Nada para ti, todo para Mí
317. 26 de octubre, después de la comunión. "Por qué te diriges al Tabernáculo del altar siendo así que Yo estoy en ti? Tú eres Mi consagrada: no sirvas a nadie fuera de Mí. Siempre estoy contigo.
Si supieras cómo te aguardo y cómo aguardo a todas las almas. Que tus obras del día de hoy sean santas. Invoca al Espíritu de Santidad y pídele que te llene de Amor."
Yo: "Señor, ¿Te agrada que platique de todo contigo?" El: "Me gusta todo lo que te acerca a Mí." (Yo me reprochaba el no pensar a menudo en el alivio de las penas de las almas del Purgatorio). El: "Pero tenías la intención: Yo salvaba al mundo en la gran línea de Mi Vida."
Acabado el desayuno, me olvidaba yo de dar gracias. Me dijo: "Qué podría significar la cruz que has puesto en tu sepulcro si no la señalaras con frecuencia sobre tu cuerpo vivo? Ama el sufrimiento; todo lo volverás a encontrar Allá Arriba."
318. 28 de octubre.. Después de la comunión. "Nada para ti, todo para Mí. Y nada sin Mí. No busques nunca las recompensas de la Tierra; son demasiado cortas."
Mientras yo hacía una mortificación, Me dijo: "Alimenta al mundo."
Esta mañana, entre las ocho y las ocho cuarenta y cinco meditaba yo en Su Flagelación. Le decía:"Señor, déjame que apriete Tus Llagas sobre el mundo." Me dijo: "No tienes necesidad de apretarlas, Mi Sangre corre libremente de todo Mi Cuerpo."
A propósito de esos crímenes que se quedan sin castigo: "Deja rodar el mundo: yo cuento con la Eternidad. Sola tú con solo Dios. Mira Mis Ojos, llenos de Sangre y de Lágrimas. Yo tengo siempre necesidad de vosotros."
Y como El me lo había dicho, con el deseo de obtener un poco de Su Dulzura, Le decía: "Dame la Mano." Entonces El me llenó de un intenso pensamiento de Su pobre Mano perforada y ensangrentada.