Angelismo

Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27


En el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado durante el pontificado de San Juan Pablo II, se habla de los ángeles. En los números 328,329 y 330, leemos lo siguiente: 

“La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición. San Agustín dice respecto a ellos: "El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel" (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20). En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pío XII, enc. Humani generis: DS 3891) e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12).”

Según esta doctrina que ha sido la misma durante los dos milenios largos de la vida de la Iglesia, las personas humanas se han sentido tentadas siempre a imitar a los ángeles, a vivir como ángeles, con conductas intachables, impecables, considerándose espíritus puros, caminantes por la tierra impura sin desear mancharse con nada ni nadie. Esta postura se ha llamado “angelismo”, que en determinados momentos ha sido recogido por los manuales de psicología moral, donde claramente se tacha como un desvío psíquico, ya que todo ser humano nace con la inclinación al mal, y nadie puede creerse ser un “angelito” celestial. Quien lo hace miente y vive en una realidad paralela.
La vida española vive en estos días una de las etapas más negras de corrupción social y moral que se recuerdan, aunque con la historia de los últimos cuarenta años en la mano hemos tenido otros capítulos tan tenebrosos o más, que ahora mismo. Gracias a las redes sociales el hedor de las corrupciones personales, familiares, empresariales, judiciales, políticas…sube antes hasta el dormitorio de los españoles quienes abren los ojos ennegrecidos por el polvillo que suelta el último robo, la reciente compra familiar de dudosa artimaña bancaria, el tamareo en el proceso de los expedientes de regulación de empleo, el escamoteo de dinero público para vender un proceso de independencia golpista por los países bebedores y lectores de la vieja leyenda negra contra España…y el mal olor que el móvil exhala encima de la mesita de noche.

Ante la oscuridad de la corrupción sistémica han aparecido unos tipos revestidos de “angelitos”, limpios de polvo y paja, ausentes de todos los banquetes pantagruélicos, incapaces para reconocer manchas en sus casacas, anunciantes de tiempos de ecología purísima, procedentes de tierras pantanosas corruptas, y tenantes de una espada flamígera escupidora de fuego purificador contra toda alimaña humana que aparezca con heridas gangrenosas y pestilente. Estos practicantes del angelismo disponen de un discurso exclusivista, oportunista, ocasional, arribista y adormecedor de los dispares personajes vivientes en un mundo irreal, idealista y tocado de cierto redentorismo, más propio de los iluminados medievales, que de los hombres y mujeres reales que sudan diariamente por sacar sus familias adelante sabiendo que el mal y el pecado vivirán entre nosotros hasta el último segundo de la vida humana sobre la tierra, donde los angelismos no caben nada más que en mentes enfermizas metidas en un manicomio.

Tomás de la Torre Lendínez