«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino».
Reflexión Domingo XIX del Tiempo Ordinario
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino».
Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo XIX del Tiempo Ordinario. ¿Qué nos dice hoy la Palabra? La primera Palabra que nos da la Iglesia es del libro de la Sabiduría, donde nos habla de la elección de Dios. El Señor elige a un pueblo y le da la fe, para que transmita esta fe y sea feliz. También hoy, Dios nos transmite el don de la fe y ¿cuál es el enemigo contra la fe? Nuestra incredulidad. Pidámosle al Señor que ponga en nuestros labios lo que dice el Salmo 32 “Dichoso el pueblo a quién Dios escogió como heredad.
Ahora bien, ¿qué es la fe? Dice la Carta a los Hebreos que “la fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve”, es certeza de que realmente Dios provee. Abraham, como dice la segunda Palabra obedeció a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad, salió sin saber a dónde iba, pero él tenía la garantía de que Dios iba delante. ¿Hoy qué garantías tienes tú para creer que Dios existe y es bueno? Hermanos, hace falta garantías fundadas, no son intelectualidades, es decir razonamientos; el cristianismo es un encuentro. El Señor salió al encuentro de Abraham y lo puso puesto a prueba, y Abraham ofreció en sacrificio a Isaac. Abraham había hecho un ídolo de ese hijo y Dios le pidió que ofreciera ese ídolo, porque ha dejado de poner su corazón en el Señor. Pero Abraham sabe una cosa, que puede ofrecer a su hijo porque poderoso es Dios para resucitarlo de entre los muertos. Esta es la fe, la confianza en la bondad y la misericordia de Dios. Por eso hermanos hoy que se están cayendo todas nuestras falsedades, nuestras idolatrías, nuestras religiosidades; Dios quiere un hombre nuevo, fundamentar nuestra fe en Jesucristo, que está resucitado y que tiene poder.
El Evangelio de San Lucas nos plantea una cuestión: ¿Qué tenemos que hacer para que tener fe y no estar ligado afectivamente a los hijos, al dinero, a los afectos? Te falta una cosa, dice el Señor: “Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo”. El Señor nos invita a poner nuestro corazón en Dios. “Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” ¿Cuál es nuestro tesoro? ¿realmente es Dios o es el dinero? Esta pregunta nos interpela hoy fuertemente en medio de la crisis en donde lo precios están subiendo, hay tensión por las guerras, por los problemas que hay con el gas y con los hidrocarburos; ¿realmente nuestro corazón está puesto en Dios o está en el dinero? Y hoy el Señor, porque nos ama, nos pone delante una parábola que nos invita a salir de la dormición en la que estamos viviendo, emborrachados por el afán de dinero, el afán de pasarlo bien sin Dios. Nuestro corazón está lleno de idolatrías, de afectos, de cosas de este mundo. ¿Que nos ha dado Dios? Nos ha dado Dios el don de la fe, como hemos escuchado en la primera y en la segunda Palabra de esta eucaristía, para que vivamos con los ojos puestos en el cielo, para que nuestro tesoro y nuestro corazón estén con Cristo en Dios.
Pues bien, hermanos, pongamos en práctica el don de la fe y veremos una tierra nueva, un cielo abierto, veremos la felicidad. Pongamos toda nuestra confianza en el Señor, Él no da garantías concretas de que está con nosotros y nos ama.
+ Que mi bendición esté con ustedes.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao