Reflexionando sobre el Evangelio Mc 13,24-32
La esperanza es Cristo. Sólo Él es la Luz del mundo.
Hoy en día vivimos en una sociedad sin sentido, objetivos y sobre todo, sin esperanza. Vemos a Cristo como una herramienta que justifica nuestras ansiedades, temores y rencillas. Pero Cristo no es una herramienta y esto se evidencia en tantas personas que terminan desanimadas porque ven el mundo tambalearse y no lleva el final de los tiempos. ¿En quién ponemos nuestra esperanza? ¿En Cristo o en el final de todo? Llevamos esperando el final de los tiempos desde que el Señor resucitó y todavía no ha llegado. Sólo Dios sabe el momento y cómo se producirá. ¿Qué hacemos pronosticando finales del mundo cada dos o tres años? ¿Qué hacemos buscando pistas de un final que sólo Dios conoce? “En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.” (Mc 13, 32). El fin de los tiempos llegará y veremos la claridad verdadera de la Luz. Una luz que apagará toda luz creada. No lo digo yo, leamos lo que nos indica Beda el Venerable:
Porque en el día del juicio parecerán apagadas las estrellas, no porque disminuya su luz, sino porque aparecerá la claridad de la verdadera, es decir, la del Juez Supremo. Sin embargo, se puede admitir sin dificultad, que entonces perderán temporalmente su luz el sol, la luna y las estrellas, como está probado que la perdió el sol al morir nuestro Redentor. Por lo demás, después del día del juicio, cuando haya cielo nuevo y tierra nueva, se cumplirán las palabras de Isaías: "La luz de la luna será como la del sol, y la del sol será siete veces mayor" (Is 30,26). Y continúa: "Y las potestades que hay en los cielos bambolearán". (Beda, in Marcum, 4, 42)
Los profetas del fin de los tiempos centran sus predicciones en la destrucción de todo lo que a ellos les causa temor o desconcierto. Ese no es el sentido del fin de los tiempos. El verdadero sentido es la presencia de Cristo en toda su inmensidad y poder. Todo quedará ensombrecido por la potencia de la Luz que irradiará el Señor. Desconocemos el momento en que ocurrirá y adelantar pronósticos no nos ayudará. Cuando veamos que Cristo se eleva por encima de Torres de Babel, estructuras humanas, sociedades, grupos e ideologías, tendremos la certeza de que el juicio está cerca. Pero “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18, 8). Igual que en Sodoma y Gomorra, serán pocos los escogidos por su fe y templanza.
… San Mateo declaró que se ha de tomar enteramente en este sentido, diciendo: "Cuando vosotros veáis que acontecen estas cosas, sabed que el Hijo del hombre está cerca, está ya a la puerta" (Mt 24,33). Lo dicho anteriormente debe interpretarse, pues, de este modo: Y enviará sus ángeles de las cuatro partes del mundo, esto es, congregará a sus elegidos de todos los puntos de la tierra. Y ésta será la hora última del mundo, cuando venga en sus miembros como en las nubes. (San Agustín, carta 80)
Sólo en Dios debemos poner nuestra esperanza. El sufrimiento que vivimos, deberá servir de santificación y para que aprendamos a ser humildes. Dios es quien maneja las mareas del mundo. Él sabe ofrecernos esperanza, pero nosotros no solemos estar dispuestos a esperar y confiar. Él sabe cómo mantener el fuego de la fe encendido dentro de nosotros, pero nosotros no atendemos a esa pequeña luz que lucha por darnos sentido y vida. Tengamos claro lo que Cristo nos dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc 13, 31). La esperanza es Cristo. Sólo él es la Luz del mundo.