Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Las manos de los sacerdotes pederastas

por Juan del Carmelo

El orden sacerdotal imprime un carácter imborrable. La persona que ha sido ordenada recibiendo el sacramento del orden ha sido ungida como un elegido del Señor, con la facultad de poder hacer bajar a Dios en sus manos, transformando el pan y el vino común, en cuerpo y sangre del Señor.

 

No es lo mío escribir sobre temas de actualidad, pero he leído una homilía de un franciscano norteamericano sobre el tema de los pederastas, que me ha impactado fuertemente. Por si alguien quiere leerla lo puede hacer entrando en: http://catholic.net/file/vervisit.php?id=1303  Y de esta homilía me ha llamado la atención el respeto que tenemos que tener con toda aquella persona que aún siendo reo de reprobación, no por ello deja de tener sus manos ungidas sacramentalmente.

 

Nuestra actitud siempre ha de ser la de no confundir la conducta de la persona reprobada, con ella misma. Toda persona, todo ser humano es portador de un alma, lleva dentro de sí un algo de un valor incalculable, es titular de la posibilidad de que inhabite en su ser la Santísima trinidad, de ser templo vivo de Dios, si es que no vive en su gracia, y si vive en amistad con el Señor puede estar seguro, de que dentro de sí tiene a Dios que es Él, quien más le ama, infinitamente mucho más que cualquier otro ser humano incluida su propia madre.

 

Cuenta Fray Roger J. Landy, que es el autor de esta homilía a la que antes nos hemos referido, una historia acerca del fundador de su orden. A San Francisco de Asís que le toco vivir en una época con un clero totalmente depravado, sin punto de comparación con el alto nivel de vida espiritual que tiene nuestro clero actual y en aquella época la depravación aún era mayor entre los laicos, y en este ambiente un hermano de orden le preguntó a Sam Francisco: "Hermano Francisco, le dijo, ¿qué harías tu si supieras que el sacerdote que está celebrando la Misa tiene tres concubinas a su lado?”. Francisco, sin dudar un sólo instante, le dijo muy despacio: “Cuando llegara la hora de la Sagrada Comunión, iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos ungidas del sacerdote"

 

Si el sacerdote, está y vive en pecado y por muy criminal que sea este, si actúa teniendo intención de hacer lo que hace, el pan que se encuentra en sus manos queda transformado en cuerpo de Cristo al igual que el vino que se encuentra en el cáliz que sostienen sus manos, queda transformado en sangre de Nuestro Señor Jesucristo, porque es el mismo Cristo el que actúa por medio de ese sacerdote y nos dona su Cuerpo y su Sangre, que son frutos de vida eterna para aquel que quiera recibirlos debidamente en gracia de Dios. Pero ¡Ah! de aquel que indebidamente comiere de este pan o bebiere de este vino sin discernir. San Pablo nos dejo escrito: “Quien comiere de este pan, o bebiere de este cáliz indignamente se traga y bebe su propia condena, no haciendo el debido discernimiento del cuerpo del Señor”. (1Co 11,27-29). Cristo puede seguir actuando y de hecho actúa incluso a través del más pecador de los sacerdotes. ¡Y gracias a Dios que lo hace! Si siempre tuviéramos que depender de la santidad personal del sacerdote, tendríamos graves problemas.

 

Nunca nos desalentemos los que amamos y creemos en Él y tratamos de vivir en su amistad, desgraciadamente no somos todos lo que nos gustaríamos ser, pero los que somos, somos la sal y si entre ella figuran unos granos insípidos, esto nunca ha sido problema, ni lo será, nosotros tenemos que seguir a contra corriente porque, como escribe Fray Rogers rememorando un proverbio norteamericano, que al parecer dice: Aguas abajo hasta los cadáveres flotan. Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para mantenerse a flote y nadar contra la corriente que se mueve en oposición a la Iglesia y para reconocer, que cuando se nada contra la corriente de las críticas, estamos más seguros que dejándonos arrastrar por la corriente que ahora circula. Este es uno de esos tiempos, uno de esos grandes momentos en los que se nos ofrece la posibilidad de fortalecer más aun nuestra fe en Cristo.

 

Pero mientras que todos nosotros quizá tengamos que padecer comentarios, acusaciones injustas, soportar los ataques y falacias de los medios de comunicación, que se ceban en estos temas de la pederastias de unos pobres sacerdotes que bastante desgracia tiene con su vicio, y en las posibles incorrectas conductas de superiores que tratando de que no se produjesen escándalos no actuaron como debieron de actuar. Nosotros debemos de regocijarnos, porque el Señor nos dice: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron  a los profetas anteriores a vosotros”. (Mt 5,11-12).

 

Asegura Fray Rogers: “Es un tiempo fantástico para ser cristianos hoy, porque es un tiempo en el que Dios realmente necesita de nosotros para mostrar Su verdadero rostro. En tiempos pasados en Estados Unidos, la Iglesia era respetada. Los sacerdotes eran respetados. La Iglesia tenía reputación de santidad y bondad. Pero ya no es así. Uno de los más grandes predicadores en la historia estadounidense, el Obispo Fulton J. Sheen, solía decir que él prefería vivir en tiempos en los que la Iglesia sufre en vez de cuando florece, cuando la Iglesia tiene que luchar, cuando la Iglesia tiene que ir contra la cultura.

 

La paradoja de todo esto, es la de que los que orquestan estas campañas para hundir a la Iglesia, lo que logran es fortalecerla más. Ellos carecen de fe y no se creen, es más ignoran las palabras del Señor: Y yo te digo a ti que tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificare yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. (Mt 16,18). Muchos pueden ser los pecados de los miembros de la jerarquía de nuestra Iglesia pero ellos jamás de los jamases le harán mella a lo que es propiedad personal y querida del Señor nuestro amor, que es su Iglesia.


           Recuerda Fray Rogers una anécdota ocurrida hace ya más de 200 años. En aquella época el emperador Napoleón que no era un verdadero ejemplo de hombre creyente, estaba en la cumbre de su ola de dominio y destrucción de la Europa de aquella época. Y fue en entonces cuando en una conversación con el Cardenal Consalvi, le dijo a este: "Voy a destruir su Iglesia" El Cardenal le contestó: "No, no podrá hacerlo". Napoleón, ensoberbecido en su gloria de conquistas humanas, le dijo otra vez: "¡Voy a destruir su Iglesia!" El Cardenal confiado, le dijo por segunda vez: "¡No, no podrá! Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo". Si los malos Papas, los sacerdotes infieles y miles de pecadores en la Iglesia, no han tenido éxito en destruirla desde su interior -le estaba diciendo implícitamente al general- ¿cómo cree que Ud. va a poder hacerlo?

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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