Sábado, 28 de diciembre de 2024

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Mistagogia de la Confirmación - IV (Crismación y saludo de paz)

por Javier Sánchez Martínez

    El momento central del sacramento de la Confirmación es la unción que hace el obispo con el crisma consagrado en la frente de cada uno de los confirmandos, dándonos el saludo de paz. La forma de realizar la unción es muy sencilla: impregna el dedo pulgar de la mano derecha en el aceite consagrado y nos hace la señal de la cruz en nuestra frente. El padrino o madrina dice el nombre y entonces el obispo, mientras nos unge, dice: "RECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO". Y responde cada confirmando, con voz clara y fuerte: "Amén".


    No creamos que por simple y sencillo no tiene importancia; encierra un gran misterio: DIOS HOY SIGUE REGALÁNDONOS SU ESPÍRITU SANTO.


1. El crisma.-


    Después de la solemne plegaria del obispo con las manos extendidas –imposición de manos sobre todos los confirmandos- viene la crismación en la frente.


CAT 1289: "Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra el nombre de "cristiano" que significa "ungido" y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10,38). Y este rito de la unción existe hasta nuestros días tanto en Oriente como en Occidente. Por eso en Oriente, se llama a este sacramento crismación, unción con el crisma, o myron, que significa "crisma". En Occidente el nombre de Confirmación sugiere que este sacramento al mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal".


    El crisma es un aceite mezclado con bálsamo y perfumes que el obispo y todos los presbíteros de la Diócesis consagran en la Misa crismal. Sobre este aceite el obispo reza una oración para que el Espíritu Santo lo santifique y consagre a todos aquellos que lo van a recibir. La oración con que el obispo consagra el crisma expresa el sentido de la unción:


         "Te pedimos, Señor, que te dignes santificar con tu bendición este óleo y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo, de cuyo nombre le viene a este óleo su nombre de crisma, infundas en él la fuerza del Espíritu Santo con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires, y hagas que este crisma sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana. Haz que los consagrados por esta unción, libres del pecado en que nacieron, y convertidos en templo de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida santa".

    Al igual que el pan y el vino son consagrados cuando se invoca el Espíritu Santo, el crisma tiene fuerza y santidad porque el Espíritu Santo ha sido el que ha consagrado este aceite santo. Con el crisma todo aquel que es ungido, queda consagrado al Señor, porque la unción con el crisma otorga siempre el don del Espíritu Santo de una forma especial (por eso se emplea el santo crisma en las consagraciones a Dios: sacramento del Bautismo, de la Confirmación, del Orden sacerdotal y cuando se consagra el altar en el rito solemne).


2. Jesús, el Ungido.-

    El mismo Jesús fue ungido de forma espiritual no visible, por el Espíritu Santo; por eso a Jesús lo llamamos el Ungido, o, según la traducción griega, Cristo. La Escritura nos lo muestra así. Él posee en plenitud todos los dones del Espíritu Santo.


    Y Dios lo llama "mi siervo a quien sostengo, mi elegido a quien prefiero. Sobre él he puesto mi Espíritu" (Is 42,1). En el AT todo aquel que era ungido estaba destinado para una misión que el Señor le encomendaba. Jesús "fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo" (Hch 10,38), para desempeñar su misión: llegar a la cruz y resucitar, sal-vándonos así del pecado y de la muerte: éste es el Misterio Pascual. Así Él nos santificó. Jesucristo fue ungido al ser concebido virginalmente: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios" (Lc 1,35). Él recibe el Espíritu para nuestra santificación: "Cristo no recibió el Espíritu para sí, sino más bien para nosotros en sí mismo: pues por su medio nos vienen todos los bienes" (S. Cirilo de Alejandría, Com. Ev. San Juan, 5,2).


    Como Jesús fue ungido, también nosotros vamos a ser ungidos, así nos configuraremos más plenamente a Jesucristo. Ésta es la unción, y éste es el crisma. Una unción que nos hace otros cristos, nos hace semejantes a Jesucristo y nos da una misión. ¡Somos ungidos, estamos llenos del Espíritu Santo, igual que Jesucristo! Con razón podemos ser llamados "cristos" . El Catecismo explica el signo del crisma relacionándolo con la fórmula sacramen-tal: “señal”, “sello”, del Espíritu Santo en el alma (nn. 12931296).


    La fórmula del sacramento es muy sencilla, y el obispo la pronuncia mientras nos unge en la frente:

 

N., RECIBE POR ESTA SEÑAL 

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO.

 

    Primero tu padrino le ha dicho tu nombre al obispo; luego éste ha pronunciado tu nombre y te ha ungido. El Espíritu viene a ti, con tu historia y tus miserias; viene a ti porque Dios te ama y te fortalece con esta unción espiritual "para que combatas el buen combate de la fe" (1Tim 6,12) y para que seas plenamente su hijo adoptivo. El Señor te ha llamado por tu nombre para hacerte suyo.


    El Espíritu Santo es el sello con el que Dios nos marca para el día de la liberación final: es la marca de los elegidos por la que Dios reconocerá a los suyos en el último día: "el Ángel que subía del Oriente y tenía el sello del Dios vivo" (Ap 7,2a) marcó a los salvados. El Señor hoy nos hace suyos y nos sella como redimidos, para el último día, al final de los tiempos, y su sello es la unción del Espíritu Santo.


3. ¿Quién es el Espíritu Santo?.-

    "RECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO".

    El Espíritu Santo es un don, un regalo que el Señor te hace. Igual que en Pentecostés, el Señor, gratuitamente derrama su Espíritu Santo para que participes de la misión de Jesucristo. La Confirmación es un nuevo Pentecostés. El mismo Jesucristo antes de volver al Padre nos prometió que "no nos dejaría huérfanos" (cf. Jn 14,18) sino que Él enviaría al Espíritu Santo. Hoy cumple el Señor esta promesa que te hizo: hoy te regala el Espíritu Santo.


    ¿Quién es el Espíritu Santo? Es el Amor entre el Padre y el Hijo, hecho Persona . Él es Dios, igual que el Padre y el Hijo, con la misma dignidad y el mismo poder, y merece nuestra adoración y también nuestra oración, tratar con el Espíritu Santo en nuestra oración. El Espíritu Santo es el Amor, el mismo amor que el Señor derrama en nuestros corazones (cf. Rm 5,5). Sigue siendo el Gran Desconocido: habría que repasar la doctrina de la fe sobre el Espíritu Santo en el Catecismo (nn. 685-686).


    “Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria y que habló por los profetas”. El Espíritu Santo, procediendo del Padre y del Hijo, nos revela a Cristo, para que lo conozcamos y amemos, y nos permite profundizar en la revelación, conocer la fe, aceptarla, encarnarla; nos alienta para vivirla; nos ilumina y asiste... ¡y cuántas veces no tendremos que invocarlo antes de hacer nuestra oración, o de dar un consejo, o impartir una catequesis, o hacer apostolado...! La misión del Espíritu Santo es inseparable de Cristo y su Iglesia: en Ella actúa y se nos da (por lo que no hay oposición entre la Iglesia apostólica de Cristo y los carismas en la Iglesia dados por el Espíritu Santo, como si éste actuara al margen de Cristo; no hay oposición real entre aquello que llaman “Iglesia oficial” e “Iglesia carismática”).


El Espíritu Santo continúa revelando a Cristo, tocando los corazones con su gracia, llamando a la conversión, permitiendo que conozcamos más a Cristo y, al conocerlo, amarlo y seguirlo.



4. El saludo de paz.-


Finalmente, tras la unción, el saludo de paz.


El obispo te dice: "La paz sea contigo" y tú respondes con voz clara: "Y con tu espíritu".

¿Qué sentido tiene este saludo de paz?

“El beso de paz con el que concluye el rito del sacramento significa y manifiesta la comunión eclesial con el obispo y con todos los fieles (cf. S. Hipólito, Trad. ap. 21)” (CAT 1301).


    S. Pablo exhortaba siempre a los cristianos a que se diesen el saludo de paz . No es un gesto social ni de educación, sino un abrazo de paz, de la paz de Jesucristo. La paz es el saludo de los cristianos: el obispo da el saludo de paz para significar así que los confirmandos son plenamente cristianos e integrados en la comunión y en la paz de la Iglesia.

  

    El obispo en medio de la asamblea recuerda y es un signo claro del mismo Cristo Resucitado que en medio de sus apóstoles se les apareció y les saludó deseándoles la "paz con vosotros" (cf. Jn 19,-22).


    Por eso, el saludo litúrgico propio y exclusivo del Obispo, al inicio de las celebraciones litúrgicas es “La paz esté con vosotros”. Con este mismo saludo, manifestará que estáis incorporados a la Iglesia más plena y perfectamente por la Confirmación.


5. Guardar y cuidar esta gracia.-

    Debemos saber que vamos a recibir la gracia del Espíritu "en la medida en que puedas recibirlo" (S. Cirilo de Jerusalén, Cat. 17,36), en la medida en que lo desees y necesites. El Señor te regala el Espíritu Santo, ¡CUIDA ESTE DON! "¿Qué es cuidar la gracia? Estad preparados para acogerla y, una vez recibida, no la echéis a perder" (ibíd.).


    No debemos perder la gracia del Espíritu y sabéis que esta gracia se pierde si vivimos en el pecado, si somos esclavos del pecado. Por ello, nos exhortan los Padres de la Iglesia: "Te has convertido en templo del Espíritu Santo; no se te ocurra ahuyentar con tus malas acciones a tan noble huésped, ni volver a someterte a la servidumbre del demonio: porque tu precio es la sangre de Cristo" (S. León Magno, Hom. 6 en la Natividad del Señor, n. 3).

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