Ángeles caídos
por Juan del Carmelo
Se usa el eufemismo “ángeles caídos” para designar a los demonios. Hay quienes concentran toda su atención en lucifer, y emplea el término demonio por antonomasia para referirse a lucifer, poniéndose muchas veces en tela de juicio, la realidad de que sin perjuicio de la preponderancia que lucifer tiene en su gremio, los demonios son muchos, porque son muchos los que siguieron su camino. Lo que ocurre, es que tal como explica el exorcista P. Amorth: “Los demonios están vinculados entre sí por una estrechísima jerarquía y conservan el grado que tenían cuando eran ángeles: principados, tronos, dominios… Es una jerarquía de esclavitud, no de amor como existe entre los ángeles, cuyo jefe es Miguel”. Asimismo explica, que también hemos de ver que: “Satanás o lucifer, era la criatura más perfecta salida de las manos de Dios; estaba dotado de una reconocida autoridad y superioridad sobre los demás ángeles”.
Son muy escasos los datos y las referencias que tenemos sobre este tema, el texto bíblico más completo del que disponemos con referencia a este tema, es el capítulo 12 del Apocalipsis que merece la pena ser leído en su integridad: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada 1.260 días. Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Angeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Angeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Angeles fueron arrojados con él. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte. Por eso, regocijaos, cielos y los que en ellos habitáis. ¡Ay de la tierra y del mar! porque el Diablo ha bajado donde vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo.» Cuando el Dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. Pero se le dieron a la Mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar, lejos del Dragón, donde tiene que ser alimentada un tiempo y tiempos y medio tiempo. Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua, detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio de la Mujer: abrió la tierra su boca y tragó el río vomitado de las fauces del Dragón. Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús” (Ap 12,117). Dentro de la simbología que predomina en todo el Apocalipsis, este capítulo 12 no puede ser más claro y comprensible.
Personalmente me pregunto, que ¿cómo es posible que estos ángeles se rebelasen? Ellos eran y siguen siendo, unos seres de una inteligencia muy superior a la nuestra, eran y son conscientes de ser criaturas creadas por Dios, testigos de la infinita bondad, sabiduría y amor de Dios a todo lo por Él creado. Porque sí, aunque ahora nos pueda resultar extraño, debió de haber un tiempo anterior a la rebelión, en que los demonios fueron criaturas amadas por Dios. Ellos conocían a Dios, nunca les fue necesaria la fe, como a nosotros ahora que nos es necesaria, para saber que Dios existe. Ellos conocían la absoluta omnipotencia divina y sin embargo se sublevaron.
Y uno se pregunta: ¿Qué es, o cual es la causa de esa sublevación frente a Dios? ¿Qué les impulsó a los demonios a gritar demandando ser como Dios? Frank Sheed escribe: “Esto fue lo que ocurrió con los ángeles. Dios los creó dándoles vida natural, espíritus puros que conocen y aman y una vida sobrenatural; y algunos de ellos en vez de elegir a Dios se escogieron a sí mismos”. Pero para San Alfonso María Ligorio, la razón del porqué se encuentra en la falta de oración y escribe: “Lo mismo dice San Gelasio hablando de los ángeles rebeldes; recibiendo la gracia de Dios en vano, no quisieron permanecer fieles en la oración”. En todo caso, a nadie se le escapa, que mucho tuvo que ver aquí la soberbia, el más repugnante de los vicios a los ojos de Dios, pues él es la antítesis de la virtud más amada por el Señor, cual es la humildad.
Nosotros por el pecado también nos sublevamos, porque también la soberbia nos domina, pero a diferencia de los demonios, no actuamos con conocimiento pleno y con malicia, por ello Dios nos juzga de forma diferente, y usa con nosotros de su misericordia. Dios castigó a los ángeles para siempre, eternamente; porque su pecado fue por malicia; castigó temporalmente al hombre, en el pecado original, porque el hombre no pecó por malicia, sino por seducción.
El demonio es una realidad, que muchos haciéndole el juego a los deseos del propio demonio, pregonan su no existencia, o sin negar su existencia lo elevan la la categoría de igualdad con Dios. Raniero Cantalamessa predicador de la Casa pontificia escribe: “En el cristianismo, satanás no tiene una importancia igual y contraria a la de Cristo. Dios y el demonio no son principios paralelos, eternos e independientes entre sí, como en ciertas religiones dualistas. Para la Biblia, el demonio no es otra cosa que una criatura de Dios “que se echó a perder”; todo lo que hay de positivo viene de Dios, lo que pasa es que él lo corrompe y lo desvía, utilizándolo contra sí mismo… La existencia del maligno es un misterio como lo es la del mal en general, pero no es el único misterio que tiene la vida”.
Con respecto al ateísmo, muchas veces entrelazado con el demonio, por sus partidarios, hay que ponerles de relieve, que precisamente es demonio “un convencido y profundo creyente”, pues nadie mejor que él conoce y sabe que Dios existe y él sufre su existencia en sus propias carnes. Y la sufrirá eternamente. A este respecto hay que recordar a esas personas que dicen y creen que: ¡Dios es tan bueno!, que llegará un día en que perdonará. Mª Dominique Philippe escribe: “¡Cuidado!: Dios solo perdona a quien confiesa su pecado y desea ser perdonado. Quien no confiesa su pecado no es perdonado pues no pide perdón”. Y ni el demonio, ni los demonios, ni las personas condenadas están por esa labor. El papa Virgilio promulgó contra Orígenes el siguiente canon dogmático: “Si alguno dice o siente que el castigo del demonio o de los hombres impíos es temporal y que en algún momento tendrá fin, o que se dará la integración de los demonios o de los hombres impíos sea anatema”.
En el caso de los ángeles caídos, ellos siguen siendo ángeles; siguen siendo espíritus al servicio de Dios, incluso contra su voluntad. Su actividad está completamente subordinada a los planes de Dios y muchos de ellos aún no han comenzado a cumplir su pena. Dios podría haber lanzado a los ángeles rebeldes a la prisión del infierno para siempre, después que pecaron, como lo hará al final de los tiempos, pero prefirió dejarles una cierta libertad de acción, para emplearlos en su servicio: utilizando su poder y su malicia para ejercitar la virtud de los hombres. En el Apocalipsis podemos ver que los demonios fueron precipitados sobre la tierra, es decir, su condena definitiva aún no se ha producido. Todavía conservan por tanto un poder permitido por Dios, aunque por poco tiempo. Por eso ellos apostrofan a Jesús: “¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?” (Mt 8, 29).
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.