Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Don de lenguas

por Juan del Carmelo

Acabo de leer la entrevista que se le ha hecho al padre Amando Sanz, exorcista del arzobispado de Madrid, y me ha llamado la atención la referencia que hace al don de lenguas, que el Espíritu Santo otorgó a los apóstoles el día de Pentecostés y también a varios catecúmenos de los primeros momentos del cristianismo, al tiempo de su bautizo.

 

El tema enseguida me interesó, quizás sea por la poca facilidad que tengo para los idiomas y enseguida me puse a investigar sobre él.

 

Como todos sabemos, tal como nos señala el dominico P. Royo Marín, los dones del Espíritu Santo, son hábitos operativos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma, para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano. La gracia santificante, es una realidad puramente estática, no operativa, que tiene por objeto darnos la vida sobrenatural pero no su operación correspondiente, por lo que el alma necesita unos principios sobrenaturales operativos, para realizar los actos correspondientes a la vida sobrenatural. Y tales principios son las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.

 

Santo Tomás nos aclara la diferencia entre virtudes y dones señalando que esta diferencia se deduce de la diferencia misma  de las operaciones divinas en nuestras almas. Dios obra en nosotros por su gracia de dos modos: acomodándose a nuestra manera humana de actuar ayudándonos, por ejemplo, a reflexionar, a buscar los mejores medios para llegar a un determinado fin, según las reglas ordinarias de la prudencia; o bien, puede actuar también de modo distinto en nuestra alma, haciéndolo directamente, por Él mismo, de modo superior a nuestra manera humana de actuar, haciendo que nos guiemos como por instinto divino, instinto al que no tenemos otra cosa que hacer sino consentir. En el primer caso actuamos bajo el influjo de las virtudes, y somos más activos que pasivos; en el segundo caso actuamos bajo el influjo de los dones y somos más pasivos que activos. Santa Teresa de Jesús emplea esta comparación; en el primer caso navegamos a remo; en el segundo caso a vela y con menos esfuerzos conseguimos mejores resultados.

 

El don de lenguas, no consiste tal como muchos puedan pensar, en que el Espíritu Santo nos capacite para hablar directamente en todas las lenguas conocidas en el mundo, sino en que la persona que recibe este don, cuando habla empleando su lengua o idioma propio, es perfectamente comprendida por personas que no conocen este idioma, por lo que a todos los efectos para el que le oye es como si le hablasen en su propio idioma.

 

Se define el don de lenguas, como el don concedido a una persona por obra del Espíritu Santo para hablar en todos los idiomas al mismo tiempo y, de este modo, ser oída por cada oyente solamente en su idioma nativo y en su propio idiolecto sin que el que habla, esté al tanto de estarse expresando en otro idioma y sin que tampoco el que el oyente, sepa que el que habla desconoce su idioma.

 

El caso más patente de esta naturaleza lo encontramos en Pentecostés, cuando los apóstoles recibieron al Espíritu Santo: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: ¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? 9 Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios. Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: ¿Qué significa esto?” (Hech 2,1-12).

 

Debido a las características de este fenómeno, es imposible para una persona estar al tanto de que está empleando este don, salvo bajo circunstancias tales como que el mismo oyente haga notar su sorpresa al hecho de que el hablante conociera tan bien su idioma. Este fenómeno supone que la interpretación y traducción a todos los idiomas es realizada por obra de Dios sin intervención lingüística del hombre; ya que el hombre, es incapacidad por sí para conocer verdaderamente un idioma a la perfección sin ser su lengua materna y habiéndolo aprendido en escasos meses.

 

El don de lenguas no se puede confundir con la "capacidad" de hablar otros idiomas o incluso lenguas muertas o "inexistentes" sin haberlas estudiado o siquiera oído ya que esta "capacidad" es considerada como proveniente del demonio y suele ocurrir cuando se realizan ciertas actividades sacrílegas, como pueden ser actividades esotéricas, invocación de espíritus, satanismo; también puede observarse esta "capacidad" demoníaca en personas poseídas en alto o menor grado, o, aún más, en algunos exorcistas que de algún modo se han visto afectados por los espíritus infernales, ya sea por falta de ayuno, oración, vida sacramental o un mal exorcismo, entre otros posibles factores.

 

En la antigüedad el don de lenguas era muy necesario, no sólo para trasmitir el evangelio sino para mostrar el poder de Dios a aquellos que lo desconocían de Él y no querían creer en Él. Debido a que las circunstancias no son las mismas y no existe la misma situación, este don ya no es nada común. Como lo dice Pablo: “Está escrito en la Ley: Por hombres de lenguas extrañas y por boca de extraños hablaré yo a este pueblo, y ni así me escucharán, dice el Señor. Así pues, las lenguas sirven de señal no para los creyentes, sino para los infieles; en cambio la profecía, no para los infieles, sino para los creyentes. Si, pues, se reúne toda la asamblea y todos hablan en lenguas y entran en ella no iniciados o infieles, ¿no dirán que estáis locos?” (1Cor 14,21-23).

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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