Están robando la vejez a los viejos
¡Viva la añoranza! Y no me llame "senior"
Me había prometido no volver a escribir. Porque yo no escribo, grito y molesto. (Hay muchas Stella Gibbons que leer y no vale la pena cansar la mente con asesinos de la sintaxis). Sin embargo, siempre cae la gota que colma uno de los vasos de mi paciencia. Hoy esa gota pertenece a un sacerdote que, en un libro bienintencionado, habla de que la vejez es un tiempo donde no cabe la nostalgia, ni la añoranza; y sí que cabe, según él, el activismo y la alegría -autoimpuesta- y las ganas de vivir y de ayudar.
Pues mire, no. Y luego se lo explico, porque es terroríficamente grave.
Otro vaso de mi escasa paciencia se ha colmado con la estupidez de llamar "senior" a los abuelos, viejos, ancianos, yayos. Estupidez ibérica esta de andar copiando todo lo malo de los anglosajones, esa civilización ajena al Catolicismo que tiene como único dios al dinero y a Wall Street como su profeta. ¿No se dan cuenta de que tras el anglicanismo "senior" se esconde una estrategia de mercadotecnia para vender cosas a los abuelos? Revistas, revisiones médicas innecesarias, gimnasios, pastillas azules, "productos saludables" para vivir 100 años -si no te asesinan con la eutanasia-, viajes y masajes tailandeses, cursos de preparación para no sé qué idiotez "cultural", etcétera, etcétera.
Un timo, en resumen.
Vayamos, primero, con el sacerdote. ¡Hombre de Dios! ¿Qué sería de Cristo, de la Redención, del Santoral entero, de la Liturgia, sin el Recuerdo? ¿Qué sería de nuestra compasión hacia los demás sin esa memoria lacerante de nuestros pecados? ¿Qué sería el Cielo sin la añoranza del Cielo? ¿No sabe usted que el hombre SOLO es feliz en el anhelo? ¿Y cómo vamos a anhelar si no recordamos? ¿Y cómo vamos a recordar si nos predican el olvido de todo a partir de los 60 años? Que un estúpido gurú de autoayuda idolatre a la juventud, olvide los consejos de ancianos de todas las Civilizaciones, nos venda que el mundo comenzó en 2001, y que solo existen el futuro y esa cosa abominable que llaman "progreso material y científico", bueno, tiene un pase, precisamente porque todo ello constituye una necedad absoluta. Pero usted, sacerdote del Dios Altísimo, ¿no se da cuenta de que la añoranza de mi infancia, de todo lo noble y bueno de mi vida, es la vía hacia mi futuro glorioso? ¿No se da cuenta de que, a medida que cumplo años y aumenta mi anhelo y mi añoranza, viajo no al pasado, sino a la plenitud de mi vida en Cristo? ¿Y usted cree que Cristo se olvidará de mi amigo "el Pato" que murió con diez añitos en el instituto? ¿O se olvidará de los aperitivos con mis abuelos en el bar desaparecido de la plaza de mi barrio? ¿O se olvidará de mi cuarto de juegos? Sin todo eso, sin ese futuro completo hasta el mínimo detalle, el Cielo no sería el Cielo.
¿Qué clase de imbécil desagradecido sería yo si no recordase al pintor que me enseñó a ver en la Naturaleza lo mismo que veían Cézanne y Van Gogh? ¿Qué, si no soltase una lágrima al recordar la bendición de mi padre cuando marché a los Estados Unidos? ¿Qué, si no alabase eternamente al Creador por el halo que percibí alrededor de quien es mi mujer desde hace 46 años? ¿Quiere que me olvide de todo eso para hacer sentadillas en un gimnasio a los 70 años? Váyanse allá dónde crean menester, pero déjenme en paz.
Espero encontrarme en el Cielo con el gran Ibáñez y con Tolkien, naturalmente. ¿Por qué no dejan que me entretenga con mi colección de "Pulgarcitos" y con el viejo tomo de "El Señor de los Anillos", lleno de cinta adhesiva y de páginas marcadas y de cicatrices de mi vida -y de la suya? Preparo mi alma para el porvenir eterno, solo eso. ¿Solo? ¿O es que hay mejor negocio que salvar el alma de uno y, si le dejan, las de los suyos? Más ejercicios espirituales y menos flexiones en el gimnasio. En cuanto a lo de ayudar: allá cada cual con su conciencia; la mía no me acusa en el aspecto social: familia, hijos, nietos, empresas y una lucha a muerte contra el diablo y sus secuaces. Ahora toca que nos ayuden. Tanto la sociedad -hartos estamos de pagar impuestos de usura- como los nuestros, a quienes damos la oportunidad de cumplir con el sagrado mandato: "Honrarás a tu padre y a tu madre" y "No abandonarás a tu padre en la indigencia" y "Te apiadarás de él cuando se debilite su juicio".
En suma, acabe usted querido sacerdote con el recuerdo y la añoranza y habrá acabado con la Iglesia Católica.
Acabe con la nostalgia y el anhelo de Dios y habrá liquidado al hombre.
En cuanto a lo de "senior", como ya he dicho, es un puñetero negocio. Algún político inglés de la época de Gladstone dijo algo parecido a: "La actividad es para la juventud; la ambición, para la madurez; y las intrigas políticas, para los ancianos". Pongan, pues, a un anciano en su Consejo de Administración y escúchenle. Es muy probable que, como piensa necesariamente en el largo plazo, no entiendan del todo lo que les quiere decir. Pregunten. Sean humildes. Un brillante ejecutivo de 55 años es un analfabeto al lado de un viejo sabio. Sea este banquero, economista, militar o mecenas. Y ya me entenderá quien pueda hacerlo.
Post Scriptum: Desgraciadamente, hay un tipo de hombre, y de mujer, inmune a todo lo que acabo de escribir. Se trata del especulador. El especulador es, ontológicamente, un fugitivo. Uno que huye tanto de sí mismo como de las leyes, y de la Ley Divina. Y uno que huye permanentemente, aunque esté en movimiento, se halla petrificado en su temor. No puede anhelar. A ellos se refiere Jesús cuando dice: "Dejad que los muertos entierren a los muertos".
Paz y Bien.
-Harían muy bien en desear ardientemente la Paz y el Bien porque no dependen de nosotros.