Historia de una estrella
por Juan del Carmelo
En el cielo existían y existen millones de estrellas. Todas las estrellas como todo lo visible y lo invisible han sido creadas por Dios. Las estrellas en el cielo, como también todo lo creado por Dios son de una de una tremenda variedad, al igual que nos pasa a las personas, a los animales y a los vegetales nunca nada es igual, no hay dos personas iguales, ni dos animales iguales, ni dos árboles o arbustos iguales. La variedad de las estrellas es notoria por su belleza, si las contemplamos detenidamente en una noche de verano con el cielo despejado de nubes, nos daremos cuenta que el espectáculo es incomparable. Nos hay dos estrellas iguales ni en su tamaño ni en la intensidad de su brillo y color que de este se desprende.
Pero entrando en la ficción de este cuento más escrito, para aquellos que nos sintamos como niños en nuestras apreciaciones y reacciones, y además nos guste acercarnos al Señor en sueños, diremos: Existían millones de estrellas en el cielo. Estrellas de todos los colores: blancas, plateadas, verdes, doradas, rojas y azules. Al igual que las personas ellas se comportaban también de distinta forma, tienen un distinto carácter. Y un día las más inquietas de ellas, se acercaron al Señor y le dijeron:
- Señor, nos gustaría vivir en la Tierra, entre los hombres, pues sabemos que muchos de ellos nos aman y nos contemplan incluso con telescopios. Nos gustaría vivir entre ellos, pues aunque sabemos que hay muchos que no te aman, hay otros bondadosos y buenos. Los que no te aman, es que no te conocen, no saben el tremendo amor que Tú les tienes, aunque ellos te den la espalda, pero si nos ven bajar, estamos seguras de que todo cambiará. El Señor les respondió.
- Bien de acuerdo, bajaréis el día de Navidad, pero para que vosotras podáis bajar a la Tierra, reduciré de tamaño a todas las que quieran bajar, las haré pequeñitas y para que los hombres no se alteren con vuestra presencia, las haré invisibles, aunque las que lo deseen podrán conservar una pequeña cantidad de luz, muy poca para no deslumbrar a los hombres.
Se cuenta que aquella noche hubo en la Tierra una hermosa lluvia de estrellas que caían sobre todas partes, pero cuando las estrellas que caían se acercaban a la Tierra, según iban cayendo desaparecían y poco a poco su luz se iba casi apagando; era como un inmenso espectáculo de fuegos artificiales, que se podía ver desde cualquier país del mundo. Las estrellas según iban cayendo cada una ya sabía lo que pensaba hacer: Unas se acurrucaron en los nidos de las cigüeñas en los campanarios de las iglesias, otras iluminaron miles de grandes árboles en los bosques, otras quedaron flotando sobre ríos y lagos, otras, las más atrevidas, se escondieron entre lo juguetes de los niños. Aquella noche fue maravillosa.
Pero pocos días después, las estrellas resolvieron abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando la Tierra oscura y triste. Cuando se presentaron ante el Señor, le dijeron: Señor, no nos fue posible permanecer en la Tierra. Allá existe mucha miseria y violencia, mucha maldad, mucha injusticia. Y el Señor les dijo: Ya lo sé, ellos está hartos de contemplar la belleza de las cosas que les he dado, pero ninguna de estas maravillas que hay en el mundo les hace reaccionar y pensar en el gran amor que les tengo a pesar de todo. Vuestro lugar está aquí en el cielo. La Tierra es un lugar de paso es transitorio, para todo el que está allí, aunque muchos piensen que nunca se van a marchar de la Tierra y luchen por conseguirlo. Todo lo que hay en la Tierra es transitorio, tanto los hombres como los animales o las plantas, incluso la misma Tierra, también desaparecerán convertida en un agujero negro, como los hombres llaman a los restos de otros planetas que ya desaparecieron. En la Tierra nada hay perfecto, porque lo que pasa y muere no puede ser perfecto. Solo el cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno, donde nada perece.
Cuando todas las estrellas estaban ya de vuelta. El Señor les preguntó si estaban todas y ellas hicieron un recuento. Nos está faltando una estrella dijeron ellas. ¿Será que se perdido en el camino? Un ángel que estaba cerca y había estado al tanto de la operación, replicó: No Señor, una estrella resolvió quedarse entre los hombres. Ella descubrió que su lugar era exactamente donde existe la imperfección, donde hay límite, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor.
¿Qué estrella es ésa? Preguntaron las demás estrellas, Es la Esperanza, respondió el ángel, es la estrella verde La única estrella de ese color. Y cuando las estrellas miraron a la Tierra para ver a su compañera, vieron que esta no estaba sola. La Tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que el hombre tiene y Dios no necesita tener es la Esperanza.
En el cielo no existe la Esperanza, porque lo que se espera allí ya se ha transformado en realidad. Dios ya conoce el futuro y la Esperanza es propia de la persona humana, propia de aquel que yerra, de aquel que no es perfecto, de aquel que no sabe cómo será el futuro, pero confía en Dios. La Esperanza es nuestra estrella verde, que nunca se nos apagará si mantenernos viva nuestra fe y nuestro amor, pues las tres virtudes, Fe, Esperanza y Amor, crecen y decrecen al unísono. Nuestro camino al cielo será siempre positivo y nunca nos desviaremos de él, si no permitimos que decaiga nuestra Esperanza, porque si ella es fuerte, también lo será nuestra fe y nuestro amor al Señor.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.