Ante lo abusos que se vienen cometiendo en la liturgia.
¿Es necesaria una nueva reforma litúrgica?
por Juan García Inza
¿Nueva reforma litúrgica?
Se rumorea en los medios sobre la posibilidad de que la Santa Sede esté elaborando un proyecto de reforma, que se entiende como una contrarreforma, de la liturgia eucarística que emanó del Vaticano II. No sabemos qué hay de cierto, pero se han disparado las alarmas contra lo que se considera una vuelta atrás, una involución, una cerrazón fundamentalista de los sectores más tradicionalistas de la cúpula vaticana. Y ahí encuadran al Cardenal Cañizares que, en sintonía con Benedicto XVI, quieren cerrar las puertas y ventanas que desde Juan XXIII se han ido abriendo en el edificio de la Iglesia. Visto así el panorama la “guerra” interna está servida. Pero, ¿qué hay de cierto?
No parece que sea esa la intención de la Jerarquía. Se correría el peligro de inestabilizar un ámbito importantísimo de la vida eclesial como es la celebración de la Eucaristía, la Misa. Otra cosa es corregir los abusos que se han ido introduciendo, y mejorar algunos detalles que perjudican la armonía de la celebración, y nos apartaron un poco de la tradición.
En cuanto a los abusos que yo he podido constatar tienen mucho que ver con la falta de respeto a las normas, o rúbricas, del Misal Romano. Hay gestos y expresiones que se dejan a la correcta iniciativa del celebrante, y que nada tiene que ver con esnobismos teatrales, u ocurrencia frívolas. En este sentido sí conviene de nuevo llamar la atención para encauzar posibles corruptelas que se han hecho norma en la liturgia. Citaré algunas de ellas:
-La ligereza en el uso de ornamentos litúrgicos.
-La vulgaridad en la ornamentación de iglesias, presbiterios y altares. La sobriedad, incluso la sencillez, nunca debe estar reñida con el buen gusto y la belleza.
-La supresión de algún gesto litúrgico importante por su valor simbólico, por ejemplo el lavabo de manos del celebrante.
-El abuso del ejercicio del ministerio extraordinario de la eucaristía. Si es extraordinario se entiende que su función es conveniente, incluso necesaria, cuando la escasez del clero, o el número de comulgantes, es excesivo. Considero que si hay clero suficiente no tiene por qué un seglar llevar o traer el Santísimo del Sagrario, ni dar la comunión.
-Pienso que las abluciones tras la comunión, aunque se puedan hacer al terminar la Misa, por su finalidad (recoger las partículas de la Eucaristía), y su carácter pedagógico, deberían hacerse en el mismo altar por parte de los celebrantes, o diácono. Es de mal efecto que la terminar la Misa el sacristán, o una señora, purifiquen cálices y patenas como si los restos de la Eucaristía no tuvieran nada que ver con el Cuerpo de Cristo, y se tratara solo de una labor de limpieza.
-Hay que insistir en las normas de respeto a la hora de comulgar. Sea en la boca o en la mano, no se puede hacer de cualquier manera, sin delicadeza, rutinariamente. La mayoría no cuidan de que no queden partículas en las manos, que después irán a parar al suelo. Muchos se marchan con la hostia en la mano para comulgar por el pasillo. Me he enterado de niños que ya en el banco de la iglesia se han repartido la forma consagrada. Otros sabemos que se las han llevado no sabemos con qué fines. Y sé de un caso de una señora que partió la sagrada Hostia para darle la “comunión” al perrito que tenía a su lado en Misa. No digamos nada de los que comulgan en pecado mortal o en situación irregular.
-Se han de observar estrictamente las normas de seguridad en los sagrarios de lugares de culto, y de un modo especial en las capillas que no están controladas por sacerdotes, como es el caso de tanatorios, etc. Da la impresión que está más seguro el dinero de las colectas que el mismo Sagrario.
-Punto y aparte es el tema de las primeras comuniones, bodas con Misa, entierros, etc. Se ha llegado a una situación que resulta muy difícil controlar el uso respetuoso de la Sagrada Comunión…
Para todo ello sí considero muy necesaria una actualización de las normas litúrgicas, y una “llamada al orden” para que el Señor sea debidamente respetado. La desacralización de lo más sagrado ha ocasionado una devaluación de la práctica religiosa, considerando fanatismo el serio interés por observar las normas de “urbanidad” litúrgica. Espero que la Congregación de Sacramentos y Culto divino nos ayude a recuperar el fervor y la admiración por el mayor tesoro de la Iglesia, que es la Eucaristía.