Evangelizar un mundo descreído

Evangelizar un mundo descreído
 

            Tenemos un mandato de Cristo de llevar el Evangelio, la Buena Noticia, por el mundo. Y en los veinte siglos de historia de la Iglesia este encargo del Señor se ha intentado cumplir, con resultados desiguales según las circunstancias. Los Apóstoles y discípulos tenían que romper el hielo de un mundo pagano, y generalmente cruel. La sangre de los mártires regó los campos en donde habían iniciado la siembra del mensaje evangélico. No le fue nada fácil a la fe cristiana abrirse camino  en unos pueblos fanatizados con sus creencias ancestrales. Pero poco a poco el Evangelio fue calando en los pueblos, con la Cruz y la Palabra por delante.
            Lo que hizo posible tal proeza fue la fe y el testimonio de aquellos sembradores de paz y alegría. Y después de veinte siglos continuamos con la misma tarea en un ambiente no muy diferente. Es sorprendente constatar que de aquella semilla de la primera siembra apenas queda nada en nuestra sociedad neopagana. Han vuelto a dominar al hombre moderno los mismos vicios de siempre, hasta el punto de anular, en muchísimos, cualquier resquicio elemental de espiritualidad. Hay que empezar por el a b c de la doctrina cristiana porque todo les suena a rancio. Para la mayoría la religión es cosa de abuelas, y no de todas.
            Es una nueva tarea de siembra en campos yermos, con nuevos métodos y estilos, pero ofreciendo un “producto” de calidad, sin sucedáneos. Y nos preguntamos, ¿pero que es evangelizar? Como dice Miguel Pastorino en un artículo, evangelizar es mucho más que transmitir valores cristianos (cfr.  https://es.aleteia.org/2015/11/29/que-es-evangelizar/). Siempre aparece la preocupación pastoral por los "creyentes no practicantes", pero nos olvidamos de que existen también "practicantes" que no son creyentes.
            En la evangelización lo fundamental es anunciar el Evangelio. No se trata de inventarse técnicas para convencer, sino acercar realmente a Cristo a todos aquellos que  no le conocen, aunque lo estén recibiendo frecuentemente en la Comunión. Es intentar lograr una verdadera conversión del corazón y la cabeza. Y esto no se consigue con métodos, programas, técnicas de persuasión, medios audiovisuales, etc. Este paso a la Vida es obra de la Gracia. Es escuchar aquellas palabras de Jesús a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios, tú le pedirías y Él te daría agua viva… Y aquella mujer abrió su corazón y le pidió de esa agua tan especial. Y esa agua se llama Gracia de Dios.
            Nos preguntamos con Pastorino: ¿Hay deseos de que otros conozcan realmente a Jesús y experimenten su amor y su misericordia? ¿Nuestra principal preocupación es que los que no conocen a Cristo le conozcan y experimenten su amor? Solo quien está profundamente enamorado de Dios y del Evangelio puede anunciarlo de manera que enamore a otros y les suscite hambre de conocerle y experimentarle.
            Para conseguir lo que se pretende, la conversión, más que palabras lo que hace falta es oración, encuentro real con el Señor en su Palabra y en la Eucaristía. Todo lo que no sea esto, será muy bonito, muy emotivo, pero estéril. La gente piensa que vivir la religión es sentir emociones, incluso deshacerse en lágrimas. Y cuando pasa la emoción, si no ha habido un asentimiento consciente de Cristo Camino, Verdad y Vida, todo vuelve al punto de partida, a un alejamiento de Dios, a quien no se ama de verdad. Y después de la conversión ha de venir la formación. En el proceso de evangelización estamos nadando en un inmenso mar de ignorancia. No sabemos nadar contra corriente. Las olas del materialismo y la sensualidad nos arrastran.
            Pero ¿Cómo empezar apara ser en realidad pescadores de hombres? Como bien dice Pastorino: La evangelización es un proceso en varias etapas, pero el primer anuncio (kerygma) es lo más específico, lo primero y su fundamento permanente. Y en una mentalidad de cristiandad, es lo más olvidado porque se da por hecho.
¿Qué es este primer anuncio o kerygma? No es catequesis, no es un discurso doctrinal, tampoco es un signo atractivo, ni una procesión, ni solo el testimonio, ni proselitismo, ni tampoco una estrategia pedagógica previa a la catequesis, ni una conversación sobre un tema espiritual, ni decir una fórmula mágica: “Dios te ama”.
Todas estas iniciativas pueden ser el ámbito para el anuncio, pero no son en sí mismas primer anuncio, sino que allí, o en algún momento posterior a ese encuentro, ha de realizarse el primer anuncio misionero que busca la conversión del corazón a Jesucristo. Y obviamente es un anuncio explícito de Jesucristo, de su amor infinito y la salvación que nos ofrece. Es algo que sin la experiencia de fe del evangelizador es imposible de hacer. Es decir, que lo primero que se precisa para evangelizar es que el evangelizador sea una persona de fe, que crea de verdad lo que anuncia, que contagie su vida cristiana tomada en serio, que sea testigo de lo que anuncia. Sin este requisito es inútil que busquemos remedios “mágicos”. En la evangelización no cabe el truco, la teoría, la poesía, el efecto maravilloso… Si el evangelizador no está realmente enamorado de Cristo, si no tiene una fe viva, más vale que se dedique a otra tarea menos comprometidas.
            El tema es amplio y urgente, y más ahora que estamos iniciando el curso. Seguiremos tratándolo en otros post.