Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Dios es un totalitario del espíritu

por Juan del Carmelo

La frase no es mía, pero la asumo plenamente. Fue el obispo Sheen en su libro “El camino de la felicidad quien la escribió diciendo: “Nuestro Señor lo pide todo de nosotros. Él fue el primer “totalitario” del espíritu. Solicita de nosotros que no le neguemos nada. Demanda un amor total, entregado “con toda tu mente, con todo tu corazón, con todo tu espíritu y toda tu fuerza”. Solo los que han dado todo su corazón a Dios pueden darle todo su capital”.

 

En el Pentateuco se puede leer: “Escucha, Israel: Yahvéh nuestro Dios es el único Yahvéh. Amarás a Yahvéh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas”. (Dt 6, 4-9). Esta esencial oración del pueblo de Israel, nos da fe de la afirmación del obispo Fulton Sheen.

 

Esta oración ya la rezaba Nuestro Señor, y desde mucho antes era básica para todo judío, que la rezaba juntamente con otra oración denominada de las “Dieciocho bendiciones”. El “Escucha Israel” o “Schema Israel”, había de rezarse tres veces al día. Para las sucesivas generaciones de israelitas que no había vivido la experiencia de los cuarenta años en el desierto, esta oración era un llamamiento para que no se olvidase la intervención salvífica de Dios en la historia de Israel. Es muy propio que el olvido se instalase en la prosperidad que el pueblo de Israel alcanzó cuando llegó a dominar la tierra prometida. Para el que haya estado en Jerusalén y haya visitado el museo del holocausto, comprenderá ese afán que los israelitas tienen de que nunca se olvide nadie de los sufrimientos del pueblo de Israel.

 

Los eremitas Nemeck y Mª T Coombs, comenta a este respecto, que “La escucha denota comunión entre personas. Esta escucha puede ser tan personal que ni siquiera necesite de palabras... La escucha es esa actitud del corazón por la que aquello que es más íntimo y misterioso en nosotros, permanece en actitud amorosa ante aquello que es más íntimo y misterioso en Dios... El escuchar es una entrega incondicional al Padre: Abba; es dar lo más profundo de nuestro ser a Aquel cuya profundidad no tiene límites”.

 

Pero sin apartarnos de nuestro tema, diremos que Dios es un ser absoluto y celoso que lo quiere todo y lo quiere todo, por la sencilla razón de que tiene derecho a exigírnoslo, ya que Él ha sido el que nos ha dado todo, absolutamente todo los que somos y lo que tenemos nos lo ha dado Él. Y lo más asombroso de todo, es que pudiendo exigírnoslo todo, nos lo pide e incluso hay veces que nos lo suplica. ¡A nosotros, miserable criaturas suyas! Y llega a convertirse en el mendigo de nuestro amor. Asombroso e incomprensible porque no sabemos apreciar ni conocer cual es la esencia del amor y hasta dónde puede llegar este cuando de verdad es puro. Porque lo que nosotros tenemos y llamamos amor carec de pureza, está contaminado por nuestro egoísmo y nuestra dichosa soberbia.

 

Dios quiere de nosotros una entrega total, sin medias tintas, y bien claro que nos lo deja dicho en los Evangelios al decir que: “El que no está conmigo está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama”. (Mt 12,30). Y también el Apocalipsis, a propósito de la referencia a la Iglesia de Laodicea,  se puede leer: "Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”. (Ap 3 1516). Dios no admite nunca las medias tintas. En el orden material, es posible llegar compaginar en algunos casos. Se puede mezclar el café y la leche y se obtiene una bebida distinta llamada café con leche, pero no se puede mezclar el aceite y el agua porque se repelen; de la misma forma que en el orden espiritual no se puede compaginar nunca el bien con el mal ni el amor a Dios con el ansia de tener dinero. Las medias tintas Dios no las acepta, y a los que esto pretenden, que desgraciadamente son muchos, a los que son tibios, Dios los vomitará.

 

Una vez fui testigo de una conversación entre dos amigos míos; uno, era una persona de acendrada piedad, el otro no era un desalmado, pero digamos que era un poco tibio y se veía acomplejado por la conducta del piadoso, que dicho sea de paso no hacía ningún alarde de ella, pero como bien se sabe, hay dos cosas que no pueden permanecer ocultas, que son el amor y el dinero y a mi amigo el piadoso le rebosaba por los poros su amor a Dios. El tibio en un momento dado le dijo al piadoso: Pues chico que quieres que te diga. A mí Dios no me pide tanto. Este suele ser un pensamiento en el que reiteradamente se refugian los tibios.

 

No pensemos que Dios nos pedirá cosas por encima de nuestras fuerzas; somos nosotros los que las pedimos. El tema es muy sencillo, Dios a nadie le pide más de lo que puede dar, pero es muy exigente: pide todo lo que uno puede y debe darle. Él siempre nos pide más, pero nosotros acallamos las voces que nos susurran eso, y volvemos a instalarnos en la cómoda posición espiritual que hemos escogido. Y Dios pide siempre más, pensando que cuanto más le demos mucho más de lo que le demos recibiremos. Nuestro problema radica, en que no acabamos de comprender que Dios, que nos ama ilimitadamente, ya que en Él, todo en todas sus manifestaciones es un Ser ilimitado y también lo es en su amor a nosotros. Y ese amor que El Señor siente y nos manifiesta, es el que le mueve a pedirnos todo porque sabe muy bien que aquel que le corresponda será grande en el reino de los cielos. Y que nadie me venga con la tontería de que él se conforma solo con un rinconcito. Todos debemos de aspirar al máximo tal como nos quiere y desea el Señor.

 

Tenemos la obligación de ser ambiciosos, como lo fueron los dos hermanos apóstoles Juan y Santiago cuya madre quería que sus hijos se sentasen a la derecha y a la izquierda del Señor. Y esta desmedida ambición si es que logramos tenerla nos impulsará también a nosotros a ser totalitarios del espíritu, y amar más y más profundamente a nuestro Amor que es el Señor.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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