Junto con Pacelli y Woytila, Popieluszko
por Manuel Morillo
El papa Benedicto XVI acaba de aprobar varios decretos entre los que destacan el del reconocimiento de las "virtudes heroicas" de Juan Pablo II y Pio XII, primer paso para sus respectivas beatificaciones.
La noticia ha sido recogida por todos los medios.
Desapercibido, sin embargo, ha pasado, en España quizá de forma buscada por los Media del Sistema, incluidos los "católicos", que junto a esos decretos también se ha incluido el decreto de beatificación del sacerdote polaco Jerzy Popieluszko, que hoy ha anunciado el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, y que se produce un par de meses después del 25 aniversario de su asesinato.
El capellán de Solidaridad tenía sólo 37 años. Eran los años oscuros de la ley marcial del general Wojciech Jaruzelski, presidente del Estado socialista que tiranizaba Polonia.
El padre Jerzy Popieluszko celebraba misas por la Patria.
A su iglesia de San Estanislao de Kostka, en Varsovia-Zoliborz, acudía cada vez más gente.
Los sermones de Popiełuszko eran normalmente transmitidos por Radio Free Europe, con lo cual se volvió famoso a lo largo de toda Polonia por su postura valiente contra el regimen socialista.
Para el régimen era un fanático, un ejemplo de clericalismo militante; para la gente, en cambio, era un pastor sabio y valiente, convencido de que debía vencer al mal con el Bien.
La Służba Bezpieczeństwa, servicios secretos del régimen socialista, serviles a los soviéticos, trató de silenciarlo o intimidarlo.
Cuando estas técnicas no funcionaron, fabricaron "pruebas" contra él. Así, fue arrestado en 1983, pero fue pronto liberado por la intervención del clero y beneficiado por una amnistía.
Se escenificó un accidente automovilístico para asesinar a Jerzy Popiełuszko el 13 de octubre de 1984, pero logró escapar con vida. El plan alternativo era secuestrarlo.
El 19 de octubre de 1984, el padre Popieluszko fue secuestrado y asesinado por tres agentes del régimen. que, tras haberlo destrozado a golpes, lo arrojaron a las aguas heladas del río Vístula.
Monumento en el lugar del asesinato
La noticia del secuestro la dio el chofer del padre Jerzy, Waldemar Chrostowski, que logró saltar fuera del coche de los secuestradores y esconderse en el bosque.
Durante muchos días, se siguió esperando en que el capellán de Solidaridad continuara con vida. Hasta que, el 27 de octubre, el capitán Grzegorz Piotrowski confesó: «Lo he matado yo, con mis propias manos».
El cuerpo se encontró después en el lago artificial formado por la presa de Wloclawek, a unos cien kilómetros al norte de Varsovia.
El impacto fue impresionante pero el pueblo polaco lo afrontó sin ceder a la ira o a la violencia, recordando las palabras que el padre Jerzy solía repetir: «Tenemos que vencer al mal con el bien».
Funeral de Jerzy Popiełuszko en la iglesia de San Estanislao de Kostka, su iglesia
Quienes ordenaron este delito, relatado en sus detalles macabros por los asesinos, en el curso de un dramático proceso, no fueron nunca juzgados. Los imputados fueron condenados pero vieron reducida la pena y todos salieron inmediatamente de la carcel-
La tumba del padre Popieluszko, situada en Varsovia junto a la iglesia donde celebraba las Misas por la Patria, se ha convertido en meta de peregrinaciones de millones de personas, que lo veneran como el testigo de la resistencia moral y espiritual del pueblo polaco.
La película de Rafal Wieczynski "La esperanza no se puede matar" * es un magnífico documento sobre la vida del Padre Popieluszko aunque solo refleja una milésima parte de su heroica vida es una obra obligatoria de ver
Pero el legado intelectual del Padre Popiełuszko se sintetiza en el libro que recoge sus sermones patrióticos "El Camino de Mi Cruz".
Estas homilías tenían como fin animar a los católicos polacos a permanecer fieles a la fe y continuar el ejercicio de la libertad para poder profesar la Verdad, a pesar de los esfuerzos políticos para frenar esta fidelidad a la fe católica .
Se podría decir que estos sermones de la Misa mantienen unidos los católicos polacos en momentos en que los polacos son sometidos a lo que consideran un gobierno extranjero, decidido a destruir el alma de Polonia.
Al igual que en la Polonia de los 70 en España actual reina el paro, avanza la pobreza y se ha impuesto la corrupción, el Gobierno de Expaña también está okupado por una clase política que no busca el interés de los españoles y si servir los intereses de las diferentes Internacionales y de las "ideológías" al servicio de las cuales se dirige la Administración.
Y aunque de momento se guardan las formas ya ha empezado la persecución contra el catolicismo como cosmovisión y contra los católicos como personas concretas.
Pero a diferencia de Polonia la tensión moral de los españoles es nula.
¿Surgirán Padres Popiełuszko que comienzen a despertar al pueblo español, ahora narcotizado?
Al recibir la noticia del su beatificación no podido dejar de evocar las palabras del Padre Alberto Ezcurra** cuando recordaba las Misas por la Patria del Padre Popiełuszko. Palabras que pueden aplicarse no solo a nuestra Patria sino a Hispanoamérica e Europa toda, lo que una vez fue la Cristiandad y que quieren destruir
Los santos son los que gozan de la presencia de Dios, y hay una llamada universal a la santidad.
Pero si los Santos "oficiales" son los que la Iglesia ofrece como modelos capaces de mostrar a los demás un camino ejemplar de perfección, creo que uno de los más útiles para España es el Padre Popiełuszko.
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* A los 25 años de su homicidio, una película revive la historia del "capellán de Solidarnosc".
El joven sacerdote polaco que acompañó a sus amigos y a su patria en la lucha por la libertad. Hasta el sacrificio de la vida
Un día alguien le sugirió a Padre Jerzy que en las homilías de sus abarrotadas misas por la patria él habría hecho bien en decir nombres y apellidos, a apuntar el dedo acusador contra el general Jaruzelski, contra Jerzy Urban, el odiado portavoz del gobierno, (un mes antes del asesinato del sacerdote, Urban calificó públicamente a Padre Popieluszko como "Savonarola anticomunista").
Padre Jerzy reunió a sus amigos más fiables y les preguntó si debía seguir aquel consejo. Sus amigos le dijeron que sí. Padre Jerzy se llevó las manos al rostro y sacudiendo desconsolado la cabeza dijo: "Entonces no han entendido nada. ¡Yo combato el mal, no a las víctimas del mal! ".
Para él, sus enemigos más acérrimos, aquellos que lo habrían hecho matar, eran víctimas del mal.
En aquellas misas en la parroquia de san Estanislao Kostka de Varsovia se rogaba también "por todos aquellos que están aquí por motivos profesionales", es decir los muchos espías comunistas enviados por el régimen para controlar y fichar.
Al hermano mayor Jozef, que acompañaba a la mamá a las misas de Varsovia, decía: "Veámonos antes de la misa porque después debo esconderme para huir de la policía"; ya que una de las vejaciones preferidas del poder eran las continuas, especiosas convocaciones en la estación de policía.
Veinticinco años después del asesinato de Padre Jerzy Popieluszko una conmovedora película colosal evoca la extraordinaria figura de este joven de la Podlachia, región oriental de Polonia (donde se produce el famoso aguardiente del bisonte), habitada por gente sencilla, con modales humildes.
Y justo esto era lo que impresionaba del joven Popieluszko, su ser modesto pero tenaz, su fuerza tranquila que no se desbordaba nunca en agitación desordenada, sino andaba decidida al objetivo.
La película que el joven, brillante director Rafal Wieczynski ha dedicado a este "gran europeo", como dijo Juan Pablo II conmemorando a su compatriota, deshoja delante de los ojos y de la mente del espectador un capítulo crucial de historia contemporánea condensado en la historia personal de un joven cura.
Capítulo que al momento de su desenvolvimiento despertó interés mundial por la grandiosidad y el dramatismo intrínseco, pero que ha sido pronto oscurecido y olvidado respecto a su valor "educativo".
Hay una escena de la película que vale un entero tratado de historia y es decir cuando los obreros polacos, que ocupaban la fábrica de Huta Warszawa sobre la estela de aquello que apenas había ocurrido en las obras de Danzica con el electricista Lech Walesa, mandan a preguntar a la Curia por un sacerdote para la asistencia religiosa: la ocupación se preanunciaba larga y riesgosa y no querían perder la misa y las confesiones.
La aventura de Padre Jerzy empieza allí, delante de aquéllas verjas que quedan trancadas para las autoridades comunistas – aquellas que en nombre de la doctrina marxista "administraban la revolución proletaria a favor de la clase obrera" - y se abren en cambio a un despachador “de opio para el pueblo”, a un cura que la historia tenía que haber apartado, o a lo sumo tolerado, como resto del pasado.
Y en cambio allí, superadas aquellas verjas, iniciaba el traspaso de la lección histórica de Karl Marx: la Iglesia se convertía en protagonista en la lucha por la emancipación de la clase obrera.
Esta novedad, tragada por las crónicas del momento, no ha sido digerida nunca por las reflexiones posteriores, no se ha transformado jamás en juicio: esta película es un óptimo estímulo para hacerlo.
Hasta aquí la vertiente intelectual de la obra de Wieczynski, que en siete años de trabajo ha producido una película muy adherente a los hechos, basada sobre una miríada de testimonios personales y sobre un esmerado examen de la documentación histórica.
Pero también hay una vertiente emocional de la película y es lo que concierne a la "pequeña" historia personal de padre Jerzy Popieluszko, su gradual toma de conciencia que se estaba presentando no sobre una vía triunfal sino sobre un vía crucis.
Testigo de excepción de este hecho es el cardenal Jozef Glemp, Primado de Polonia y en aquel tiempo nuevo arzobispo de Varsovia, (el heroico cardenal Stefan Wyszynki había muerto recientemente); Glemp ha aceptado recitar la parte de él mismo en la película, para hacer esto ha tenido que teñirse el pelo, hoy blanco, del negro de entonces.
Lo hemos encontrado en Roma y éste es su recuerdo: "El diálogo en la película entre padre Popieluszko y yo fue justo así. Yo había sido muy severo con él y le había aconsejado, como a otros de sus amigos, trasladarse a otro lugar, a lo mejor al extranjero por estudio. Él me contestó que si se lo ordenaba me habría obedecido, de otro modo habría quedado en su sitio. ï Pero yo le repliqué que no podía hacer esto, me habría convertido en un colaborador del régimen! La situación era de veras dramática."
La elección consciente de padre Jerzy de no dejar los amigos y la patria en sufrimiento significó la oferta suprema de la vida.
Hasta hoy sobre su tumba han rogado 17 millones de peregrinos, con él una nueva luminosa figura de santo patriota se suma al rico registro de Polonia, una tierra donde el bien de la libertad cuesta desde siempre mucho más que en otro lugar. Un "gracias" por la película de Wyeczinski por habernos recordado todo esto.
** (...) No tenemos derecho a traicionar nuestra herencia, a abandonarla y por eso, cuando hay tantos motivos de preocupación, cuando hay tanta injusticia y hay tanta mentira, cuando hay hambre y no hay trabajo, cuando hay tanto desaliento y cuando hay tantas esperanzas frustradas por los falsos discursos, por las mentiras, por las falsas promesas, por eso tenemos que rezar con más fuerza para darle gracias a Dios por todo lo que le entregó a esta Patria; y también tenemos que constatar con dolor que nuestra Patria argentina está enferma, que nuestra Patria está profundamente herida y que nosotros enfrente a ese dolor y a esa enfermedad de la Patria, no tenemos derecho a seguir aquella política del aveztruz que esconde la cabeza bajo el ala para no ver y que dice "Aquí no pasa nada". Tenemos que tener conciencia del dolor, de la enfermedad de la Patria. Y porque así tiene que ser nuestro amor de la Patria, nos implemente una complacencia sensible, no solamente un sentimentalismo de discurso en la escuela, del desfile y de la Bandera que se levanta, sino conciencia de la realidad de esta Patria y de este pueblo. De esta Patria que es colonia pero que no debe serlo. De este pueblo que tiene que tener aquellos derechos que se le quitan de la fidelidad a esa herencia de la cual nos estamos olvidando. En esta Patria que nació católica y que nació cristiana, que nació bajo los colores del manto de la Virgen.
Por eso hoy celebramos esta Misa levantando nuestra oración de una manera particular por la Patria. Y por eso seguiremos celebrando, sobretodo en determinadas fechas, Misas por esa intención. Misas por la Patria. Para que el Señor se acuerde de nosotros. Para que el Señor nos de a cada uno de nosotros como cristianos católicos y como argentinos la fuerza para cumplir con nuestro deber con esta Patria, cualquiera que sea nuestro lugar, desde el más humilde, de la familia, del barrio hasta los puestos más altos de responsabilidad en la Iglesia, en el gremialismo, en la política, en cualquier lugar donde uno se encuentre, que sepamos cumplir con nuestro deber, que sepamos poner por encima de todos los intereses particulares el Bien Común de la Patria. La Patria es como una nave que marcha hacia un puerto y ¿qué pasa si una nave, en lugar de ponerse de acuerdo todos para orientarla hacia el puerto al cual tiene que llegar unificando el esfuerzo y el trabajo de todos por encima de simpatías o antipatías personales, por encima de disidencias y de pequeñeces; qué pasa si cada uno se pone a trabajar por su cuenta? Esa nave se hunda, esa nave no llega a puerto. Es una empresa de todos, porque Dios quiso que naciéramos aquí; nosotros no nacimos aquí por casualidad en este momento de la historia que se llama la segunda mitad del siglo XX, y nosotros no nacimos por casualidad en este rincón del mundo que se llama la República Argentina. Nacimos aquí porque Dios quiso así. Y cuando la providencia de Dios nos quiso hacer nacer en este suelo, en esta Patria y en este tiempo, tambien nos dio una vocación, nos dio una misión, y nos dio un destino como hombres cristianos. Y entonces tenemos que pedirle a Dios que nos de fuerzas para alcanzar ese destino. Por eso repetiremos en cuanto nos sea posible estas Misas por la Patria.
Pensemos, al rezar por la Patria enferma, en aquellas Misas que celebraba en Polonia ese mártir contemporáneo que fue el Padre Jerzy Popieluszko, donde se reunía alrededor del Altar y delante de la imagen de la Virgen, todo el dolor pero también toda la Fe y toda la Esperanza de un pueblo sojuzgado y de un pueblo perseguido. Y pensemos que el Padre Popieluszko por celebrar aquellas Misas, por rogar por la Patria y por decifr la verdad sobre esa Patria que quería seguir siendo libre y cristiana al mismo tiempo, eso le costó el secuestro, le costó la tortura, le costó la vida.
Estamos muy lejos del Padre Popieluszko, pero sería una gracia de Dios si el Señor, por un amor grande de la Patria y por señalar las llagas y los dolores de la Patria, y por elevar por esta Patria nuestra oración hacia el Cielo, quisiera un día concedernos la gracia del martirio. La gracia más grande que puede tener un cristiano y la que puede tener sobre todo un sacerdote. Pero aún cuando el Señor no nos conceda esa gracia, Él nos pide que seamos capaces de dar la vida por Él y por la Patria, en fidelidad a nuestro deber y en nuestro trabajo de cada día. En la fidelidad a todas aquellas pequelas cosas que el Señor nos pide en nuestra vida cotidiana.(...)
Sermón del 25 de Mayo de 1987, pronunciada en San Rafael, Mendoza en la Parroquia Nuestra Señora de Luján. "Sermones Patrióticos", Editorial Cruz y Fierro.