«A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó
Reflexión Domingo XVII del Tiempo Ordinario
«A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.»
Queridos hermanos
Estamos en el domingo XVII del Tiempo Ordinario. La primera Palabra que nos da la Iglesia es del libro de los Reyes donde dice que: “el Señor se apareció al rey Salomón en sueños, y le dijo: Salomón pídeme lo que quieras que yo te lo daré” ¿Qué hubiéramos pedido tú y yo a Dios? Buena salud, dinero, prosperidad, que nos quiten la cruz, en definitiva, quitar el sufrimiento del hombre. Salomón era un joven que siente el peso de la responsabilidad de gobernar al pueblo de Israel, y tanto es así, que ofrece mil holocaustos, animales a Dios. Y ¿qué le pide Salomón a Dios? Le pide una cosa muy importante: tener discernimiento para saber gobernar a este pueblo, poder discernir entre el bien y el mal, porque el mal se nos presenta como una apariencia de bien. Fijaros en una cosa importante, le dice el Señor: Por haberme pedido esto, es decir, discernimiento, sabiduría, saborear lo que es la verdad, te voy a conceder una larga vida y te voy a conceder además gloria, riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo, porque me has pedido discernimiento. ¿Cómo se adquiere el discernimiento? Se adquiere con la humildad, se adquiere escrutando la Palabra de Dios, es decir leyendo la Palabra de Dios y pasando horas delante del Sagrario, pidiendo al Señor que te ilumine. Qué importante es esto, ha escuchado la voz de la verdad. María también escucha la voz de la verdad, es la primera del Nuevo Testamento que tiene la gran sabiduría. Por eso, hermanos, no pidamos cosas, prestigios, ni fama, ni títulos, ni plata; sino que pidamos el discernimiento.
Como respuesta la Iglesia pone el Salmo 118: Cuánto amo tu ley, Señor. La Ley es el camino que da la vida. Por eso decimos: más estimo yo las palabras de tu boca que miles de monedas de oro y plata, detesto la mentira. Hoy, hermanos, hay mucha corrupción: en la política, en las familias, en los valores. Por eso pidamos discernimiento. ¿Cómo se adquiere también el discernimiento? Con la limosna, a aquel que no te puede agradecer; y Dios te bendecirá.
La segunda Palabra es de la Carta del Apóstol san Pablo a los Romanos y dice: Todo contribuye para el bien de los que Dios ama. Toda nuestra historia está bien hecha, hermanos, y estamos llamados a reproducir la imagen de Jesús: la humildad, la humillación, aceptar el fracaso humano; porque en lo profundo de ese fracaso hay una perla preciosa, de la que habla el Evangelio.
Dice el Evangelio de san Mateo: El reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. ¿Cuál es ese tesoro escondido? ¿Cuál es esa perla preciosa? El discernimiento de la cruz gloriosa. Por eso el Evangelio dice: ¿Has entendido todo esto? Hermanos el Señor nos quiere regalar el discernimiento. Nosotros somos el escriba del que habla el Evangelio porque estamos llamados a escrutar la Palabra del Señor.
Hermanos, esto es lo que tenemos que transmitir a quienes nos rodean: renuncia a las cosas de este mundo, coge la cruz que es la que nos da sabiduría y descubrirás este tesoro, tendrás discernimiento.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo esté con todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao