El propio ex ministro del interior durante el régimen de Mubarak, Habib El Adli, está formalmente acusado por la fiscalía de haber instigado el atentado de Alejandría “con el propósito de culpar a los islamistas, incrementar la represión sobre ellos y recabar el apoyo occidental”.
En las últimas semanas se han incrementado los incidentes religiosos. Pero ahora, la situación amenaza con desbordarse. En las últimas semanas se ha venido produciendo un incremento en el número de incidentes religiosos, que parece obedecer a una estrategia de confrontación buscada por militantes salafistas (islamistas radicales que buscan la implantación de una versión “purificada” del islam).
A pesar de los llamamientos a la calma, se teme que se produzcan nuevos choques en las próximas horas. Por el momento, ABC ha recibido informes de una multitudinaria pelea entre cristianos y musulmanes en la calle Ramsis, en el centro de El Cairo, aunque se desconoce si se han producido víctimas.
Un centenar de personas ha orquestado una protesta frente a la embajada de Estados Unidos “para pedir protección internacional”.
Por su parte, algunos grupos de la sociedad civil egipcia han iniciado movilizaciones para intentar impedir una escalada de la tensión. El Movimiento de Jóvenes Coptos Maspero (así llamado por el lugar donde realizan sus protestas) ha pedido “que la mayoría silenciosa de Egipto salga y proteja a los coptos”.
El Gran Muftí de Egipto, Ali Gomaa, uno de los grandes líderes espirituales del islam suní, ha dicho que “todos los egipcios deben mantenerse hombro con hombro para prevenir el conflicto”.
Unas relaciones que parecían gozar de un nuevo período de fraternidad tras la revolución popular que acabó con el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero, en la que participaron egipcios de todas las confesiones.
Pero hay a quien no le interesa dicha convivencia. En los últimos meses, se han producido al menos cinco incidentes de gravedad de carácter sectario. La pasada Nochevieja, un atentado contra una iglesia en Alejandría provocó una veintena de muertos y casi ochenta heridos. Dos semanas después, un agente de policía disparó contra seis cristianos coptos en la zona de Assiut, en el Alto Egipto, matando a uno de ellos e hiriendo al resto.
La revolución pareció ayudar por un momento a superar el enfrentamiento religioso. Cuando el Papa Shenuda III salió en defensa de Mubarak, poco después de iniciarse la revolución, muchos coptos decidieron desobedecerle. Desde entonces, son numerosos los movimientos cívicos que piden solidaridad entre egipcios más allá de las diferencias confesionales.
El pasado marzo, la situación volvió a tensarse peligrosamente después de que un grupo de exaltados destruyese una iglesia en la provincia de Helwan. Cuando unas decenas de jóvenes coptos decidieron cortar una carretera en El Cairo, a modo de protesta, grupos de islamistas asaltaron el barrio de Moqattam, de mayoría cristiana, provocando enfrentamientos en los que trece personas murieron y otras ciento cuarenta resultaron heridas.
Los enfrentamientos amenazan con desbordarse
No obstante, hasta en esos momentos de máxima confrontación, la mayoría de egipcios –incluyendo a la Hermandad Musulmana, la fuerza de oposición más importante del país- insistieron en el respeto interreligioso. Muchos creyeron ver la mano del antiguo régimen -y la colaboración del ejército- en el exacerbamiento interesado del conflicto, que demostraría la necesidad de un poder fuerte.
La revolución incluso ha encontrado culpables de la violencia sectaria dentro del anterior gobierno. El propio ex ministro del interior durante el régimen de Mubarak, Habib El Adli, está formalmente acusado por la fiscalía de haber instigado el atentado de Alejandría “con el propósito de culpar a los islamistas, incrementar la represión sobre ellos y recabar el apoyo occidental”.
En las últimas semanas se han incrementado los incidentes religiosos. Pero ahora, la situación amenaza con desbordarse. En las últimas semanas se ha venido produciendo un incremento en el número de incidentes religiosos, que parece obedecer a una estrategia de confrontación buscada por militantes salafistas (islamistas radicales que buscan la implantación de una versión “purificada” del islam).
A pesar de los llamamientos a la calma, se teme que se produzcan nuevos choques en las próximas horas. Por el momento, ABC ha recibido informes de una multitudinaria pelea entre cristianos y musulmanes en la calle Ramsis, en el centro de El Cairo, aunque se desconoce si se han producido víctimas.
Un centenar de personas ha orquestado una protesta frente a la embajada de Estados Unidos “para pedir protección internacional”.
Por su parte, algunos grupos de la sociedad civil egipcia han iniciado movilizaciones para intentar impedir una escalada de la tensión. El Movimiento de Jóvenes Coptos Maspero (así llamado por el lugar donde realizan sus protestas) ha pedido “que la mayoría silenciosa de Egipto salga y proteja a los coptos”.
El Gran Muftí de Egipto, Ali Gomaa, uno de los grandes líderes espirituales del islam suní, ha dicho que “todos los egipcios deben mantenerse hombro con hombro para prevenir el conflicto”.
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