Preparar tu entrada al Mundo celestial
1352. 27 de enero de 1944.
En mi aposento: "Señor, escucho”
El: ¿Te habrías atrevido a pensar en la Muerte de un Dios y en una Muerte como la que Yo tuve? ¿La Muerte de un Dios que muere por Su creatura? Tampoco es posible que concibas jamás la Ternura refinada, preciosa y sin medida de Mi Amor. ¡Hija! Si los santos pudieran hablarte, ¡qué prisa tendrías tú de beber con ellos en los torrentes del Amor divino!
Consagra los últimos días de tu vida a preparar tu entrada al Mundo celestial. ¿Recuerdas tus dieciocho años y tu entrada en el mundo terrestre de la sociedad? ¡Con qué cuidado se preparaba todo! Pero, ¿cuánto valía todo eso en comparación con tu entrada en el Cielo? Concédele, pues, una atención de todos los instantes. Cuida bien de tu presentación, nunca estarás demasiado bella. Pide prestados a todos los que te aman sus mejores diamantes: Mis Méritos y los de Mi Santísima Madre, para cubrir tus harapos. Te formarán para tu entrada como un manto regio, como para que en el Cielo se diga: '¿Quién es ésta que camina del Brazo de su Bien Amado?
No estas sola: no hay sobre la Tierra quien te esté más cercano que Yo.
¡Gran pensamiento éste de que te estoy Presente! Se suele hablar de la Presencia de Dios. Tú, piensa en la Presencia de tu gran Amigo, del Único, del Incomparable, de la Visión de mañana. La Presencia del Amor eterno en ti, en torno tuyo. Vives como sumergida en Mí, de día y de noche.
¿No te es inmensamente dulce pensar que estás sumergida, no en la indiferencia, sino en el
Amor? Abre tu corazón cuan grande es. Engrandece tu esperanza y muéstrame tu alegría.