Parábola: Sin odio africano
El odio anida en el corazón humano, que cuando tiene descendencia, mental o física, lo transmite a sus herederos El odiador es un tipejo flacucho de razón, orondo de alimentación, falso de sonrisa, palmeador de espaldas ajenas, ojeador para disparar, oidor para transmitir, sepulturero de cualquiera que se le pone por delante.
La persona que odia no lo puede disimular, por muchas vestiduras largas que se ponga, pues el odiador, cuando se acerca a alguien para transmitir su odio a un tercero, es tan lerdo que piensa que el segundo va a guardarle siempre secreto infinito. Grave error de cálculo del odiador. El segundo siempre se siente libre para hablar de quien le insufló odio africano contra el tercer personaje de la escena.
Por lo tanto, es mejor vivir sin tener el corazón lleno de odio africano, porque cuando le suben al culmen del escalafón, los oyentes y videntes, observan cómo se les ve las canillas al odiador propias de un esqueleto, aunque los kilos de grasa aparenten otra cosa completamente diversa.
Tomás de la Torre Lendínez