Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Amor de Dios individualizado

por Juan del Carmelo

Para nosotros, en nuestra pobre mentalidad, el amor solo puede ser de dos clases: genérico o individualizado.

 

Encontrar el amor de Dios a uno mismo es la aventura más apasionante que a un ser humano le puede suceder. Es sentirse rodeado de amor y belleza por todas partes. Nada hay comparable, a sentir vibrar en el interior de nuestro ser, el pálpito de ese tremendo amor, que es la manifestación del amor de Dios al alma que suspira por el encuentro con Él.  Nadie está marginado de sentir ese goce, está al alcance de todos, para lograrlo solo es necesario algo tan simple como desearlo, y cuanto más intenso sea este deseo, mas goce se obtendrá.

 

El desarrollo de la vida espiritual, es diferente a lo que ocurre en el mundo de la materia, en el que la obtención de algo requiere esfuerzos y sacrificios y no se siempre se llega a obtener lo que se desea. En el mundo del espíritu, solo basta con desear, para obtener lo que lo desea, no hay que pagar nada, no hay que sacrificarse en nada, si uno se quiere sacrificar lo hace no porque sea necesario hacerlo, sino porque a uno le apetece. El Señor nunca cobra el importe de las gracias que regala, en el mundo del lo espiritual todo es gratis y está libremente a nuestro alcance.

 

Nuestra mente, dominada por un lado por la influencia y las manifestaciones de la materia de nuestro cuerpo y por otro, por la mísera pobreza de ella misma, aunque nos creamos muy inteligentes, tiene la mentalidad de que no es posible amar individualmente, si amo a una persona intensamente, no puedo amar a otra con la misma intensidad. Ya estoy viendo que algún chistoso me puede replicar: me gustan tanto las mujeres que soy capaz de amar a varias al mismo tiempo y con la misma intensidad. Bien, a esto le respondo: tú no amas, tú lo que quieres es satisfacer tu libido y eso no es amor.

 

El amor para ser profundo requiere un sentimiento de individualidad, esta individualidad es la que nos ofrece el Señor que nos ama como desde luego nos ama como parte que somos del colectivo humano, pero sobretodo nos ama como ser individualmente considerado. Esto, a nosotros, no nos cabe en la cabeza, porque básicamente nuestro amor nace siempre de un ser limitado, tal cual somos todos y cada uno de nostros0, por lo que nuestro amor es también limitado. En el caso del Señor, Él es ilimitado absolutamente en todo, y su amor como expresión de su naturaleza, carece de limitación alguna.

 

Nosotros no podemos amar con la misma intensidad, ímpetu y pasión a dos personas al mismo tiempo. Para Dios esto no constituye problema alguno. Una madre o un padre manifiestan públicamente que aman por igual a todos y cada uno de sus hijos, pero todos sabemos que esto no es cierto, sin dejar de quererlos a todos siempre hay preferencias, preferencias estas, que no siempre son inmutables, pues hay épocas en la vida que varían, por múltiples razones. Generalmente estas razones, están muchas veces justificadas en razón de la correspondencia que tenga el hijo o la hija de que se trate. En el caso del amor de Dios, ocurre lo mismo que en el caso del amor paterno o materno, la correspondencia juega un importante papel, y Dios ama más al que más le ama.

 

En una reciente anterior glosa, escribía lo siguiente: El amor hemos de entenderlo en dos vertientes: una la del amor de Dios al hombre y la otra la del amor del hombre a Dios. En el primer caso el amor de Dios a nosotros está siempre plenamente garantizado. A este respecto Jean Lafrance escribe: “El fondo del ser de Dios, es el amor, y el deseo del amor es compartir…. En una palabra el corazón de Dios se desborda en ternura para contigo lector, y los distintos amores que puedes conocer en la tierra (amor conyugal, maternal, paterno o amistad) no son más que un pálido reflejo de ese amor total que habita en el corazón de Dios”. Lo más importante que podemos decir sobre el amor de Dios es que nos ama no por algo que hayamos hecho algo para merecer su amor, sino porque Él, de forma totalmente libre, ha decidido amarnos. En el A. T. en Isaías amor de Dios es: “Eterno" (Is 54,8). “Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, más mi amor de tu lado no se apartará" (Is 54,10). “Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti" (Jo 31,3). Henry Nouwen escribe: “Somos amados desde la eternidad. Dios nos dice: “Te amo con un amor eterno”. Ese amor estaba ahí, antes de que nuestro padre y nuestra madre nos amaran, y permanecerá incluso después de que nuestros amigos hayan dejado de ocuparse de nosotros. Es un amor divino, un amor perdurable, un amor eterno”.

 

Por lo que hemos de añadir en razón de lo ya escrito, que el amor que Dios nos tiene, es un amor completamente individualizado a favor nuestro, nos ama como si cada uno de nosotros fuésemos la única criatura creada por Él. Nos ama de tal forma que si fuese necesario por ti lector que estás leyendo y por mí que estoy escribiéndote, el Señor pasaría gustoso una segunda y tercera Pasión y crucifixión y cuantas fuesen necesarias, para que tú o yo le amasemos. Correspondamos pues a este tremendo amor desinteresado, individual y eterno que Dios nos tiene, ya que ello nos puede producir ya aquí en esta vida un goce inenarrable, con solo desear el amor que gratuitamente se nos ofrece.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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