Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Vibrar de amor

por Juan del Carmelo

Me temo que desgraciadamente más de uno, no llegue a entender el contenido de esta glosa. Es necesario tener un mínimo de inquietud espiritual, vivir habitualmente en la amistad con el Señor, o al menos, intentar tener esta amistad para que el contenido de esta glosa pueda ser interesante al que la lea.

 

Como todos sabemos, Dios trino es un Ser espiritual, incorpóreo invisible, perteneciente al orden espiritual que es un orden superior al material, del cual nosotros también formamos parte de él por medio de la parte más superior de nuestro ser, que es nuestra alma. Y la esencia de la naturaleza de ese Ser superior que nos creo, que conocemos con el nombre de Dios, es el amor tal como reiteradamente nos escribe San Juan, el discípulo amado del Señor.

 

Nosotros que hemos sido creados por el Amor supremo, única y exclusivamente por razón de amor, nos encontramos peregrinando en esta vida para superar una prueba de amor. Por lo que hemos de ser siempre conscientes, de que en definitiva todo gira en torno al amor. Si no somos capaces de amar, no seremos capaces de caminar en dirección al Señor.

 

Estamos cruzando un puente que nos llevará, si somos capaces de amar debidamente, a la orilla del Reino del Amor. La prueba de demostración de amor que estamos realizando, nos permite avanzar por el puente, si es que somos dignos de recoger el amor que nuestro Creador constantemente nos está dando y devolvérselo amándole a Él  y repartiendo nuestro amor entre los que nos rodean para ayudarles a cruzar el puente. Pero el puente que es este mundo, nos dificulta y nos distrae de cumplimentar los deseos de nuestro Creador que con su ilimitada carga de amor, nos espera al final del puente con los brazos abiertos, para que participemos de su eterna felicidad y de su gloria sin pedirnos nada a cambio.

 

El problema se encuentra, en que gran parte de nosotros, no acabamos de creernos esta historia, esencialmente porque nadie nos cuenta nada, acerca de la orilla desde la cual partimos y este vacío de conocimiento, algunos lo quieren rellenar con absurdas teorías reencarnacionistas, diciéndonos que ya hemos vivido una vida anterior. Pero nuestra recta razón nos habla con lógica y nos dice que salimos de la nada y que fuimos objeto de una creación. Con respecto a la otra orilla, a la orilla final hacia la cual caminamos, tampoco nadie ha vuelto otra vez al puente que estamos cruzando y nos ha explicado que es lo que hay al final, pero nuestro Creador ha tenido sumo cuidado de poner en nuestro ser, una impronta de deseo de buscarle a Él, y este deseo que todo ser humano tiene, aunque no todos lo pongan en funcionamiento, unido otra vez a nuestra recta razón, y a las gracias que se pueden obtener del Creador nos otorgan un regalo llamado fe.

 

Por otro lado, solo sabemos una cosa, y es que tenemos una tremenda ansia de felicidad, que nos abrasa y que no hay forma humana de satisfacerla en este mundo, ya que todo lo más que podemos hacer en mitad del puente y ello a costa muchas veces de ofender al Señor, es calmar un poco esta sed,  temporalmente, con las cosas de este mundo, pero al final esto no nos satisface y nos crea una gran desazón. Es muy poco lo que se consigue, queriendo calmar el ansia de felicidad, con lo que este mundo nos ofrece, pues estamos hechos para ser saciados con una felicidad, muy superior a la que aquí podemos llegar a obtener, ya que ella solo es una pequeña caricatura de felicidad, que no nos sacia porque enseguida necesitamos más. El ser humano, ellos y ellas, somos los eternos insatisfechos, porque nunca bebemos del agua, de la que el Señor le habló en Siquem, en el pozo del Jacob, a la samaritana. Nuestra felicidad aquí abajo, no es completa ni perfecta, y básicamente no es completa ni perfecta, entre otras razones porque todo lo material, todo lo que perece, todo lo que tiene una limitación en el tiempo y perece no es perfecto, como no es perfecto nuestro cuerpo terrenal que un día perecerá y solo será perfecto cuando se transforme en nuestro futuro cuerpo glorioso, que él sí que será ilimitado en el tiempo, al ser inmortal.

 

Y por todo ello, como no acabamos de convencernos porque nuestra fe siempre es muy débil y no hemos vista otra cosa que este mundo, nos apegamos a él desesperadamente, queremos construir nuestra casa definitiva en medio del puente que estamos atravesando. No nos queremos morir, nos aterra la muerte y tratamos de retrasarla como sea y al precio que sea, carecemos de auténtica fe, y con un poco de esta que tuviésemos, nos daríamos cuenta de que la muerte, es la que nos abre la puerta que está al final del puente, donde la fe dejará de existir en la persona para convertirse en plena evidencia.

 

Pero hay personas, aunque estas no sean muchas, que están aquí abajo a nuestro alrededor, que  conocemos sus cuerpos pero no sus almas, y que vibran en amor a Dios. Que están atravesando el puente sostenidos por una inmensa fe, derrochando con los demás, el amor que Dios les tiene y les da. Que solo viven para amar, lejos muy lejos de toda tentación de caer en la antítesis del amor que es el odio. Que vibran en todo momento en su amor a Dios, a lo largo de todas las manifestaciones de su conducta. Que vibran en su amor a Dios volcándose con los demás. Que vibran en amor cuando oran, solo pidiendo bienes espirituales y nada material. Que vibran en amor a Dios anhelando el deseo de orar. Que vibran en amor a Dios porque en todo momento lo tienen a Él presente. Que están consumidas por un loco amor al Señor, que les hace desear que todo el mundo participe de su loco amor al Señor.

 

Dijo nuestro Señor:"He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!” (Lc 12,49). Este es el fuego en el que se encuentran incendiadas las personas que vibran en el amor a Dios.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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