Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Camino, Verdad y vida

por Juan del Carmelo

Si nos consideramos católicos para nosotros ha de resultar ser siempre fundamental, la meditación de todo lo que el Señor nos dejó dicho en los coloquios de la última cena. Se celebró este evento, en la parte alta de Jerusalén en el Monte Sión, lo más probablemente el jueves 6 de abril del año 30. Estos coloquios del Señor con sus apóstoles, nos integran y abre un camino de luz en nuestro encuentro con Él. San Juan es el evangelista que recoge con más amplitud estos los coloquios en los capítulos 13 al 17, de su Evangelio, lástima que San Juan no recogiese también en el capítulo siguiente la institución de la Eucaristía, cosa que si hacen los otros tres Evangelios sinópticos. (Mt 26, 26-29). (Mc 14, 22-25). (Lc 22, 14-23). Pero parece ser que la intención de San Juan era la de que su Evangelio fuese un complemento del contenido de los tres sinópticos.

 

La afirmación de: Yo soy el camino, la verdad y la vida”, hay que entenderla dentro del contexto de los 6 primeros versículos del Capítulo 14 del Evangelio de San Juan, donde esta afirmación, se encuentra  enmarcada, y que dice así: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre, hay muchas moradas; si no fuera así os lo diría, porque voy a prepararos el lugar. Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros. Pues para donde yo voy, vosotros conocéis el camino. Díjole Tomás: No sabemos adónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. (Jn 14,1-6).

 

Por supuesto que cuando Tomás pregunta, aún no ha acontecido Pentecostés, que inundará de gracias divinas de sabiduría y de otros muchos dones divinos a los apóstoles y estos a pesar de lo que habían visto y comprobado, siguen siendo un puñado de rudos pescadores y hombres incultos, que estaban totalmente materializados, en sus apreciaciones y juicios; por ello cuando el Señor habla de un camino, la mente de ellos, igual que le ocurriría a la nuestra piensa en un camino material, que sea susceptible de ser visto por los ojos de la cara y recorrido con los pies. Lo que no se les ocurre pensar es que el Señor, como casi siempre hacia cuando hablaba, estaba empleando una simbología para referirse a un camino de orden espiritual, que solo puede ser visto con los ojos del alma.

 

Santo Tomás, que a lo largo de los relatos evangélicos da siempre muestras de atrevimiento (Jn 11,16) y de desconfianza (Jn 20,24), es el que le pide al Señor que le muestre el camino, y es entonces cuando el Señor manifiesta: Yo soy el camino, la verdad y la vida”, y más adelante afirma: “nadie viene al Padre sino por mí. En otras palabras, el Señor nos dice que no hay otro camino para llegar al Padre para alcanzar nuestra salvación, que el que Él ha señalado, el que pasa por imitarle a Él, porque el Señor es el único mediador que nosotros tenemos para llegar al Padre.

 

Pero en relación a esta cuestión del camino, necesitamos una mediación y es por ello que Jesús nos señala que el camino es Él, pero también es de considerar que para llegar a Él, nos conviene y yo diría que nos resulta imprescindible otra mediación. San Luis María de Grignion se pregunta: “Pero, ¿necesitamos un mediador ante el mismo Mediador? Digamos, pues valientemente con San Bernardo, que necesitamos un mediador ante el Mediador mismo y que María es la más capaz de cumplir este oficio de caridad. Por medio de ella vino Jesucristo a la tierra y por ella debemos nosotros de ir a su divino Hijo. Si tememos ir directamente a Jesucristo nuestro Dios a causa de su infinita grandeza y de nuestra pequeñez o pecados, imploremos con filial osadía la ayuda e intercesión de María, nuestra Madre”.

 

Un pensamiento atribuido a San Agustín dice que: “Toda la vida sobrenatural consiste para nosotros en convertirnos en cristos, y es propiamente a la Santísima Virgen, y a ella sola, a quien se ha dado sobre la tierra el poder concebir a Cristo. Es, pues, por María, en María y de María como recibimos todos los bienes espirituales; es ella quien nos introduce, corredentora en la vida de Cristo. En María, por María y de María reconocemos en verdad que todo lo bueno que hemos recibido y hemos de recibir lo recibimos a través de Ella”. Ella es pues la mediadora universal de todas las gracias que otorga a los hombres. San Bernardo dice que así como tenemos acceso a Dios por medio de su Hijo Jesucristo, así tenemos acceso al Hijo por medio de la Madre.

 

¿Y qué es lo que nos encontraremos al final de este camino que el Señor nos propone seguir? El mismo nos lo dice: “… la verdad y la vida”. ¿Y qué es la Verdad? Cínicamente y displicentemente esta es la respuesta que dentro de su materialidad e ignorancia Pilatos le dio al Señor: "Le dijo entonces Pilatos: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz. Pilato le dijo: ¿Y qué es la verdad? Y dicho esto, de nuevo salió a los judíos y les dijo: Yo no hallo en éste ningún delito”. (Jn 18,37-38). Aquí el Señor nos habla de la Verdad, de la verdad con mayúscula que es la Suma Verdad, la única Verdad que tenemos a nuestro alcance si no queremos salvar.

 

El Señor no da una explicación de lo que debemos de entender por la Suma Verdad, pero el texto es bien claro para el que de buena fe lo quiera interpretar. Él es la Suma Verdad, porque Él es la antítesis de lo que representa el demonio que es el padre de la mentira, la suma mentira. Así podemos leer en el Evangelio de San Juan lo que les dice Jesús a los judíos: Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él es homicida desde el principio no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira”. (Jn 8,44).

 

Pero además de la decirnos que Él el camino y la verdad, nos dice también que Él es la vida, la vida eterna que nos espera si somos capaces de seguir el camino por Él marcado, para alcanzarle a Él y aceptar ese amor inconmensurable que diariamente y en todo momento, mientras estamos en esta vida nos está ofreciendo, para nuestra eterna salvación. Y si somos capaces de alcanzar la vida eterna que nos ofrece, consolidaremos para siempre la condición de hijos de Dios que un día adquirimos por el bautismo, y tomaremos posesión de los bienes y dádivas que nos corresponderán como hijos de Dios.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

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