Se intensifica la persecución a los coptos
Egipto silencia a la minoría cristiana ante el avance de las tesis radicales islamistas
La brutal represión de la protesta en Giza, cerca de El Cairo, revela la dura situación de los coptos.
Los cristianos juran que la policía de Mubarak irrumpió en la iglesia a medio construir de Omraneya al grito de «Allah uk akbar» (Alá es el más grande), ese que solo usan «cuando van a por los terroristas y en la guerra». Les atacaron, cuentan, «de una forma inhumana», disparando a bocajarro pelotas de goma, gases lacrimógenos, piedras y las balas que mataron a en el acto a Makarios Gad, de 19 años. Hubo 13 agentes y 80 ciudadanos heridos, dos de ellos también han muerto. Luego «se llevaron a todo el mundo, a 156 hombres, mujeres y niños que estaban dentro del edificio», y desde entonces, dicen, «la caza no ha terminado».
La Unión Egipcia para los Derechos Humanos asegura que hay 400 detenciones más, que las fuerzas de seguridad les sacan por las noches de sus casas y que esta semana pararon un autobús en la calle «y agarraron, —explica Ezzar Ibrahim—, a los que tenían escrito en el carné la religión equivocada: cristianos». En el gobierno local de Giza, dirigido por el oficialista Sayyed Abdel Aziz, niegan toda esta versión «cínica y maliciosamente distorsionada» y advierten que los agredidos fueron los policías, cuando trataban de disolver a 3.000 cristianos «vándalos» que protestaban porque el Estado les ha suspendido las obras de esa «iglesia ilegal» en la que se atrincheraban. Y ya saben que no tienen ningún derecho a manifestarse.
Miedo a hablar «No dicen una palabra de verdad. La única salida que nos queda es irnos de este país, estaríamos mejor con los caníbales que aquí en Egipto», resume Rami, nombre impostado del padre de uno de los cristianos detenidos en ese incidente de Omraneya, el deprimido suburbio de la ciudad de Giza, contigua a El Cairo, donde el pasado 24 de noviembre se registraba el último acto de represión contra los coptos.
Etimológicamente, el vocablo remite a «aiguptios», «egipcios», y alude al 10 por ciento de la población del país de confesión cristina, cuya tradición en esta tierra se remonta al siglo primero, pero que en los últimos tiempos denuncian haberse convertido en los parias de tercera clase de un Gobierno entregado a la mayoría musulmana, que les persigue sin piedad. Para analistas como Gamal Nkrumah, del semanario «Al Ahram», en sus quejas hay mucho de «melodrama barato», y señala que los disturbios sectarios en Egipto son resultado de la frustración de grupos, «sean cristianos o musulmanes, carentes de derechos plenos y víctimas de pobreza o desempleo, que estallan en tiempos electorales como estos. Pese a todo —subraya— la sociedad egipcia sigue siendo «más segura que muchas».
Pero Rami llora de miedo. «Yo no puedo dar detalles, si el régimen se entera que estamos hablando con la prensa, a mi hijo de 33 años lo matan en la cárcel», implora. «La cárcel de criminales de Thora...», desliza, y a su nuera y esposa del arrestado, que vigila la conversación, le da un ataque de desesperación y manda callar.
Están convencidos de que solo liberarán a los 156 a cambio del silencio, de que no denuncien los abusos «ante la opinión pública y para que no trascienda a la escena internacional», porque «siempre es así». «Nos tratan peor que a los palestinos, somos los palestinos de Egipto —reprocha el padre— nos pegan por rezar, por votar, por trabajar; criticamos a Israel por matar a personas de otra nacionalidad y aquí tienen a egipcios machacando a egipcios porque creemos en otro Dios, y Obama dándoles buenas palabras... al menos Bush era claro y directo». «Cállese ya, —ordena la mujer—, o no volveremos a ver a ninguno de los nuestros, acabarán con todos».
La estrategia del régimen
No hay en Egipto constancia de que el régimen esté eliminando cristianos en las prisiones. Pero hasta ahí, el abogado Nagi Gobrail, erigido en el más incansable defensor de esta comunidad frente al régimen megalómano de Hosni Mubarak, afirma que la situación de los coptos «es una tragedia y la impunidad absoluta». «Mubarak se ha rendido por completo a los musulmanes fanáticos, ahora hasta manda a su policía a hacerles el trabajo a los radicales que nos quieren aplastar con la Sharía», sostiene Gobrail, que en 2008 ya sufrió un atentado, y el viernes aparecía retratado en el periódico «Al Hamish» bajo el amenazante titular «Estás jugando con fuego».
La visión de Gamal Eid, de la Red Árabe de Derechos, da otra vuelta de tuerca. En su opinión, es Mubarak quien «ha venido utilizando a los radicales suníes, apoyados por el wahabismo saudí, para que se enfrenten y le quiten de en medio a los molestos cristianos, aunque en los choques de este mes prefirió la táctica de enviarles directamente a sus fuerzas de seguridad para desviar la atención sobre la manipulación de las elecciones».
Lo de Omraneya, en cualquier caso, «es una perla más del collar de sangre de lo que está pasando en Egipto», insiste Grobrail, y cita los sucesos de Nag Hammadi, provincia de Qena, del 7 de enero de 2009, cuando tres musulmanes, presuntamente militares, tirotearon a los fieles a la salida de una misa y asesinaron a seis.
En Alejandría, asaltaron a cuchillo iglesias en octubre de 2005 y el Viernes Santo de 2006, con un resultado de cinco cristianos muertos en total. Nadie ha pagado por esos crímenes.
Últimamente, el acoso se está materializando en la negación de licencias para construir templos cristianos como el de Omraneya, lo que contrasta con la proliferación de nuevas mezquitas, a pesar de que el artículo 47 de la constitución ordena equilibrio y el 46 habla de libertad de culto.
La más antigua de Oriente
Es uno más del despojo de derechos civiles, que enumera el doctor Gobrail. «Los cristianos son sistemáticamente bloqueados en el acceso a puestos de alto nivel, las autoridades se niegan a tramitar las conversiones a nuestra religión, tenemos 3.000 peticiones acumuladas en los tribunales desde 2007, y esa gente no puede viajar, no puede ni casarse, porque a la mínima les acusarían de falsificación documental», explica. Y añade, «los coptos son la comunidad cristiana más antigua y grande de Oriente Próximo, con 2.000 años de historia, pero no aparecen en los libros académicos de Egipto, y en 2008 se publicó que era legal matarlos y robarles en un ensayo del intelectual islamista Mohammed Imara, que todavía puede comprarse en las tiendas».
En los Hermanos Musulmanes, el número dos de la organización, Mahmoud Ezzat, escoge con trabajo las palabras para referirse a los coptos. «Todo musulmán está obligado a tener buena relación con los cristianos..., está en nuestra religión, y no nos importa si a nosotros nos persiguieron, todavía pedimos libertad para toda la población, incluidos los cristianos». Y recuerda que la Hermandad acaba de abandonar las elecciones por el descarado fraude de Mubarak, aunque Ezzat se muestra confiado de que el eslogan de su grupo sigue triunfando: «el islam es la solución».