Hija, ¡dame tu vida!
1460. 30 de agosto.
Señor, yo querría cuidarte como Tú me cuidas.
El: Cuidarme, hija, es amarme, Me parece que no necesito otra cosa. Pero Mi Sed de amor es grande. ¿Te parece que te lo repito demasiado? Pero es que cada vez Mi Deseo es nuevo; ya sabes que el Amor nunca se repite, pues en Sí mismo encuentra acentos eternos. Tómate pues el cuidado de consolarme con la simplicidad de una mirada, una sonrisa interior. Incluso, una compasión que concedas a Mis Dolores, o una plegaria por los pecadores. Hija, ¡dame tu vida!
Yo: Pero Señor, ¡si ya la tienes!
El: Sí, pero la quiero sin cesar, como un flujo ininterrumpido, como una sinfonía sin fin.
Que todo esfuerzo sea por Mí, lo mismo cuando reprimes una palabra que cuando te revistes de dulzura; cuando anulas tu voluntad, que cuando te doblegas; lo mismo cuando olvidas alguna falta de atención, que cuando sacrificas un gusto para ayudar al prójimo...
Todo por Mí, querida hija y esto será tu felicidad. Estarás impregnada de Mí y Yo irradiaré desde ti.
Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.