Examínate con frecuencia
1465. 20 de septiembre, Iglesia de Fresne.
Unos amigos habían venido de lejos para gozar del claro de luna cenando en la terraza. Me dijo:
"Yo estoy en esa alegría de los tuyos, en esa poesía de dos horas que te parecieron tan cortas...
Era Yo quien encaminaba la conversación hacia el Más Allá. No temas nunca pronunciar Mi
Nombre; Soy tu gran Amigo. Tú Me llamas 'tu más hermoso Amor', y es verdad. Déjame pues
presidir toda tu corta vida. No durará para siempre ya que la muerte ha de venir. Sé avara de Mí y con ello crecerá tu encanto y tu influencia. Yo Soy el que pasa de ti a los otros; Me es agradable encontrar vehículos.
Yo: Señor, haz que yo sea un vehículo fiel siempre dispuesto.
El: Examínate con frecuencia. Mira si cumples el papel que Yo te doy respecto a todos y luego, dímelo.
Yo: Señor, es siempre tan imperfecto...
El, con viveza: ¡Eso tú no lo sabes! Tú ignoras siempre lo que pasa en el alma del
interlocutor. Tú no ves las almas, ni puedes ver Mi Gracia.
No te detengas en el impulso de trabajo por Mí, pues un día verás el resultado. Sé una
pequeña servidora fiel que trabaja tanto mejor cuanto que tiene, de cuando en cuando,
conversaciones secretas con un Amo lleno de Amor.
Y Mi Amor no es como los amores de la Tierra; es Fuego y Llama. No te admires, entonces, si sientes que tus facultades se incendian y debes dejar la conversación con un cambio de plano: la Subida dichosa.
Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.