Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Plan de Dios

por Juan del Carmelo

Dios tiene en su mente un plan general en relación, al universo, a la tierra y a sus habitantes que somos nosotros. El plan de Dios en relación a nosotros, tiene una clara finalidad, es la que se deriva de lo que se conoce como “la voluntad universal salvífica de Dios”, dicho en otras palabras: la voluntad que Dios tiene de que todos nosotros nos salvemos. Podemos distinguir un número casi infinito de planes en la mente de Dios, pero debemos de recordar siempre que Dios tiene realmente solo una voluntad, que existe una unidad completa en Su plan, porque todos los planes que distinguimos son solo aspectos diferentes del único Plan que tiene en realidad. San Pablo nos dice cual es Su plan en lo que se refiere a nosotros: “La voluntad de Dios es vuestra santificación”. (1Thes 4,3). El desea sobre todo y ante todo nuestra salvación.

 

El plan de Dios, a diferencia de los planes que redactan o se hacen los hombres que son planes rígidos, porque su inteligencia no da para más, el plan de Dios es un plan totalmente flexible, ya que su ilimitada inteligencia le permite estar siempre variándolo, de acuerdo con las necesidades que tiene de variarlo, por razón de los pecados de los hombres. Nosotros estamos continuamente desbaratando los planes de Dios. Los primeros que los desbarataron fueron Adán y Eva. Sobre la marcha, Dios organizó la redención de nuestra condición de condenados a las garras del maligno, enviándonos a su propio Hijo. La solución fue hasta tal punto maravillosa que, no solo restauró la situación del hombre al tiempo anterior al pecado de Adán, sino que mejoró de tal forma nuestra condición, que en la misa de la noche de Pascua, se llega a exclamar: ¡Oh, feliz pecado de Adán!, que nos trajo este Redentor, que nos ha abierto la posibilidad de ser divinizados, llegando a ser Hijos de Dios. Es una habilidad de Dios reformar sus planes sacando bien del mal, que nosotros generamos.

 

Los planes de Dios no tienen nada que ver con nuestros planes, dice el profeta Isaías: “Mis planes no son vuestros planes, ni mis caminos son vuestros caminos… Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes más altos que vuestros planes”. (Is 55,6-9). Los planes de Dios, están perfectamente estructurados para proporcionarnos a todos, absolutamente a todos en general y a cada uno de nosotros en particular, la mayor y mejor de las oportunidades para ser felices, ya aquí abajo y después eternamente en el cielo. Lo que ocurre es que diariamente este plan nos lo estamos cargando todos, con nuestras faltas y pecados. Y frente a este desbarajuste que creamos con nuestras ofensas a Él, Dios arregla el desorden que creamos, sacando bien de nuestro mal, tal como vulgarmente se dice: Dios escribe derecho con renglones torcidos.

 

Nosotros, escribe Jean Lafrance: “Soñamos siempre en construir la santidad y el reino con nuestras virtudes humanas. Ese es justamente todo el esfuerzo de la vida espiritual, esfuerzo que consiste en dejar a un lado nuestros sueños para entrar en la realidad de Cristo. Rigurosamente hablando, debemos de entra en un “mundo al revés” que no corresponde adecuadamente a nuestras ideas personales”. Pero nos empeñamos siempre en apoyarnos nada más, que en nuestras ridículas fuerzas humanas sin tener en cuenta, que el Señor está siempre a nuestro lado tratándonos de ayudarnos. Pero para ello hemos de renunciar a nosotros mismos, entregar el timón de nuestra vida al Señor, y esto son muy pocos los que tienen el valor de hacerlo.

 

Vicente Borragán, O.P. también escribe: “Durante muchos años, quizás, hemos vivido confiados en nosotros mismos, al vaivén de nuestros sentidos y sentimientos, sin mirar nunca a Dios o mirándolo solamente de soslayo. El dolor y el pecado pueden convertirse en el aldabonazo que nos avise de su presencia, que nos indique que su hora ha llegado. El dolor seguirá siendo tan oscuro como antes, pero cuando el hombre sea capaz de hacer un alto en su camino y mirar a hacia Dios, la alabanza brotará de sus labios. Y entonces comenzará a comprender que todo ha formado parte de un plan maravilloso concebido desde la eternidad, desde aquel mismo instante en que fuimos elegidos para hacer alabanza de su gloria. Y entonces comprenderemos  que todas las circunstancias de nuestra vida, incluso las más dolorosas han formado parte de ese plan maravilloso de Dios para con nosotros. ¿Qué otra cosa podemos hacer sino bendecirle y alabarle por todo lo que ha sucedido?”. Absolutamente por todo, haya sido bueno o malo. Todo lo ha dispuesto y lo sigue disponiendo o permitiendo Dios para nuestra eterna salvación.

 

Nosotros tenemos nuestros propios planes para nuestra felicidad, y como obra personal siempre creemos que lo nuestro es lo mejor, por lo que a menudo miramos a Dios simplemente como alguien que nos ayudará a realizarlos. Deberíamos de tener presente el refrán que dice. “Quien deja a Dios fuera de sus cuentas, no sabe contar”. Pero no tenemos en cuenta que el verdadero estado de las cosas es completamente distinto. Dios tiene sus planes para nuestra felicidad y está esperando que le ayudemos a realizarlos. Y desde luego que nadie tenga la menor duda de que nosotros no podemos mejorar los planes de Dios. Nosotros no podemos mejorar el plan de Dios para nuestra felicidad: Dios nos ama mejor que nosotros nos amamos y Él tiene un mejor conocimiento de nuestras necesidades y de nuestro corazón que nosotros mismos.

 

Nuestra pequeñez e insignificancia es absoluta. Meditemos, lo que solo en el orden material, es el universo, con sus cientos de miles de galaxias, y millones de estrellas, y una de estas estrellas es el sol, del que la tierra es uno de sus planetas, y el sol con todos sus planetas incluidos, no es más que una insignificante parte del universo. Pensemos, que solo somos una sola unidad de los miles de millones de seres humanos que nos han precedido y de los miles de millones que posiblemente nos seguirán. Y todo se rige por un plan único creado y administrado por Dios, hasta en sus más mínimos detalles, cuáles pueden ser el tener controlados los cabellos de nuestra cabeza. "¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre. Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues valéis más que muchos pajaritos”. (Mt 10,29-31).

 

Para redactar un plan, cualquier estadista o economista sabe perfectamente que de entrada hay que tener una buena información. Por supuesto que Dios tiene una mayor e ilimitada información y conocimientos para redactar nuestro plan y sabe mejor que nosotros lo que nos es más conveniente y lo que debemos de evitar. El sacerdote norteamericano Leo Trese, muy didáctico en sus ejemplos, para expresar nuestra falta de conocimientos nos dice que: “Si una hormiga se arrastra a lo largo del muro posterior de la Capilla Sixtina, en el Vaticano, todo lo que la hormiga puede ver es un pedazo de pintura ordinaria bajo sus patas, pero no alcanza a ver las maravillas de las pinturas de Miguel Angel. De manera parecida, es una porción reducidísima del conjunto del plan de Dios la que nosotros vemos”.  Solo tenemos mirada de ratón y carecemos de la mirada de las águilas.

 

Nuestra relación con Dios es única, hemos sido concebidos desde siempre, cada uno de nosotros en la mente de Dios, para cumplir una determinada misión en este mundo y después en su glorificación eterna. Solo nosotros y nada más que cada uno de nosotros, podemos cumplir esa  misión para la que Dios nos ha creado. Nuestras faltas y pecados incumplen y rompen con el cumplimiento de esa misión divina que hemos recibido. Solo la misericordia divina, después de nuestro arrepentimiento, y esta misericordia, no se dará nunca, si no existe un previo arrepentimiento, puede reintegrarnos al cumplimiento de nuestra misión específica para la que hemos sido creados. Todo lo que nos ocurre en esta vida constituye una oportunidad que tenemos, para desempeñar esta misión que Dios nos ha encomendado. Probablemente no comprenderás plenamente nada de esto, hasta llegar al cielo.

 

El hermano marista Pedro Finkler escribe: “Él tiene sus planes inescrutables sobre nosotros, y hay que acatar el misterio por encima de todo desaliento”. Por ahora mientras estemos a este lado de la orilla, tengamos confianza en las palabras de San Pablo que nos decía: “Sabemos que Dios interviene en todas las cosas tornándolas para bien de los que le aman” (Rm 8,28). Amémosle siempre con todas nuestras fuerzas, pues es doctrina segura que “Amándole de verdad con toda la fuerza de nuestro ser, nunca nos equivocaremos”.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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