Viernes, 15 de noviembre de 2024

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Dios y las sacudidas

Dios y las sacudidas

por Duc in altum!

Hace poco una religiosa de la congregación de las Hijas del Espíritu Santo, hablando de las sacudidas y crisis del camino, me dijo algo que me llevó a escribir el ensayo de hoy: “Si todo fuera lineal, nada pasaría”. Es decir, logramos crecer en medio de la adversidad porque, aunque el dolor no es algo agradable o que debamos buscar, lo cierto es que a veces resulta necesario para poder dar pasos concretos. Me refiero al sufrimiento que no podemos evitar, aquel que está fuera de nuestro control y que se nos abre como una oportunidad para crecer. De modo que, aunque luego no entendamos lo que nos pasa, toca confiar en Dios, pues detrás de toda crisis siempre hay una nueva manifestación de su proyecto y cuando hablamos de todo esto nos referimos al plan que ha pensado para que podamos ser personas completas y, por ende, felices.

El dolor, por lo tanto, no es agradable, mucho menos deseable, pero el que tales afirmaciones sean ciertas no quiere decir que no sirva. Por ejemplo, cuando tenemos una pierna enyesada, no se disfruta, pero gracias a esa terapia podemos volver a caminar. El dolor remueve lo que está desarticulado en nosotros, pues no bastan los buenos propósitos sino el valor de las experiencias que nos van transformando. Sentirnos vulnerables en medio de los problemas nos ayuda a dejar de mirarnos para mirarlo a él; es decir, a Jesús, el único que realmente puede superar nuestras expectativas, ayudándonos a confiar.

Recientemente fui a conocer una galería de arte y me sorprendió que alguno de los artistas pintó su primer cuadro durante el encierro de la cuarentena por el COVID-19. Ahí tenemos la muestra de cómo Dios, frente a una situación ciertamente dolorosa y caótica, casi sin precedentes, saca cosas positivas, pues dicha persona descubrió, gracias al tiempo que permaneció aislada, el valor del arte en su vida.

Cuando vivimos alguna sacudida, lo que toca es darnos un tiempo para asimilarlo y volver a la oración, aunque el dolor nos impida desarrollarla con normalidad. Lo que importa, lo que verdaderamente cuenta es retomar la paz y resignificar el paso o momento que hayamos vivido. A Dios, la mayoría de las veces, lo comprendemos en retrospectiva. Es decir, cuando la distancia que genera el tiempo nos permite descubrir, en el momento presente, el fruto de algo que nos sucedió en el pasado y que, al mirar hacia atrás, podemos incluso llegar a agradecerlo por los cambios positivos que nos trajo.

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