Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Paz de Dios

por Juan del Carmelo

En general, todo el mundo tiene un concepto único del significado de la palabra “Paz”, pero este vocablo es ambivalente y dentro de su ambivalencia, caben muchas consideraciones y apreciaciones de carácter totalmente distintas. Realmente existe mucha confusión al respecto.

 

Comenzaremos diciendo, que existe dos clases de paz muy distintas, aunque las dos son queridas por Dios, por ello se emplea genéricamente el vocablo “Paz de Dios”, que es aplicable a todas clases de Paz. Las dos clases básicas de paz son las que se refiere a la paz material y a la paz del alma. Se puede desear la paz material o paz humana y no tener ni saber lo que es la paz de Dios en sentido estricto, es decir la paz interior del alma. Hay pues que considerar, que de entrada, existen dos clase de paz; una paz humana entre los hombres fruto del amor entre ellos, y una paz de Dios, o paz interior fruto de la vida en estado de gracia y amor a Dios.

 

Sobre la paz material, que determina la concordia entre los hombres, se han escrito ríos de tinta y es un anhelo humano el que desaparezcan las guerras. El uso de la violencia para la obtención de fines humanos, llamémoslo terrorismo o guerras injustas, es repudiado por todo el mundo occidental en general, aunque no parece que así sea en el mundo islámico, que a lo poco que he leído sobre este tema, parece ser que el Corán justifica la violencia para la conversión de adeptos. También hemos de tener en cuenta, que la teoría de que, “el fin justifica los medios” también ha prosperado incluso dentro del cristianismo, y más concretamente en el catolicismo. Y no me refiero a épocas pretéritas, sino modernamente tenemos la llamada “teoría de la liberación”, que ha dado como frutos, el que más de un sacerdote, cogiese un arma y se echase al monte en Hispanoamérica.

 

El obispo Fulton Sheen en referencia a la paz humana, distinguía tres clases de paz: La primera es la noción de la paz utilizada por determinados sistemas políticos, como era la paz, tal como la entendía la Rusia comunista, una paz táctica que implica el no uso de medios militares ni violentos con el fin de preparar el ataque violento y conseguir los objetivos materiales que se perseguían. La segunda es la noción de la paz burguesa que es la idea negativa a saber: la paz es la ausencia de guerra, comprada a costa de la libertad y del derecho, es decir una paz injusta. Y la tercera clase de paz es la autentica paz, es la definida por San Agustín diciendo que: La  paz, es la tranquilidad en el orden, y el orden implica justicia, y justicia implica ley y derecho. La paz es pues inseparable de la justicia. Para este obispo norteamericano. “La paz es una hermosa palabra pero tiene también un sentido falso y otro verdadero. La verdadera paz es un don de Dios; la falsa paz es de nuestra propia hechura. La verdadera paz florece en nuestra creciente amistad con Dios; la falsa paz se desarrolla en medio del olvido de Dios y de la exaltación de sí mismo”.

 

Tal como escribe Jean Lafrance, la paz material o humana: “… no vendrá de una supresión de conflictos, sino de la presencia del Resucitado. Cuando Cristo se aparece a sus discípulos, les dice: “La paz esté con vosotros” (Jn 20,21). Y desde ese momento, la paz del resucitado invadió los corazones y barrió sus dudas y conflictos” Dicho de otra forma, la paz espiritual anidada en el corazón de todos los hombres, es la que realmente puede imponer la paz material o humana.

 

No es a esta clase de paz humana o material que es la más conocida, a la que aquí quiero referirme, sino a la auténtica “Paz de Dios”, a la paz del espíritu. Hay una diferencia fundamental, entre ambas clases de paz, mientras que la paz humana, podemos y debemos de luchar por su obtención, paro conseguirla, pero no depende de nosotros en exclusiva, sino también de otras personas y factores ajenos a nuestra voluntad; la paz de Dios, si depende exclusivamente de nuestra voluntad, de que queramos o no adquirirla, y hemos de luchar por obtenerla.

 

La obtención de la paz interior de la paz de nuestro espíritu, forma parte de la lucha ascética. El presbítero Jacques Philippe de la Comunidad de las Beatitudes en Roma, escribe: “Frecuentemente, el combate espiritual consiste precisamente en eso: en defender la paz interior contra el enemigo que se esfuerza por arrebatárnosla. En efecto una de las estrategias más habituales del demonio para alejar un alma de Dios y retrasar su progreso espiritual, consiste en intentar hacer perderle la paz interior… El demonio pone en juego todo su esfuerzo para arrancar la paz de nuestro corazón, porque sabe que Dios mora en la paz, y en la paz realiza cosas grandes”.

 

Decía San Pablo: “Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14). Mientras no tengamos interiormente a Cristo en el interior de nuestro ser, no tendremos la paz de Dios, y difícilmente podremos individualmente cada uno de nosotros vivir en paz. Es la paz del Dios, la que nos lleva a la felicidad aquí en esta tierra. Es la paz a la que el Señor se refería cuando en la última cena dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da os la doy yo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14,27). Y más claramente a esta paz interior se refería San Juan más adelante cuando mencionaba las palabras del Señor: “En mi tendréis paz; en el mundo tribulación. Pero confiad yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

 

Para encontrar esta paz interior aquí en la tierra, es necesario que el hombre se despoje de todo lo que no es Dios, para dejar todo su ser a disposición del santo amor de Señor, a fin de que éste se enseñoree de todo. Sólo así el corazón del hombre encontrará la paz verdadera y la posesión de esta paz se reflejarán, tal como escribe Jean Lafrance, en: “La paz y la alegría que son señales de la acción de Dios en ti…. Si gozas de una paz duradera, y de una verdadera alegría, puedes decir que los proyectos que acompañan a tus sentimientos interiores son queridos por Dios, pues el Espíritu Santo obra siempre en la alegría, en la paz y en la dulzura. Si por el contrario, estas triste, desanimado e inquieto puedes suponer que el proyecto formado está inspirado probablemente por la carne o por el espíritu del mal”. Porque resulta evidente tal como coinciden todos los santos, autores espirituales y en especial Tomás de Kempis, al decir este que: “Siempre que el hombre apetece algo fuera de razón, pierde enseguida el sosiego de su alma. Resistiéndose pues a las pasiones y no doblegándose a su yugo como esclavo, es como se halla la verdadera paz del corazón”.

 

San Serafín de Serov, en el libro “Conversaciones con Motovilov”, manifiesta: “A esos hombres elegidos por Dios y a quienes el mundo odia, es a quienes el Señor da la paz que ahora sentís; esa paz dice el apóstol “que sobrepasa todo entendimiento” (Flp 4,7). El apóstol la llama así, porque ninguna palabra puede expresar el bienestar espiritual que ella engendra en los corazones de aquellos a quienes el Señor la infunde. Él mismo la llama “su paz”, porque es fruto de su propia generosidad y no del mundo, pues ninguna dicha terrena puede darla. Es siempre enviada de lo alto por Dios mismo,  por eso se llama “la paz de Dios”.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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