En la ciudad filipina de San Fernando
Y las luces navideñas se hicieron arte
Las tradicionales luces navideñas alcanzan su más alta cota artística en la ciudad filipina de San Fernando, donde desde hace 102 años construyen sus propios faroles que combinan artes plásticas, música y coreografía.
Una estrella de Belén de seis metros de diámetros e iluminada por más de 8.600 bombillas de colores conectadas por cinco kilómetros de cableado, presentada por el barrio de Santa Lucía, ha ganado este año el festival de "parol" gigante (del español, farol).
Durante siete minutos, mientras villancicos en inglés y en tagalo se suceden en la megafonía, las luces forman hipnóticos motivos psicodélicos que danzan al son de la música.
Detrás de la estructura, sostenida por un camión, cinco operadores perfectamente sincronizados manejan de forma manual los nueve rotores conectados a la estrella para girarla en el momento adecuado y lograr la iluminación requerida.
"Los operadores han ensayado durante semanas para el espectáculo, que se celebra todos los días durante las fiestas navideñas. Es una obra de arte que también requiere una planificación eléctrica compleja, por eso empezamos a diseñarla hace seis meses", explica orgulloso a Efe Herman David, responsable del proyecto de esta edición.
En ese tiempo, un equipo de 18 personas se dedicó a pergeñar el diseño, hacer pruebas por ordenador, construir la estructura, conectar el endiablado entramado de cables y bombillas y terminar la coreografía.
El premio de 102.000 pesos (1.767 euros o 2.316 dólares) ganado por el barrio de Santa Lucía apenas supone un alivio para el gasto de unos 700.000 pesos (12.127 euros o 15.900 dólares) que cuesta de media fabricar cada estrella navideña.
"El 25 por ciento del coste se sufraga con subvenciones del Ayuntamiento y el resto son donaciones de las 6.000 personas que viven en nuestro barrio", explica David.
La factura eléctrica también corre a cargo del barrio, pero al menos se consigue algo de ahorro al aprovechar la estructura de este año para crear el farol de la próxima Navidad.
Esta tradición que cumple su 102 aniversario ha permitido a los faroles de San Fernando, a 70 kilómetros al norte de Manila y conocida como la capital filipina de la Navidad, mostrar sus obras en medio mundo.
"Las he expuesto en Hollywood y también en otros países como Japón, Taiwán y España: en 1992 enviamos cuatro a la exposición universal de Sevilla", relata Ernesto Kuiwa, el constructor de faroles más veterano de la comarca.
Kuiwa se inició en el oficio en 1966, siguiendo la tradición familiar creada en 1908 por su bisabuelo, el primer ganador del concurso de faroles navideños.
"Aquellos eran más pequeños y estaban hechos con bambú, no como los actuales, de fibra de vidrio. Se hacía con velas recubiertas de algodón teñido para crear los distintos colores. En 1928 mi abuelo hizo el primero eléctrico, con bombillas alimentadas por pilas", cuenta el artesano.
Los faroles gigantes han dado fama a San Fernando en todo el archipiélago filipino y han favorecido el crecimiento de la industria local de luces navideñas, que decoran muchas de las casas del país.
En 44 años dedicado a esta peculiar artesanía, Kuiwa se ha adaptado a los continuos cambios de material, a la irrupción del ordenador para planear las coreografías y al paulatino aumento de tamaño de las estructuras, pero no quiere perder de vista el mensaje que pretende transmitir con sus obras.
"Lo importante es que representa la estrella de Belén que guió a los Reyes Magos. Para nosotros, esa estrella representa el amor, eso es lo que realmente nos mueve", afirma Kuiwa.