Sábado, 23 de noviembre de 2024

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La "incredulidad" de la Magdalena

La "incredulidad" de la Magdalena

por Los Tres Mosqueteros

¿Quién no se siente conmovido y entusiasmado ante esta admirable figura de mujer? ¡Qué apasionamiento! ¡Qué incansable buscar! ¡Y qué humana contradicción que la hace buscar el cuerpo de su Señor al mismo tiempo que no cree en sus palabras!
 

De madrugada va al sepulcro y con gran pesar lo halla vacío. Ni por un instante cree que Jesús haya resucitado y solo piensa en un robo. Corre a San Pedro y a San Juan y les da la mala noticia. Los dos apóstoles, a toda prisa, se dirigen al Gólgota y comprueban la desaparición del cadáver. Ven los lienzos en el suelo y el sudario plegado.
 
(...) Todavía les aguardaba un sobresalto mayor: el sudario (el gran pañuelo que cubría la cabeza) debido a la gran cantidad de aromas, se había solidificado y aparecía ―no plegado como la othónia― sino en figura de casco de tela ¡pero sin cabeza dentro!
 
Es lógico el escalofrió que sintieron los dos discípulos al percatarse poco a poco (¡era tan increíble!) de lo que ello significaba. Y tanto es así que lo que la Vulgata traduce con un único verbo: vio, en el original griego aparecen tres, dando a entender la tremenda gradación psicológica: blépeis (comprobar), theórei (admirar) y eíden (comprender).
 
Finalmente ha de tenerse en cuenta un «detalle»: que el Señor no es que saliera a través de las telas que lo envolvían, sino que, directamente pasó de la dimensión tiempo a la dimensión eternidad. Escalofriante.
 
Pero volvamos a la Magdalena que al irse los dos apóstoles insistió en quedarse, sin duda con la remota idea de encontrar el cuerpo de Jesús.
Porque a ella, ni siquiera viendo los lienzos, le pasó lo que a los apóstoles: que empezaron a creer. Esta obstinación nos desagradaría si no fuera porque, por un lado, confirma nuestra fe al certificarnos que nadie del grupo creía en las palabras de Cristo sobre su resurrección y, por tanto, malamente iban a inventarla. Y porque ella, según escribe el evangelista, junto al sepulcro lloraba lamentándose. Y esto resulta conmovedor.
 
De pronto ve dos hombres vestidos de blanco en el poyete, uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cuerpo de Jesús (¡más precisión!) y tan desconsolada estaba que no se extraña, y a su pregunta de por qué lloraba responde con toda naturalidad, insistiendo testarudamente en la teoría del robo. No tiene ni idea de una resurrección.
 
Pero todavía ha de hacer algo peor. Cuando se vuelve y ve a un hombre de pie que le hace la misma pregunta, lo toma por el hortelano y le pide que le entregue el cuerpo.
 
¡Bendita terquedad y bendito despiste que tanto ha de servir a cristianos y no cristianos sinceros!
 
Sin duda es por eso por lo que Cristo le perdona su incredulidad y, viendo su amor, la recompensa pronunciando su nombre con tal tono que por así decirlo, la vuelve del revés, haciéndole creer en la maravilla que tiene delante: ¡Jesús resucitado!
 
Exclamación, arrojarse a sus pies, sujetarlo fuertemente para que no se le escape... y no sé cuántas cosas más que pasan ahora por la asombrada María, que en un instante ha pasado de la más honda de las desesperaciones a gozar de un cielo en la tierra.
 
Comprensivo, el Señor la deja hacer, y luego, dulcemente, se desprende de ella mientras le da el mensaje para los discípulos:
 
Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios (Jn 20, 17).

El Evangelio Vivido, pag,321-324

Feliz Pascua de Resurrección a todos
Los Tres Mosqueteros
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