Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Job era figura de Cristo

por Juan del Carmelo

Esto es lo que en el siglo IV, escribió San Zenón. Y como quiera que en nuestros lares el obispo San Zenón de Verona, no sea una figura muy conocida; comenzaremos diciendo algo sobre él. San Zenón nació en el norte de África, en la provincia romana de Mauritania a principios del s. VI. Pasó casi toda su vida en el Norte de Italia. Fue obispo de Verona, ciudad que hoy le venera como Patrono, y se distinguió por la lucha llevada a cabo contra el ya decadente paganismo, contra la herejía arriana y contra ciertos abusos que se habían infiltrado entre los cristianos. Fue escritor y uno de sus escritos está recogido en las lecturas de la Liturgia de las horas españolas. Por su alto contenido simbólico merece la pena copiarlo.

 

Pero antes de recoger lo escrito por San Zenón, sobre el parangón de Job con Cristo, es conveniente que sucintamente recordemos la historia de Job. El libro de Job, forma parte del A.T. y en sus 42 capítulos se nos narran las venturas y desventuras del Santo Job. Tal como podemos leer, Job era un recto varón, que temía a Dios y se apartaba del mal. Le habían nacido siete hijos y tres hijas y nadaba en la abundancia de bienes materiales. Este hombre era pues el más grade de los hombres de oriente, tal como se dice en el texto bíblico, en cual a continuación se puede leer: “Y Yahvéh dijo al Satán: ¿No te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay nadie como él en la tierra; es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y se aparta del mal! Respondió el Satán a Yahvéh: ¿Es que Job teme a Dios de balde? ¿No has levantado tú una valla en torno a él, a su casa y a todas sus posesiones? Has bendecido la obra de sus manos y sus rebaños hormiguean por el país. Pero extiende tu mano y toca todos sus bienes; ¡verás si no te maldice a la cara! Dijo Yahvéh al Satán: Ahí tienes todos sus bienes en tus manos. Cuida sólo de no poner tu mano en él. Y el Satán salió de la presencia de Yahvéh”. (Job 1,812).  

 

Job sufrió toda clase de desgracias, perdiendo a sus hijos y sus bienes, pero se mantuvo siempre fiel al Señor, y nunca llegó a maldecirle. Después de una de las varias desgracias que caen sobre Job, este dice: “Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rapó la cabeza, y postrado en tierra, dijo: Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornaré. Yahvéh dio, Yahvéh quitó: ¡Sea bendito el nombre de Yahvéh! En todo esto no pecó Job, ni profirió la menor insensatez contra Dios” (Job 1,20-22).

 

En la parte central del relato, Job cuando ya se encuentra en la miseria y se reúne con sus amigos que viene  a visitarlo, son varios los capítulos del Libro de Job que se dedican a exponer las reflexiones de Job y las consideraciones de sus amigos. Desde el punto de vista espiritual, es esta la parte más interesante del relato. Podemos leer en esta parte del relato: “Entonces su mujer le dijo: ¿Todavía perseveras en tu entereza? ¡Maldice a Dios y muérete! Pero él le dijo: Hablas como una estúpida cualquiera. Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal? En  todo esto no pecó Job con sus labios. Tres amigos de Job se enteraron de todos estos males que le habían sobrevenido, y vinieron cada uno de su país: Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamat. Y juntos decidieron ir a condolerse y consolarle” (Job 2,911).

 

Al final: “Yahvéh bendijo la nueva situación de Job más aún que la antigua: llegó a poseer 14.000 ovejas, 6.000 camellos,  mil yuntas de bueyes y mil asnas. Tuvo además siete hijos y tres hijas. A la primera le puso el nombre de Paloma, a la segunda el de Canela y a la tercera el de Cuerno de afeites. No había en todo el país mujeres tan bonitas como las hijas de Job. Y su padre les dio parte en la herencia entre sus hermanos. Después de esto, vivió Job todavía 140 años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, cuatro generaciones. Después Job murió anciano y colmado de días” (Job 42,1217).

 

El escrito del obispo San Zenón, sobre Job, dice así: “Job, en cuanto nos es dado a entender, hermanos muy amados, era figura de Cristo. Tratemos de penetrar en la verdad mediante la comparación entre ambos. Job fue declarado justo por Dios. Cristo es la misma justicia en cuya fuente beben todos los bienaventurados, de Él, en efecto, se ha dicho: Los iluminará un sol de justicia. Job fue llamado veraz. Pero la única verdad auténtica es el Señor, el cual dice en el Evangelio: Yo soy el camino y la Verdad.

 

Job era rico. ¿Pero quién es más rico que el Señor? Todos los ricos son siervos suyos, a Él le pertenece todo el orbe y toda la naturaleza, como afirma el salmo: Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes. El diablo tentó tres veces a Job, de manera semejante como nos explican los Evangelios, intentó por tres veces tentar al Señor. Job perdió sus bienes. También el Señor, por amor a nosotros, se privó de sus bienes celestiales y se hizo pobre para enriquecernos a nosotros. El diablo enfurecido mató a los hijos de Job. Con parecido furor el pueblo farisaico mató a los profetas, hijos del Señor. Job se vio manchado por la lepra. También el Señor al asumir carne humana, se vio manchado por la sordidez de los pecados de todo el género humano.

 

La mujer de Job quería inducirlo al pecado. También la sinagoga quería inducir al Señor a seguir las tradiciones corrompidas de los ancianos. Job fue insultado por sus amigos. También el Señor fue insultado por sus sacerdotes. Los que debían darle culto. Job estaba sentado en un estercolero lleno de gusanos. También el Señor habitó en un verdadero estercolero, esto es, en el cieno de este mundo y en medio de los hombres agitados como gusanos por multitud de crímenes y pasiones.

 

Job recobró la salud y la fortuna. También el Señor al resucitar otorgó a los que creen en Él, no solo la salud sino la inmortalidad y recobró el dominio de toda la naturaleza, como Él mismo atestigua cuando dice: Todo me lo ha entregado mi Padre. Job engendró nueve hijos en sustitución de los anteriores. También el Señor engendró a los santos apóstoles como hijos suyos, después de los profetas. Job, lleno de felicidad, descansó por fin en paz. Y el Señor permanece bendito para siempre, antes del tiempo y en el tiempo, y por los siglos de los siglos.

 

Benedicto XVI “En las homilías de los miércoles a los peregrinos, el 04-06-2008, dijo: “San Gregorio desarrolla también este tema en el Comentario moral a Job. Siguiendo la tradición patrística, examina el texto sagrado en las tres dimensiones de su sentido: la dimensión literal, la alegórica y la moral, que son dimensiones del único sentido de la sagrada Escritura. Sin embargo, San Gregorio atribuye una clara preponderancia al sentido moral. Desde esta perspectiva, propone su pensamiento a través de algunos binomios significativos -saber-hacer, hablar-vivir, conocer-actuar- en los que evoca los dos aspectos de la vida humana que deberían ser complementarios, pero que con frecuencia acaban por ser antitéticos.”.

 

Para concluir, diremos que, es propio de la dinámica del desarrollo de la vida espiritual, no esperar la recepción de bienes materiales. En la medida en que se avanza en la vida interior, el índice de contrariedades y tribulaciones puede aumentar, pues esto es necesario para identificarse uno con los sufrimientos del Maestro, que claramente dijo: “El que me ame, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga”. Bien es verdad, que al que siga este camino Dios le colmará de gracias para hacer frente a sus tribulaciones. La leyenda de Job, es eso, una leyenda de la que ignoramos si realmente Job existió. Más bien parece, que Dios permitió la escritura de esta leyenda, para consuelo de los atribulados israelitas de su época, todos ellos de dura cerviz y muy materializados, pues nadie sabe ni pueda afirmar, de un santo del Nuevo Testamento, al que como premio en este mundo, Dios al final de sus días le multiplicase, su bienes materiales, como en el caso de Job lo realizó, multiplicándole, los rebaños de bueyes, burros y camellos.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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