Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Yo nunca hablo en vano

Gabriela Bossis

1467. 4 de octubre de 1945.

Yo acababa de terminar un trabajo delicado y caí en la cuenta de que había que empezar de nuevo, debido a un error.

El: ¿Acaso no Me decías durante el trabajo que nada te importaba esto o aquello, puesto que todo era por Mí? Demuéstrame ahora que eso era cierto y que eres capaz de hacer y deshacer por amor Mío. Hazme ver que eres dócil en Mi Mano y que si lo que estabas construyendo se viene abajo, tú sigues estando alegre en Mí, porque Me miras a Mí y no te tienes en cuenta a ti misma.

A veces Me complazco en poner a prueba a las personas que amo.
Las pruebas son necesarias en la vida espiritual y deben comprenderlo. Porque la vida sobre la Tierra no es todavía la del Cielo. Es el principio del amor y el amor crece en la prueba. Pero el amor no percibe su propio crecimiento y por eso sus deseos son insaciables. ¡Qué gozo para Mí el de poder ayudaros! Marcha conmigo. Hablaremos, Me oirás y te aplicarás humildemente Mis Palabras.

Yo sé bien cómo apoderarme de un alma. Yo nunca hablo en vano; pero a ti te toca responder,
pues te llevo al Padre. Y Mi pequeña crecerá no por sí misma, sino por Mí. Continuo creándote y, ¿no Me dirás hoy, en la intimidad recogida que precede al sueño, la suave gratitud de tu corazón?

 

 

 Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en  numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.

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